EL PAíS › OPINION
› Por Susana Rinaldi *
Las declaraciones de Hermes Binner en relación con Venezuela reafirmaron mi acierto de desafiliarme, en 2008, del que otrora fuera considerado “viejo y glorioso partido socialista”, que, con sus aciertos y desaciertos, significó un espacio de lucha y una voz de protesta frente a la injusticia social, mancha casi perenne en nuestro país.
El mismo impulso, las mismas convicciones que me llevaron a aceptar participar de la vida orgánica del socialismo y a ser una militante activa durante varios años hicieron que renunciara al mismo, ya que sentía que se estaban traicionando los principios, ideales y banderas históricas desde las que se defendió a la clase trabajadora, de manera organizada, por primera vez en Argentina, y para siempre.
Ese vasto movimiento albergó un nutrido contenido cultural, gracias a maestros excepcionales que dejaron una huella imborrable, y acercó un pensamiento sobresaliente en nuestra historia civil, que se expandió a lo largo del país, fundando bibliotecas, teatros independientes y periódicos.
Sentía que quedarme allí sería legitimar a algunos, que hoy trafican con la ideología y usan el prestigio del Partido Socialista para actuar a favor de los sectores de privilegio y a la derecha oligárquica pura y dura, causantes de la exclusión social y que hicieron todo lo posible para abortar al actual modelo político que –mal que les pese– es una verdadera alternativa progresista que encaró la reconstrucción de Argentina y llevó adelante, entre otras cosas, la mayor integración de la gran patria grande latinoamericana, junto a otros líderes de nuestra región como Lula, Dilma Rousseff, Michelle Bachelet, Rafael Correa, Evo Morales, José Mujica y Hugo Chávez.
Del espíritu burocrático de muchos dirigentes, temerosos de su propia matriz política, y la sumisión de la cúpula a los poderes fácticos que pretenden volver a un país basado en la explotación de los seres humanos, es imposible esperar transformaciones que vayan más allá de la retórica discursiva. Por eso no me extraña que “nuestro viejo partido” haya quedado agotado como fuerza progresista, al dejar de representar a aquellos y aquellas que confiamos a él nuestros sueños de ampliación democrática y justicia social. Como dijo la poeta: “Si por delicadeza perdí mi vida... Porque la vida es poca la muerte mucha... Porque no hay guerra pero sigue la lucha... ¡Dame la mano y vamos ya!” (María Elena Walsh)
* Legisladora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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