EL PAíS › NUEVOS TESTIMONIOS EN EL JUICIO POR CRíMENES EN LA ESCUELA DE MECáNICA DE LA ARMADA
Elena Zunino habló sobre los secuestros de su hermana Lidia y su marido, Raúl Rossini, ambos militantes de Montoneros. También declaró Federico Ibáñez, en cuya casa estaba Daniel Kurlat, dirigente de la misma agrupación, cuando fue secuestrado.
› Por Alejandra Dandan
“¿Puedo decir algo más?”, le preguntó Elena Zunino a la presidenta del tribunal cuando la jueza había dado por concluido su testimonio. “Siento que yo vine a declarar también como víctima y como sobreviviente de esta situación de terror en la que vivimos los argentinos –dijo–. Quiero agradecer que se esté desarrollando este juicio porque realmente hace quince días que no duermo, que estoy tratando de recordar para rendirles homenaje a mi hermana y a Raúl (Rossini, el esposo) y en ellos a todos los compañeros que no tienen voz, que fueron callados por la represión. Aunque esto haya sido doloroso, algo de reparación siento en mi alma, algo hice, muchas gracias.”
El juicio a los marinos de la Escuela de Mecánica de la Armada avanza en la reconstrucción de una serie de caídas de la columna norte de Montoneros. Es la llamada “segunda caída”, que se produjo a partir de diciembre de 1976, luego de un rearmado de la organización tras los primeros secuestros posteriores al golpe de marzo. Uno de los militantes más buscados en diciembre era Daniel “El Monra” Kurlat, jefe de la columna norte, secuestrado finalmente el 9 de diciembre de 1976 con su hija, ella introducida en la ESMA y él visto moribundo en el centro clandestino. En los días siguientes se desata una feroz persecución que alcanza, entre otros, a Lidia Zunino. Ella pertenecía a ese mismo espacio político. Estaba casada con Raúl Rossini, también de Montoneros. Eran de San Juan. Ya estaban en Buenos Aires. Lidia era responsable de prensa y propaganda en zona norte. A ella la secuestraron el 10 de diciembre de 1976. La llevaron a la ESMA. A Raúl lo secuestraron en enero de 1977. No fue parte de esta “segunda caída”, fue situado por un sobreviviente en Campo de Mayo, pero también aparece en el listado de víctimas de la ESMA.
La audiencia de ayer tuvo a esos tres nombres en el centro. Primero declaró Elena Zunino, la hermana de Lidia, y luego otro de los secuestrados del caso, Federico Ibáñez, secuestrado por la Marina y la persona que había refugiado a Kurlat. Todos los casos están atravesados por uno de los ejes que empieza a ser investigado en el juicio, a partir, entre otros datos, de documentos desclasificados de la ex Dipba. Los expedientes dan cuenta de una articulación entre Campo de Mayo y la Marina, hasta ahora no trabajada en forma suficiente, según los fiscales. Eso abre la posibilidad de indagar sobre desplazamientos de hombres del Ejército al interior de la ESMA, en los interrogatorios y traslados de prisioneros.
Lidia y Raúl estudiaban en la Universidad Católica de San Juan, de donde fueron expulsados por sus ideales políticos. Luego de recorrer distintas provincias, ya perseguidos, en 1976 se establecieron en Buenos Aires. La hermana de Lidia, Elena, que a su vez era perseguida con su propia familia, se alojó durante treinta días en casa de ellos. “El contacto que tenía con mi hermana y su marido era muy familiar y afectuoso, pero evidentemente dada la represión, nos veíamos muy de vez en cuando y con mucha discreción”, explicó. La casa donde estuvo “no sé dónde era exactamente, porque por cuidados cerrábamos los ojos antes de llegar”. Supo que estaba sobre la calle Edison, cerca de la Panamericana, y que fue la misma casa desde donde secuestraron a su hermana, en medio de un operativo que describió como impresionante. “Raúl nos hablaba que habían sido los de la Armada. ¡Era la Armada, era la Armada!, nos decía. Aparentemente, mi hermana se defendió con mucha dignidad. Y él nos habló con mucha congoja, porque en ese momento tuvo un dilema muy grande: o entraba a ayudarla y a morir con ella o se iba a buscar a su hijo y salvaba a su hijo, que estaba en una guardería. Optó por lo segundo, sé que se fue con un peso enorme al haber visto lo que estaba pasando con su mujer.”
Durante la declaración, en la sala, Elena se detuvo más tarde en la caída de Rubén. Una noticia que conoció a través de la radio y luego vio publicada en diarios. A este punto ella volvió varias veces para criticar al modo en el que las empresas de medios se referían a la figura de los militantes.
“Nos enteramos de que cae Raúl por el diario y por supuesto que allí decían ‘extremista abatido’, ‘delincuentes’, ‘subversivos’ y en realidad no decían nada o decían lo que no era verdad.” Cuando secuestraron a su hermana, también apareció la noticia en los diarios. “Tanto en Clarín como en Crónica al día siguiente explicaron que ‘sediciosos’ habían sido ‘abatidos’, cuando en realidad no necesariamente era así en todos los casos, no fueron ni muertos, ni abatidos, eran tomados como prisioneros.”
Durante la dictadura, la madre de Zunino, convencida de que su hija estaba en la ESMA, se acercó al centro clandestino. “Tampoco se sabía qué quería decir todo eso, ella quería que al menos le dijeran dónde estaba su hija, viva o muerta.” Ahí no la dejaron avanzar. Como otras madres, visitó al vicario castrense Emilio Graselli. Ese hombre que sigue sin ser investigado, la segunda vez que la vio, le dijo en tono de advertencia: “Señora, usted tiene otras tres hijas”. En 1984 supieron por las primeras sobrevivientes que Lidia había estado en la ESMA. En 1995 o 1996 lo confirmaron a través del testimonio de otra sobreviviente, les dijo que Lidia había llegado muy herida y al poco tiempo “fue trasladada con lo que ello significaba: no trasladada a otro campo, trasladada seguramente en un vuelo de la muerte”.
De Raúl supieron que estuvo en Campo de Mayo por el testimonio del sobreviviente Cacho Scarpa-tti, pero ayer Elena supo además que su cuñado pudo haber estado también en la ESMA. Raúl y Lidia tuvieron un hijo: Juan Martín, de dos años y medio cuando secuestraron a sus padres. Una de las últimas veces que Elena vio a Raúl le pidió un teléfono para ubicar al niño si él tenía problemas. Raúl les dio un teléfono. Lo memorizaron y destruyeron. Cuando secuestraron a Raúl, llamaron al número. “En un primer momento negaron que estuviera ahí. El nivel de terror era grande para esa familia, de hecho, después supe que habían tenido problemas. Mi madre buscó a Juan Martín por todas las instituciones en que podía estar. Y como a los tres meses volvimos a hablar a esa casa y por suerte nos atendieron muy bien, reconocieron que estaba ahí y que no tenían mayores datos, sólo que la familia era de San Juan.”
–¿Recuerda dónde era la casa? –preguntó una querella.
–La casa de nadie, nadie iba a la casa de nadie.
Apenas se sentó, Federico Ibáñez dijo: “Quiero anticipar que yo traté de recordar y es difícil recordar después de treinta y pico de años (...) Y cuando empecé a buscar en la guía Filcar no quería recordar, hay dolor para recordar, hay años que dificultan para recordar, quiero que quede claro”. A Federico lo secuestraron el 9 de diciembre de 1976. Y su testimonio permitió en la causa probar el secuestro de Kurlat. Kurlat estaba alojado en su casa de la calle Arce, hasta donde los marinos lo llevaron en un operativo. “Yo estaba tranquilo porque estaba convencido de que no iban a encontrar a nadie, ni al jefe de la columna norte ni a mi familia y no fue así, desgraciadamente. Mi señora se había ido con mis hijas, pero no le había avisado de lo ocurrido a Monra. Punto”, dijo después. “Ahí lo mataron, hubo un tiroteo que fue terrible.” El hombre explicó que pudo verlo ubicado desde una casa vecina y “después me llevaron de vuelta a la ESMA”. Cuando le preguntaron qué pasó con el Monra, él dijo “para mí lo habían matado, era imposible pensar otra cosa”.
Según los datos de la causa, a Kurlat le dispararon con un FAL en los riñones y entró agonizante a la ESMA. Graciela García habló de ese día en su declaración. Dijo que escuchó a una nena, que después supo que era su hija Mariana, gritar: “Quiero ir con mi papá”. Mercedes Inés Carazo, su esposa, estaba ya como prisionera en la ESMA. Y entre los hombres señalados como responsables de su muerte está el mayor del Ejército Juan Carlos “Maco” Coronel. El testigo ubicó a Coronel como el hombre que comandó su propio secuestro, así como interrogatorios en la ESMA. Esto también está relacionado con la hipótesis que investiga la articulación entre Campo de Mayo y la ESMA.
Durante los próximos días, el debate judicial continuará en esta línea. Los nombres de las víctimas de la “segunda caída” son muchos otros. Una de las pruebas que señala que el grupo de tareas de la ESMA tuvo responsabilidad en el secuestro de estas personas es el documento de la ex Dipba que da cuenta del operativo a Kurlat. Allí indican que son anoticiados a través de la comunidad informativa que “Daniel Kurlat (...) habría sido detenido por efectivos militares pertenecientes a la Escuela de Mecánica de la Armada (Area 420) sin intervención de fuerzas policiales. Se deja constancia que con respecto a la suerte corrida por el citado Kurlat se ignora si el mismo fue abatido o se encuentra en poder de fuerzas militares”. El documento data del 11 de diciembre. Una serie de recortes de diarios vincularon en aquel momento esa caída con las que se desataron en días posteriores. Y allí hay otro dato que también contribuye a la hipótesis que se investiga: los diarios citan como fuente al “Comando de Zona 1”.
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