EL PAíS › OPINIóN
› Por Raúl Kollmann
Como era de esperar, la ciencia empezó a definir el caso del asesinato de Angeles Rawson. El hallazgo del patrón genético del encargado en la uña del índice de la mano derecha pone a Jorge Mangeri en una situación aún más delicada que la que ya tenía. Los arañazos que el encargado tenía en el cuerpo y que, según los médicos forenses, fueron producto de la defensa de la chica, ya eran una prueba muy determinante. En ese terreno falta la confirmación de una junta médica dispuesta por el juez Javier Ríos, pero en la causa consta un dictamen firmado ya por cuatro forenses, encabezados por el doctor Alfredo Sapag.
La imputación que la fiscal Paula Asaro le hace al encargado no se basa sólo en el ADN. Es un conjunto de pruebas que van en el mismo sentido:
Está la imagen de una cámara en la que se ve a Angeles sacando las llaves para entrar al edificio. Al mismo tiempo, la doméstica, Dominga, dice que nunca llegó al departamento. Esto indica que los hechos sucedieron dentro de Ravignani 2360, ámbito en el que estaba Mangeri ese día.
El cuerpo de la chica aparece en la basura, dentro de una bolsa de residuos, una soga con dos vueltas alrededor del cuello y una bolsa de supermercado tapándole la cabeza. El manejo de la basura obviamente lo realizaba el encargado.
Mangeri y su esposa entraron en contradicciones sobre las actividades del encargado el lunes y el martes.
El encargado suplente declaró en contra de Mangeri. No sólo dijo que lo vio nervioso, pálido, sino que advirtió contradicciones en referencia a un trabajo que tenía en un edificio vecino.
Pero todos éstos serían indicios sin ninguna importancia si no fuera por los rasguños que Mangeri tiene en el cuerpo. Al menos por ahora, hay médicos que son categóricos en que son lesiones producto de una defensa de alguien.
Casi redondeando, está el ADN en la uña de Angeles.
Como se ve, es un cuadro que tiene numerosos elementos de prueba. No hay una sola evidencia.
Además de semejante carga de prueba, la fiscal asentó en un acta, con la firma también de su secretario, que Mangeri se autoincriminó. Pensando que las contradicciones con su esposa podían terminar con una acusación contra ella, el hombre se quebró y dijo que fue él y que su esposa no tuvo nada que ver. Es una confesión que no tiene valor judicial, pero existió.
Durante la autopsia, como es habitual, se hizo un recorte de las uñas de Angeles. Esas uñas recortadas se ponen en sobres de papel, que se cierran y las firman los médicos sobre la cinta plástica con la que los sellan.
El propio cuerpo médico forense de la Corte Suprema –que hace las autopsias– decide dónde se hace el estudio de ADN, que consiste en una especie de raspado para obtener el material genético y luego un proceso por el cual se obtiene el perfil. El cuerpo médico forense tiene su propio laboratorio, pero a veces manda a hacer los estudios a la Facultad de Bioquímica, cuyo laboratorio está a cargo de una autoridad internacional, el doctor Daniel Corach.
Todos los especialistas coinciden en que no hay chances de que se haya plantado material biológico en una uña que se analizó durante la autopsia, cuando el encargado no estaba ni siquiera sospechado.
De acuerdo con lo revelado por el abogado de la defensa, Marcelo Biondi, en el expediente hay un informe que indica la existencia de dos perfiles genéticos en la soga que Angeles tenía alrededor del cuello. Este diario no pudo confirmar el dato, pero sí accedió a una imagen de esa cuerda y está claro que se trata de una soga muy usada, no nueva. De manera que nada tiene de particular que haya ADN de una persona o más, lo que no significa que se trate de los que asesinaron a Angeles. No se va a tratar de una prueba concluyente.
La existencia de dos perfiles genéticos en la soga no implica que haya participado más de una persona en el homicidio. El criminalista Raúl Torre, en su libro Perfiles criminales, exhibe numerosas fotos de cuerpos que fueron transportados por una sola persona. Inclusive hay un caso muy similar, de una chica que metieron en una bolsa de residuos y que fue sacada del lugar del crimen por un único individuo. “Está probado hasta el cansancio que un hombre puede manejar el cuerpo de una mujer y moverlo de un lado a otro”, le dijo Torre anoche a este diario.
De manera que habrá que determinar si hubo colaboración o no en el caso de Angeles. Ayer, los abogados de Mangeri intentaban reducir su responsabilidad, admitiendo que tal vez colaboró en el encubrimiento o sea en arrojar el cuerpo a un contenedor de basura.
Al terminar la jornada, uno de los pocos argumentos que esgrimía la defensa es que Mangeri fue secuestrado el jueves 13, lo golpearon, le infligieron las lesiones, lo amenazaron de tal manera que se asustó y por eso terminó autoincriminándose. Mangeri no hizo la denuncia ese jueves, el viernes declaró ante la fiscal y los médicos dijeron que las lesiones tenían entre tres y cinco días de antigüedad, o sea que podían corresponder al momento del asesinato. El sábado 15, el juez fue a ver a Mangeri y delante del defensor oficial, Carlos Garay, le preguntó si quería hacer la denuncia por apremios ilegales. Dijo que no. El lunes, nuevamente el juez estuvo con el encargado y con el defensor oficial. Hubo una nueva consulta sobre la cuestión de los apremios ilegales y nuevamente no se hizo la denuncia.
Al decir de la defensa –los doctores Miguel Angel Pierri y Biondi–, el encargado quedó tan asustado que se autoincriminó. Pero tal vez lo más serio es que ayer uno de los letrados dijo que fue presionado por la fiscal, llevándolo a una habitación aislada, para hacer esa confesión.
Al caer la noche, los abogados tendieron inclusive un manto de sospecha sobre el ADN y dejaron entrever que sus peritos van a estudiar “si fue plantado”.
En síntesis, un enorme complot que –todavía no queda claro– tiene el objetivo de ocultar la responsabilidad de alguien y echarle la culpa al encargado.
La realidad es que nadie es culpable hasta que así lo declare un tribunal y la eventual condena sea confirmada. Y en el caso Angeles, además, hay numerosos estudios cuyos resultados todavía faltan: pelo en el subsuelo, en un zapato del encargado, estudios sobre la bolsa, la soga, más testigos.
El ADN encontrado en la uña de la chica es una prueba que en la fiscalía consideran concluyente. Igual, el trabajo de la fiscal Asaro y el juez Ríos obviamente continúa. La investigación no está terminada y el círculo de la pesquisa no está cerrado.
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