EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
El intento de la lista de Sergio Massa de aparecer como kirchnerista crítica, o una especie de kirchnerismo sin Cristina, expuso su flanco vulnerable. La necesidad de mantener y ganar votos del kirchnerismo implica suponer que pueden perder mucho respaldo si se plantean una confrontación abierta con el oficialismo. Es un problema que afecta al mismo Massa y al intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi. En el 2011 los dos obtuvieron más del 70 por ciento de los votos, beneficiados en gran parte por la fuerte elección de Cristina Kirchner en el país y en especial en el conurbano. Los massistas afirman que aumentarán esa marca en estos comicios, pero si fuera así no se entiende la razón de que aparenten una identidad cuasi kirchnerista que en realidad no comparten.
En esa cifra de más del 70 por ciento que obtuvieron Massa y Giustozzi hay un porcentaje importante de voto kirchnerista puro, en especial entre los pobladores más humildes. Massa tiene una estructura territorial con más capacidad de contención, pero Giustozzi puede perder buena parte de ese caudal. La construcción electoral de la imagen de Massa es diferente, en cambio la de Giustozzi se basó siempre en su adhesión a la Presidenta. Su apuesta al massismo tiene mucho riesgo porque aparece como un giro desleal a su discurso anterior. Lo mismo le puede suceder a Gabriel Katopodis en San Martín. Al igual que Giustozzi, formaba parte del grupo de intendentes más cercanos al ministro Florencio Randazzo. Pero el intendente de San Martín fue compañero de estudios de Massa de quien recibió un fuerte espaldarazo en su campaña del 2011, aunque la mayor parte de su caudal electoral obedeció a que iba colgado de la boleta de Cristina Kirchner. Estos intendentes están obligados a no aparecer como antikirchneristas. Por lo pronto, ya se produjeron numerosas renuncias de funcionarios en los tres distritos. Cuando anunció que se sumaba a la lista de Massa, a Katopodis se le fueron 18 dirigentes de distinto nivel en su intendencia, incluyendo a varios concejales.
De las 24 intendencias del conurbano, tres no eran kirchneristas y ahora, con las seis que sumó Massa, serán nueve, en tanto que el kirchnerismo mantiene las quince restantes. De las tres no kirchneristas, dos respaldarán a Massa y la otra a Francisco de Narváez. Seguramente Massa presentará lista con menos aspiraciones en los demás distritos donde funcionó como la ambulancia que recoge los heridos que fueron quedando de los armados del oficialismo.
La presentación de Massa taponó el despegue de Francisco de Narváez y de Mauricio Macri. El macrismo optó rápidamente por arreglar con el massismo e incorporó candidatos a sus listas. Pero De Narváez quedó afuera y su espacio corre serio riesgo. Las ambiciones de Massa están puestas en la Casa Rosada para el 2015. A De Narváez le queda alguna expectativa para jugar por la gobernación de la provincia de Buenos Aires en el 2015, pero si en estas elecciones sus votos son absorbidos por el massismo será poco lo que pueda planificar para el futuro. Y Macri ni siquiera pudo presentar lista propia en el distrito bonaerense, lo que prácticamente acaba con sus ambiciones presidenciales. Le quedan dos años al frente de la Ciudad de Buenos Aires y después deberá optar por el retiro o por un cargo legislativo. Es probable que si en el 2015 se repite este escenario, ceda sus votos a Massa, como hizo ahora.
Las campañas de De Narváez y del FAP insistirán en que el Frente Renovador de Massa es una colectora del kirchnerismo. Por el contrario, desde el oficialismo se dirá que es antikirchnerista. El intendente de Tigre es vulnerable por ese fuego cruzado. Fue funcionario del gobierno nacional y la composición de su lista es todo lo contrario a cualquier imagen kirchnerista. Massa repite que mantendrán “todo lo bueno” y cuestionarán “lo malo”. Y cuando enumera “lo malo”, prácticamente no queda nada en pie. No puede estar en contra de la Asignación Universal por Hijo, pero en realidad, la puesta en práctica de esta medida fue gestionada por Amado Boudou después de que el mismo Massa despreciara la estatización de las AFJP.
Mal que les pese a De Narváez y al resto de la oposición bonaerense, el único sentido que tiene el Frente Renovador es como lista opositora. El barniz ecléctico tendrá poco tiempo de duración. Las listas massistas ya recibieron el respaldo del ex vicepresidente Eduardo Duhalde, pese a que había comprometido su apoyo a la lista del Momo Venegas. La familia Quindimil en Lanús y el viejo aparato antikirchnerista bonaerense también le dieron su aval al igual que los Gordos de la CGT Armando Cavalieri y Oscar Lescano.
Reivindicando su origen en la vieja UCeDé, Massa integró a tres dirigentes macristas a sus filas y recibió el apoyo del intendente de Vicente López, Jorge Macri, además de incorporar al ex lilito Adrián Pérez, otro rabioso antikirchnerista. Todos ellos se han opuesto a todas las medidas de este gobierno. La presencia del ex gobernador Felipe Solá subraya en este contexto su rechazo a la 125 y su respaldo a las patronales rurales. O Ignacio de Mendiguren, el responsable de la gran devaluación duhaldista que favoreció al capital concentrado. La presencia de una periodista del Grupo Clarín en otro marco no tendría por qué llamar la atención. Pero en un momento de tanta polarización, la participación de Mirta Tundis constituye un mensaje muy claro a la principal corporación opositora.
No hay representantes de derechos humanos o dirigentes progresistas o gremialistas combativos. Todo lo que llega a la lista de Massa lo hace desde un costado conservador. No hay alianzas hacia el centro, hacia la izquierda o el progresismo, pero allí están el macrismo, el viejo menemismo, los Gordos y varios guiños de complicidad a las patronales rurales, al capital concentrado y al Grupo Clarín. Massa no quiere aparecer confrontando con el kirchnerismo, pero su alianza expresa todo lo contrario. Ni siquiera se puede entrever una vocación mínimamente progresista o de equilibrio. Es una alianza que se ubica en la centroderecha y trata de mimetizarse con un discurso ambiguo. Quizá la principal derrota de De Narváez y Macri no sea el hecho en sí de la presentación de otra lista en su mismo espacio electoral, sino que Massa les ha arrebatado el padrinazgo de los factores de poder para convertirse en la gran esperanza blanca para una ofensiva neoconservadora. Expresa un intento más sutil de reconstruir ese populismo conservador que a su manera representó tan bien Carlos Menem con un discurso “modernista” y eficientista que presentaba como políticas de cambio a las medidas más regresivas y antipopulares, como las flexibilizaciones laborales o las privatizaciones.
La presentación de Massa está poniendo en juego a los protagonistas y a los posibles escenarios de las elecciones del 2015. Una de las pocas consignas que se conocen de Massa es su oposición a la re-reelección, algo que tiene gancho para el antikirchnerismo, pero que ya ha sido dejado de lado por la Presidenta. Usar esa consigna aparece más como demagogia antikirchnerista que como propuesta de gobierno.
En esa frase de que se mantendrá lo bueno y se cuestionará lo malo, se desliza que lo malo esencialmente es la confrontación. O sea que lo bueno serían las políticas sociales del kirchnerismo, ya que nadie cometería el suicidio de criticarlas en una campaña. Y lo malo sería la confrontación. Es decir que se mantendrían las políticas sociales pero sin confrontación. Nadie ha respondido hasta ahora cómo se puede sacar de un lado para poner en el otro sin confrontar con el que se le saca. El que no está dispuesto a confrontar no está dispuesto a sacarle nada a nadie, lo cual quiere decir que no está dispuesto a repartir en forma equitativa.
Tras los gobiernos del menemismo y la Alianza quedó demostrado que en una sociedad con desequilibrios y desigualdades, la intervención del Estado es necesaria para regular, equilibrar y proteger a los más débiles. Pero la intervención del Estado genera confrontación. El que no está dispuesto a confrontar tampoco está dispuesto a que el Estado intervenga para generar reglas de juego más democráticas. La historia ha demostrado al mismo tiempo que los gobiernos que han realizado políticas sociales y han democratizado la economía y la cultura han sido siempre acusados de confrontativos, aunque lo hicieran con el mayor respeto al juego democrático. En cambio, los que acusaron de confrontativos a esos gobiernos, cuando los reemplazaron, no solamente no tuvieron políticas sociales progresivas, sino que además fueron más confrontativos y represivos.
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