Lun 21.07.2003

EL PAíS

Kirchner por el mundo

Cuatro opiniones sobre lo que el Presidente puede enfrentar en Washington y qué debería hacer.

Darío Alessandro, diputado Nacional. El rush inicial de Kirchner pasó de la política doméstica a la internacional con la misma impronta: decisión, frontalidad, necesidad de marcar autoridad y la existencia de un nuevo rumbo. Estos gestos iniciales sirven para construir poder y respaldo interno. Ahora bien, ¿son igualmente válidos en el campo de las relaciones con los poderes externos, indiscutiblemente más fuertes? Pese a los temores de algunos, su plantada en Europa provocó más respeto que críticas; allá también saben que la nueva relación entre sus intereses y el Estado y la sociedad argentinas deberá realizarse sobre nuevas bases, que deberán resignar posiciones y que el clima que les fuera tan favorable en los 90 es irrepetible. ¿Será igual con Bush? Seguramente Kirchner marcará su posición y sus diferencias con la postura imperialista del presidente norteamericano y con el fundamentalismo de derecha que impregna la política republicana. Pero también seguramente tendrá en cuenta su influencia en las actuales negociaciones con el FMI, el poder de la economía estadounidense, y la convicción de que en el seno mismo de la sociedad estadounidense existe una visión política y económica diferente y con mayores puntos de encuentro, que es la expresada por los demócratas. Kirchner está construyendo con éxito una nueva autoridad con consenso interno y, a partir de éste, respeto externo. No es poco. Desde estas bases se podrá establecer una nueva relación con los poderes mundiales, iniciando un camino de mayor dignidad y provecho para el país. Para ello deberá transitarse por un camino más complejo, pero a la vez más serio y maduro, que el de la mera repetición de las relaciones carnales o el de la simple condena, primaria e inútil, a la globalización.

Atilio A. Boron, sociólogo. La gira del presidente Kir-
chner a Europa tuvo un desenlace inesperado: la insólita invitación a entrevistarse con el presidente Bush en Washington. Insólita porque ninguna visita de un jefe de Estado a otro se organiza de este modo, y porque nada hay en la relación de la Argentina con los Estados Unidos que revista tal urgencia ni que justifique una invitación tan abrupta como la que se le extendiera al gobernante argentino. Desde la Casa Blanca se dijo que Bush y Kirchner “debatirán la importante alianza bilateral entre Estados Unidos y la Argentina, así como los mecanismos tendientes a trabajar juntos con el fin de impulsar el crecimiento económico y la prosperidad, promover la paz, la libertad y la estabilidad”. Ahora se ve más claro. Bush está en graves apuros y quiere buscar aliados donde pueda y como sea. Descubrió el emperador que la alianza con la Argentina es “importante”, aunque no nos dice por qué ni desde cuándo. En todo caso, conviene recordar que la Argentina no tiene alianza alguna con los Estados Unidos, ni tiene por qué tenerla. Basta con una relación seria y respetuosa. Por eso más que una invitación de Bush se parece mucho a una orden. Pese a ello Kirchner no tiene otra alternativa que aceptar el convite. Negarse sería estúpido e inconducente. Allá el norteamericano le va a decir que necesitan trabajar juntos. “Lo vamos a ayudar en su negociación con el FMI, pero necesito que usted trabaje conmigo para luchar contra el terrorismo internacional, para estabilizar la caótica situación en Colombia, para aislar definitivamente a Cuba, y para avanzar con el ALCA, llave segura del progreso de las Américas”, le dirá el tejano mientras le guiña un ojo al argentino y le aplica un suave uppercut en la rodilla. “Además –insistirá el emperador–, podemos abrir una vía como la que les dimos a los chilenos con la firma del TLC, mientras ustedes siguen peléandose con los brasileños por el Narcosul, Marketsur, o, Condoleezza, ¿cómo se llama eso? Solos podremos avanzar más rápido, y nos entenderemos más fácil. Olvídese del MercoSouth, y también de esa tontería de regular el flujo financiero internacional, obligándolo a quedarse seis meses en la Argentina. Haga como Lula y le irá muy bien. Mire como todo el mundo lo elogia, igual que a Menem en los noventa. Claro que, para sellar este acuerdo, necesito una ‘prueba de amor’. Tengo muchos problemas en Irak porque a nuestro aliado –perdón, eso fue en los ochentas, al son of a bitch de Saddam– se le dio por matar a mis mercenarios y necesito reforzar la coalición, así que mándeme un destacamento de los suyos. Sólo necesito unos pocos hombres para poder agregar el nombre de su país a la coalición. Ah, además tengo que monitorear mejor South America así que le voy a pedir ayuda para instalar algunas bases para fines pacíficos: radares, asesores militares, controlar a los narcos, etcétera.” En ese momento ojalá que Kirchner se acuerde de varias cosas. Primero, de lo que dijera Colin Powell en relación al ALCA: “Nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Artico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio”. Segundo, que si le dice que no al cowboy la Argentina no corre peligro alguno ni pagará precio alguno por su negativa. Esas perversas tonterías acuñadas durante los años de Menem fueron sólo piezas del chantaje imperial y nada más que eso. Chile y México hicieron algo mucho más grave: desairaron a Bush en el Consejo de Seguridad y nada ocurrió. Semanas más tarde Chile firmaba el TLC con los EE.UU. Tercero, que para que la Argentina salga de su crisis no necesitamos para nada reforzar nuestros lazos con los EE.UU. Eso ya lo hizo Menem, y así nos fue. Tampoco precisamos del FMI y sus consejos. Ya le hicimos caso y así nos fue. Obviamente, no es necesario ir a Washington y ser descortés con el anfitrión. Luego de eso, apretón de manos, sonrisas para la foto y bye bye!

Carlos Escudé, especialista en relaciones internacionales. George W. Bush, el primus inter pares de los mandatarios occidentales, ha citado perentoriamente a Kirchner para conversar sobre la alianza bilateral entre ambos estados. La respuesta a por qué el apuro es conjetural. No obstante, hay pistas claras. Muy pronto, un acuerdo de mediano plazo entre la Argentina y el FMI estará listo para la firma y Bush tendrá que tomar una decisión política: ¿hará un guiño para que el acuerdo se concrete o bajará el pulgar? Bush quiere conversar con Kirchner porque las orientaciones de nuestro gobierno son ambiguas y los norteamericanos no saben qué hacer con la Argentina. Nuestro país tiene casi todo en contra. Es poco relevante para los Estados Unidos y su grosero endeudamiento no guarda proporción con sus recursos naturales por habitante. Sin embargo, antes de negarnos ayuda Bush debe ponderar que el caos global es, en estos momentos, muy peligroso, y que si es posible rescatar la alianza concertada durante la década de 1990, más vale salvar a nuestro país. Bush pondrá a Kirchner en la encrucijada de decidir si somos o no aliados de Estados Unidos, y por lo tanto si somos o no merecedores de su apoyo. ¿Cómo se determina si somos o no sus aliados? Para esto hay que ponderar las actitudes argentinas respecto de varias cuestiones. En primer lugar está la cooperación en la lucha contra el terrorismo. Es el tema más importante pero no es una ficha de negociación, porque si esta cooperación se pone en duda siquiera un instante, seríamos aliados potenciales del terrorismo.
Otro tema que podemos relativizar es el del ALCA. En la medida en que Lula ya ha sido aceptado como un amigo por los Estados Unidos, de última éstos tolerarán que la Argentina siga a Brasil en temas comerciales.
¿Qué queda entonces para medir la vigencia de la alianza? Dos temas pueden hacer la diferencia. El primero es el reconocimiento de inmunidad para los Estados Unidos frente a las eventuales acusaciones de crímenes de guerra. El gobierno norteamericano ya ha sancionado a más de 40 países que se han negado a reconocerle un estatus especial. No lo ha hecho aún con la Argentina precisamente en virtud de su carácter de aliado extra OTAN. Pero seremos puestos entre la espada y la pared. La otra prueba estribará en si la Argentina aportará fuerzas de paz en Irak o si se negará a hacerlo porque no estarán bajo el paraguas de las Naciones Unidas. La Argentina, ¿es un aliado o no lo es? Si las respuestas de Kirchner indican que sí, podrá merecer el guiño que necesita para que el FMI avance hacia el acuerdo. Si sus respuestas demuestran que no, el acuerdo será obstaculizado y nuestro gobierno podrá terminar optando por una aventura confrontativa que lo pondrá más cerca de Chávez y de Castro que de Lula y de Lagos.

Marcelo Stubrin, diputado Nacional. Es bueno que el presidente Kirchner tenga oportunidad de conversar mano a mano con el presidente de los EE.UU. Hay un viejo y profundo debate que enfrenta la diplomacia de intereses con la de principios. Los argentinos no podemos retroceder, en materia de política internacional no hay mejor forma de defender los intereses que apegarse a los principios. A continuación trataremos de aplicar esta regla general:
u Seguiremos siendo líderes en la construcción de confianza y amistad con los vecinos. Las relaciones en materia de defensa, seguridad y cooperación en materias tecnológicas sensibles son óptimas y serán profundizadas.
u Nuestra participación en las nuevas instituciones del derecho internacional como la Corte Penal Internacional y el protocolo de Kyoto son irrenunciables y forman parte de nuestra concepción del mundo, en este sentido merecemos idéntica consideración que los grandes países europeos.
u Nuestra presencia activa en los programas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas es esencial para nuestra visión sobre el papel y el tipo de entrenamiento que deben recibir las Fuerzas Armadas.
u Negociamos de manera simultánea con Europa y con EE.UU., el libre comercio empieza cuando nos garanticen acceso a mercados, recién entonces –demolidos los subsidios– sabremos si el ALCA nos conviene o nos perjudica.
u La lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, el lavado de dinero y otros delitos internacionales pertenecen a la agenda nacional y regional, no cambiamos control del espacio aéreo por préstamos blandos, nuestra prioridad es defendernos de estas amenazas que ya nos golpearon duramente. Conocemos nuestras vulnerabilidades y las de nuestros vecinos y nos concentramos en robustecer nuestra seguridad.
u La democracia no es sólo un conjunto de reglas que regulan mayorías y minorías, es también un compromiso de asegurar bienestar a la población y crecimiento a la economía, de otro modo sucumbe. Por lo tanto, nuestra adaptabilidad competitiva a las tendencias de la economía mundial depende en gran medida de la construcción de una atmósfera de crecimiento.
u Las inversiones y la negociación exitosa de la deuda llegarán como consecuencia de sostener políticas serias y previsibles, pues la sumisión nunca dio buenos resultados, prueba de ello es que todos los gobiernos títeres tienen poblaciones oprimidas.

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