EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
“Desde que la oposición controla el Congreso cada tres meses tenemos una crisis económica.” No lo dijo Cristina Kirchner. Lo afirmó el presidente norteamericano, Barack Obama, a quien la oposición le rechaza el presupuesto para lograr que el mandatario postergue por lo menos un año la reforma del sistema de salud que empezó a aplicarse el jueves. Estados Unidos está en plena crisis porque los republicanos no le aprueban el presupuesto a Obama. En Argentina, en cambio, a pesar de los oráculos agoreros de la oposición, el proyecto de ley de Presupuesto 2014 ya fue aprobado por Diputados y el jueves por un plenario de comisiones del Senado. El miércoles será debatido en el recinto de la Cámara alta.
Son dos países distintos, pero con problemas parecidos en lo que se refiere a los relacionamientos entre mayorías y minorías. En Estados Unidos, en un sistema bipartidista, mayorías y minorías son absolutas así que el oficialismo ni siquiera puede hacer acuerdos con terceras fuerzas como sucede en el resto del planeta. Allí es más común que legisladores de una u otra fuerza en determinadas votaciones no coincidan con sus colegas, lo que no está mal visto.
Cristina Kirchner ha usado estos paralelismos, sobre todo porque aquí el Presupuesto 2014 todavía está en trámite parlamentario y la oposición hizo todo lo posible para evitar su aprobación. Aquí también hay una diferencia. Cuando el oficialismo anunció que enviaría el proyecto de ley al Congreso, la oposición argentina, en todas sus variantes, aseguró que el oficialismo no iba a poder aprobarlo. Se congratuló por adelantado porque el proyecto no pasaría la Cámara de Diputados. Después de los resultados de las PASO, la oposición cometió el error de volver a subestimar al oficialismo. Y otra vez fueron empujados como siempre por los grandes medios, que se encargaron de publicar numerosos artículos con especulaciones y poroteos sobre la forma en que se distribuirían los votos en el Congreso. Todas las cuentas que hacían le daban mal al oficialismo. Sentenciaron que no iba a conseguir quórum y que para aprobar la prórroga del impuesto al cheque necesitaba una “imposible” mayoría especial. Crearon de esa manera un clima triunfalista que se presentaba como continuidad de los resultados en las PASO. Y suponían que iban a encontrar al Gobierno con la guardia baja.
A diferencia de los Estados Unidos, aquí el oficialismo consiguió todos los votos que requería, desde el quórum, pasando por la mayoría común, hasta la mayoría especial que se le reclamó. Consiguió la presencia de varios diputados de la oposición para el quórum, e incluso contó con el voto de varios de ellos, además del de sus aliados más frecuentes. A pesar de que durante todas las PASO viene declamando que no hará antikirchnerismo cerril, el flamante bloque de diputados que responde al intendente del Tigre, Sergio Massa, dejó en claro que esa definición es puramente electoral porque fue el discurso más agresivo en el debate.
En Estados Unidos, la oposición republicana logró rechazar el presupuesto. En este caso no tuvieron la presión mediática que se dio en Argentina. Allí la presión provino del sector más derechista del Partido Republicano, el Tea Party, que arrastró el voto de la mayoría de los conservadores moderados.
En la mayoría de los sistemas con Parlamentos, obstruir la aprobación del presupuesto es romper una regla no escrita de convivencia entre mayorías y minorías o entre oficialismo y oposición. El presupuesto es una especie de programa de gobierno. Este reglamento no escrito de convivencia establece que la oposición plantea sus objeciones pero no obstaculiza esta norma sin la cual es muy complicado gobernar. El acuerdo se quiebra sólo cuando se estima que hay un riesgo institucional o económico importante. No es esa la situación de Argentina, que desde hace diez años tiene mejores indicadores económicos que cualquiera de los gobiernos democráticos anteriores.
El fracaso de la oposición en Argentina fue doble. En principio porque no pudo impedir que el Gobierno apruebe sus proyectos de ley tal como los había enviado, sin tener que cambiarles ni una coma. Pero el fracaso fue doble porque realmente con ese fracaso cortaron el clima ganador que habían tratado de generar después de las PASO. Las profecías triunfalistas son muy destructivas para quienes las formulan y después no las pueden concretar. Fue una estrategia errada que le devolvió la iniciativa al Gobierno a pesar del poco resultado que había obtenido en las primarias.
Tanto en Estados Unidos como aquí, esta norma de convivencia democrática sólo se transgredió con gobiernos que plantean cambios progresivos en la sociedad. Ha sido siempre la derecha la que no ha respetado los marcos de convivencia democrática.
La principal propuesta electoral de Obama fue una reforma de salud que trata de democratizar un sistema que deja afuera a los pobres. La ley que ya fue aprobada regula fuertemente a las empresas de seguro y de medicina privadas para facilitar el ingreso al sistema de 48 millones de norteamericanos pobres. El Tea Party calificó de “comunista” y de “populista” a la propuesta. Sus activistas se asumen como “libertarios” frente al “intervencionismo estatal” que implica la regulación. Como condición para aprobar el presupuesto, los republicanos le exigen al presidente que retire los gastos que implica su reforma de salud y que retrase un año su aplicación. El sistema de salud norteamericano “libertario” –o sea el que regía hasta ahora– es conocido en todo el mundo por su crueldad. Un pobre se puede morir sin atención en la puerta de la clínica más avanzada del planeta si no tiene forma de pagar los altísimos costos.
Esta reforma fue el caballito de batalla de Obama ya desde las internas demócratas del 2008. Consiguió aprobarla después de arduas negociaciones y concesiones recién en el 2010. Pero los conservadores interpusieron recursos legales y la Corte Suprema de ese país, en una votación dividida de 5 a 4, la aprobó finalmente a mediados del 2012. Este jueves comenzaban a aplicarse las medidas de mayor impacto y los conservadores están tratando de impedirlo. Cualquier similitud con algunas leyes progresivas que afectan a grandes corporaciones, que se aprobaron trabajosamente en Argentina y que sectores de la oposición frenaron en la Justicia, no es pura casualidad. Las corporaciones y los conservadores actúan de la misma forma en cualquier parte del mundo.
En Estados Unidos la oposición pudo rechazar el presupuesto y en Argentina no, pero en ambos países equivocó la estrategia, porque en ambos actuó con el pre supuesto de que ganaba, pero estaba perdiendo. En el caso norteamericano, Obama tuvo un arranque de “terquedad kirchnerista” y mantuvo a rajatabla la aplicación de la reforma. Los republicanos calificaron de autoritaria esa actitud presidencial. Pero de esa manera los forzó, arrastrados por su ala más derechista, a concretar la amenaza con que lo chantajearon desde que asumió. Ahora han paralizado parte de la administración pública y afectaron a toda la población. Y la mayoría responsabiliza a los republicanos, no a Obama.
La oposición en Argentina facilitó los reacomodos del oficialismo que se mueve, más tarde o más temprano, con más flexibilidad. Los partidos opositores no tienen claro lo que harán en caso de obtener una mayoría propia. No encuentran una fórmula para el relacionamiento como opositor en minoría o en mayoría. Sus gestos se producen como reacción a los movimientos del oficialismo o impuestos por la presión de los grandes medios. Por esa actitud deshilvanada de la oposición el Gobierno pudo aprobar el Presupuesto sin sobresaltos. Los desprecios y malos augurios que circularon previamente quedaron como simples bravatas. El trámite que se abre en el Senado para la semana que viene se presenta más fácil que en Diputados para el Gobierno.
El antecedente de una oposición que después del 2009 sólo se unió para repartirse cargos en el Congreso y para rechazar el Presupuesto, al mismo tiempo que era incapaz de ponerse de acuerdo para un proyecto por la positiva, dejó una impronta negativa muy fuerte en la memoria social. La forma en que encaró la discusión del Presupuesto, después de haber sido favorecida en las PASO, dejó la impresión de que no ha cambiado nada.
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