EL PAíS › A TREINTA AÑOS DE DEMOCRACIA, UNA ENCUESTA ESTUDIA SU SOLIDEZ Y SUS PROBLEMAS
Nueve de cada diez argentinos prefieren este sistema a cualquier otro, más de la mitad lo ve sólido y sólo una minoría piensa que podría haber un golpe. La crisis del 2001 fue el peor momento, y Néstor Kirchner, el mejor presidente del período. La cuestión de la igualdad.
› Por Raúl Kollmann
Nueve de cada diez personas sostienen que la democracia es el sistema de gobierno preferido, 6 de cada 10 cree que las libertades democráticas argentinas son sólidas, y más del 80 por ciento piensa que es poco o nada probable que vuelva a haber un golpe. Hay miradas bastante distintas sobre cuál debe ser el contenido de la democracia, pero prima el concepto de que debe brindar igualdad de oportunidades, en especial en lo relacionado con la distribución de la riqueza. Más de la mitad considera que Néstor Kirchner fue el mejor presidente de estos treinta años y el segundo es Raúl Alfonsín. Una mayoría considera que el momento más dramático y difícil para el sistema fue la crisis de 2001.
Las conclusiones surgen de un amplio estudio realizado especialmente para Página/12 por la consultora Ibarómetro, que conduce Doris Capurro. La dirección del trabajo estuvo a cargo de Ignacio Ramírez. En total, se entrevistaron 1200 personas de todo el país, en los distintos estratos sociales, incluyendo habitantes de Capital Federal, el conurbano bonaerense, ciudades de gran densidad, hasta ciudades de menos de 40.000 habitantes. Los datos se terminaron de procesar este martes.
“La fortaleza de una democracia descansa sobre el vigor de sus instituciones, pero también y sobre todo, sobre el nivel de adhesión de la ciudadanía a los valores democráticos –analiza Ramírez–. Es decir, una buena arquitectura institucional para ser eficaz debe estar correspondida con generalizados valores democráticos en la sociedad. Sobre este punto, el estudio ilustra signos favorables en ambas dimensiones: por un lado, la mayoría de la sociedad argentina percibe fuerte a las instituciones democráticas argentinas y descarta regresiones dictatoriales. Y, asimismo, la amplia mayoría de los argentinos exhibe actitudes políticas compatibles con el sistema democrático. Tocqueville sostuvo que la fortaleza de la democracia descansaba principalmente sobre los ‘hábitos del corazón’, es decir, las maneras de sentir y pensar de los ciudadanos, que muchas veces son más vinculantes para la acción política que las normas.”
Esta adhesión democrática se ve en que el 91 por ciento dice que está de acuerdo con la frase “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, frente a un 8,4 por ciento que manifiesta que no está de acuerdo con esa afirmación. En las numerosas encuestas que se hicieron sobre las convicciones democráticas de los argentinos, tradicionalmente se registraba un 15 por ciento de todos los consultados con tendencias autoritarias. El trabajo de Ibarómetro mostraría que esa proporción bajó un poco.
Un dato de máxima importancia es que el ciudadano va a votar con sensaciones positivas. El deterioro máximo se dio en 2001, cuando, en Capital Federal, por ejemplo, hubo 24 por ciento de voto anulado –insultos, fiambres, caricaturas dentro de los sobres– y un cinco por ciento de voto en blanco. Y en la Provincia de Buenos Aires, entre el nulo y el blanco totalizaron 27 por ciento. Este domingo, como en buena parte de los últimos procesos electorales, hubo tres por ciento de voto en blanco y menos del uno por ciento de votos anulados.
En la encuesta de Ibarómetro, el 77 por ciento de los ciudadanos expresan sentimientos positivos sobre el acto de ir a votar. El 44 por ciento dice que lo hace con esperanza, el 20 por ciento con alegría y el 13 por ciento con orgullo. Ramírez sostiene que “el vínculo entre la ciudadanía y el sistema político –cuyo punto de interacción más emblemático es el acto electoral– está signado en muchísima democracias contemporáneas de otras regiones por la apatía, la desconfianza y el cinismo. Puesto en perfectiva, el dato de que en Argentina votar suscite sentimientos tan positivos resulta tan contrastante como alentador. Al mismo tiempo, el dato invita a relativizar o cuestionar los discursos que suelen insistir sobre el supuesto agotamiento del ciudadano, cuyo principal deseo seria dedicar todas sus energías a su ámbito más privado. Las elecciones no sólo determinan el elenco de gobernantes y representantes; se trata además del aspecto más ritual y simbólico que confiere legitimidad a la democracia. Y por ello, resulta tan interesante que los ciudadanos argentinos –a contramano de los crecientes niveles de abstención electoral que registran muchas democracias europeas y del Norte de América –vayan a votar masivamente y lo hagan animados por la esperanza y la alegría”. En las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos hubo nada menos que un 51 por ciento de ausentismo electoral.
El trabajo de Ibarómetro muestra que las opiniones están divididas en lo que significa el fondo de la democracia. Una mitad se orienta a decir que tiene que ver con la libertad de opinión o de elección de los representantes, pero la otra mitad se orienta hacia el igualitarismo, a tener igualdad de oportunidades y derechos básicos. Pero cuando se pregunta específicamente cuál debe ser el objetivo de los políticos en democracia, 7 de cada 10 personas señalan que se debe apuntar a una sociedad más justa, una mejor distribución de la riqueza.
“En torno de la democracia existe, desde hace tiempo, intensos debates teóricos y políticos respecto de cuáles son los rasgos más constitutivos –señala el director del estudio–. Al respecto, la encuesta revela el rasgo dominante de la cultura política argentina: el ‘igualitarismo’. La matriz cultural de la sociedad argentina cuya composición metabolizan los aportes del radicalismo, del peronismo, del progresismo, los valores de inspiración judeo-cristianos, el enorme peso social y simbólico de la clase media, tempranos avances en materia de derechos socio-laborales, han configurado una cultura poco tolerante con la desigualdad. En este sentido, predomina entre los argentinos la idea de que la democracia no es únicamente un conjunto de procedimientos o reglas para elegir representantes, sino un contrato social cuyo horizonte es la construcción de una sociedad más justa.”
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