Mar 05.11.2013

EL PAíS

Ahora dicen que quieren adecuarse

› Por Mario Wainfeld

En forma sorpresiva, con reflejos políticos llamativos, el Grupo Clarín presentó un plan de adecuación ante la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca). La movida se acompaña con nutridas reservas de derechos: seguir litigando en instancias nacionales e internacionales sólo para empezar. La presentación se describe y explica en otras notas de esta edición. A los efectos de esta columna, se señala que el multimedios optó por una táctica mucho más sutil que su tosca defensa en los Tribunales, que siempre partió de un implícito: su poder lo colocaba en una posición de ventaja indescontable. Hipótesis que parece petulante, pero que no lo era tanto, a la luz de la historia de décadas.

Ahora, Clarín no desiste de defenderse como gato panza arriba ni, seguramente, de chicanear o “embarrar la cancha”. Pero se coloca en la cancha de la legalidad. Pasemos de la imagen futbolera a la bélica: la guerra continúa, pero el Grupo decidió no pasar a la clandestinidad.

Hasta su modo de ingresar en una trama administrativa que será enmarañada es un rebusque ingenioso. Irrumpe de la mano de un socio que detesta, pero cuya compañía, en este tramo, le viene bien.

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Un David con onda: Fintech Advisory Inc. es una multinacional que (abreviando densos detalles sobre empresas complejas y conglomerados) es socia minoritaria de Cablevisión, cuyo socio mayoritario es Clarín.

El mandamás de Fintech es (abreviando etc...) un empresario mexicano llamado David Martínez. El tal David (pronunciar onda “Deivid”, con fonética yanqui) mora en las zonas encopetadas de Nueva York.

El hombre, según sus decires, contempló con sorpresa y nula empatía la batalla encarnizada del Grupo contra el Gobierno. Martínez departió sobre el tema con dirigentes políticos (no todos oficialistas) y empresarios (casi todos opositores al Gobierno). Es un hombre de negocios, un mercader multimillonario que se dedica a la comunicación, entre muchos otros rubros. Nada lo identifica con un filántropo o un monje trapense: es un empresario feroz, taimado por demás. En esa pintura gruesa, no difiere mucho de Héctor Magnetto, el CEO de Clarín. Lo que los separa es el modus operandi de Cablevisión respecto del Gobierno, pensando más en una disputa pura de poder que en el lucro desnudo.

Martínez dice no entender para qué enfrentarse a todo o nada. Quizás entienda, pero no comparta. Coloquialmente, suele valerse de un ejemplo conspicuo en estas pampas. Le resulta absurda la obstinación en no admitir (en una grilla con decenas o centenares de canales) una señal de dibujitos animados. Quienes dialogaron con él chimentan que hace alarde de no saber el nombre exacto de Pakapaka. Tal vez exagere, para demostrar la importancia que le asigna.

Como fuera, mezclando lo útil con lo beneficioso, Martínez presentó en diciembre pasado una propuesta de adecuación de Cablevisión en la Afsca. Su proyecto era que Clarín se desprendiera de su cuota parte, para quedar en regla. También avanzar en pos de un rédito propio.

La moción de la minoría societaria sólo tenía, digamos, un valor testimonial. Pero abrió una ventana para que Clarín se “colara”, como concretó ayer. La astucia, enancada en palabras previas del titular de la Afsca, Martín Sabbatella, permite suponer que la movida fue pensada con antelación. Un plan de contingencia para el peor de los escenarios: el que habilitó la Corte Suprema con su sentencia de hace apenas una semana.

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Dividir para triunfar... o empatar: Clarín sugiere una división de su impresionante patrimonio es seis unidades de negocios (ver notas aparte).

El orden en que se enumeran tal vez no sea casual: en algún sentido van de mayor a menor. Sería aventurado un juicio acerca de si los conjuntos cumplen todas las exigencias de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA). Es dudoso, pero están enunciados como para dar esa impresión.

Clarín pide, con desmesura, que se le concedan plazos que han vencido. Considera “ganados” sin costos los de las medidas cautelares que le fueron concedidas con mala praxis por distintos tribunales, incluyendo a la Corte misma. Es chocante que se quiera sacar provecho de decisiones que la tutelaron de una supuesta inconstitucionalidad que la Corte (tarde pero seguro) desestimó de plano. No ha de ser la única de las picardías que incluye la presentación, aunque sí es una de las más notorias.

Lo más factible, aunque su nota reserva precisiones para más adelante, es que Clarín piense en desmembrarse conservando, a través de sus socios, varias de las “unidades” en cuestión.

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Espíritu y letra: ¿Admite la LdSCA este gambito? Podría suponerse que en su espíritu más hondo, no. Pero su letra, menos rigurosa tal vez, abre ese resquicio que ya fue reconocido por Sabbatella cuando todos los grupos mediáticos concernidos presentaron los planes de adecuación. En esta columna se habló de eso, meses ha. Por una vez, vale la pena repetir lo enunciado, porque la situación se mantiene.

¿Es viable que un conglomerado fraccione su patrimonio entre varios de sus socios o de personas de confianza? La respuesta extrema no es la correcta. La LdSCA estipula reglas antitrust, busca mayor igualdad dentro del espectro, pero no deja fuera de acción a personas o actores determinados. De hecho, si Clarín se aviniera a honrar la ley, quedaría con un patrimonio formidable: el mayor en la Argentina, con escaso o nulo parangón en el mundo (salvando diferencias relativas). Pero cedería su posición dominante, que es uno de los objetivos de la ley.

Si los principales integrantes del Grupo se dividieran las frecuencias, llegando a dimensiones admisibles, la movida podría ser válida. Esto es, fabulando un poco, si se fragmentara en espacios que poseyeran (es un decir) José Antonio Aranda, los hermanos Noble Herrera, Marcelo Tinelli, Adrián Suar. Claro que las nuevas empresas tienen que ser realmente autónomas y no “un dibujo”. No deben funcionar como grupo. Sabbatella explica que, en tal hipótesis, deben tener su estructura legal, patrimonios diferenciados, sus edificios diferentes, personal diferente, directorios sin repeticiones de personajes, sus móviles de exteriores, sus cámaras, sus estudios. Hasta sus maquilladoras, añade, exagerando un poquito con fines didácticos. Hay que escrutar con lupa los paquetes accionarios, no puede haber más de un diez por ciento de acciones “cruzadas”.

En los hechos, no es lo mismo una potencial confederación de empresas que un gigante que comprenda todas. Ni en su poder relativo respecto de sus competidores, ni en su capacidad para atraer inversores, ni para cotizarse en la Bolsa de Nueva York. Una cosa es un grandote que pugna con muchos chiquitos y otra una empresa mediana que dice tener otras que son sus amigas.

Si se cumple acabadamente, entiende Sabbatella, la aparición de nuevas unidades operativas podría aumentar los puestos de trabajo, la cantidad de medios, la (parcial) equiparación de la competencia. La línea editorial es muy otro cantar: un conjunto de empresas diferentes, pero del mismo origen sostendrá posiblemente un mensaje común. Pero eso no resiente el espíritu de la LdSCA, que nada regula sobre contenidos políticos, una de sus virtudes cardinales.

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Cuestiones de poder: Los contrafactuales no sirven, acaso, para reconstruir un pasado posible, pero sí para barruntar por qué los sujetos históricos adoptaron una conducta y no otras. En toda mesa de café o de arena es posible interrogarse por qué Clarín no optó antes, con mejores chances, por lo que insinuó ayer. Una respuesta parcial, aunque no falsa, es porque leyó que seguía vigente el contexto de su edad de oro. La era de la posición dominante, de las maniobras desleales contra los competidores, de las presiones brutales contra los avisadores... y el poder formidable que sostuvo respecto de los sucesivos gobiernos. Poder que supo mezclar pactos y enfrentamientos. Ese esquema duró hasta 2008, cuando el kirchnerismo decidió darle batalla.

Puesto en combate, el Grupo eligió enfrentarse a todo o nada. También “hizo tiempo”, volviendo a la metáfora futbolera, más rica que la bélica a despecho de los imbancables divulgadores de Sun Tzu. Consiguió años de handicap, no es poco.

La hipótesis era esperar a una coyuntura electoral adversa para el Gobierno y ahí “coronar”: fracasó en 2011, pareció haber tenido éxito el 27 de octubre. Pero la Corte, tan magnánima con las chicanas, le propinó un revés observando la Constitución. Algo lógico y hasta “normal”, pero impensado para el poder fáctico.

Con el poder mellado, tras años duros en lo “meramente” económico, atada de pies y manos para crecer y expandirse en el futuro cercano, la Corpo posiblemente esté buscando dilatar y trabar. Ayer hizo gala de adaptación, lo que la sostiene como un contendiente de fuste.

Claro que la brega es dura y no ha tocado a su fin, para nada. Esta historia, que ya duró más que mil y una noches, continuará. Pero muchas correlaciones de fuerzas cambiaron. De modo progresivo desde hace cuatro años, con un salto cualitativo y cuantitativo una semana atrás.

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