Mar 12.11.2013

EL PAíS  › OPINIóN

Los que la quieren y los que la odian

› Por Luis Bruschtein

Para la visión kirchnerista habría sido tentador convertir la salud de Cristina en otro componente épico del relato, pero no lo hizo, quizá por respeto al liderazgo presidencial o porque tampoco ha sido ésa la intención de la propia Cristina Kirchner. Para el kirchnerismo, la salud de Cristina se expresó en forma de preocupación y se asumió como un obstáculo a la gestión y la acción política.

Para la visión anti K, en cambio, la salud de Cristina Kirchner es tomada más como parte de una conspiración o de un cálculo político. Todo lo que sucede o se haga desde el kirchnerismo es interpretado bajo ese prisma, hasta los problemas de salud. Como esas versiones que circularon tras la muerte de Néstor Kirchner que decían que el cuerpo no estaba en el ataúd o que los funerales habían sido organizados por Fuerza Bruta.

Sin darse cuenta, esa visión, conspirativa a veces y otras exaltada, que se transmite desde el mundo anti K, proyecta con más fuerza una connotación épica a la todavía corta historia del kirchnerismo. Esa oposición le concede a pesar suyo una imagen grandilocuente al oficialismo, al que termina por embellecer en términos históricos.

El grupo de periodistas que viajó a Washington para denunciar la falta de libertad de expresión se tomó el trabajo de gestionar una audiencia difícil ante la CIDH, y ya en escena, no pudo actuar esa energía y convertirla en argumento que la justificara. Es una energía furiosa que solamente funciona con un público que emite de la misma forma. Por el contrario, los miembros de la CIDH que los escucharon por fuera de ese microclima no pudieron entender el frenesí que trataba de transmitir la delegación de periodistas argentinos. La historia funciona así también por fuera de ese microclima y se conectará trabajosamente con el tono crispado que suele usar la oposición, o una parte de ella, para satanizar al kirchnerismo. Hay una desproporción entre ese tono y lo real, y esa desproporción funciona a favor solamente cuando el receptor tiene la misma o mayor crispación. Pero les funciona en contra por fuera de esa sintonía, en un diálogo más normal.

Los problemas de salud de Cristina tomaron por sorpresa a todos. Las especulaciones se dispararon primero, sobre todo las más apocalípticas, y le facilitaron la reacción a un kirchnerismo que venía golpeado de las PASO. Al kirchnerismo le resultaba más difícil confrontar con el fantasma de los problemas de salud de Cristina, que hacerlo con esas confabulaciones que ya conoce y lo unifican.

Argentina no es un país fácil y no se detuvo con la convalecencia presidencial. En poco tiempo hubo una elección legislativa y el desenlace del durísimo proceso para la aplicación de la ley de medios. Y lo más importante es que, aun atravesando esas conmociones, hubo estabilidad institucional.

La estabilidad habla bien del sistema en general, incluyendo oposición y oficialismo. En el caso del kirchnerismo, una fuerza relativamente nueva y con afluentes disímiles tanto del peronismo como desde fuera, el liderazgo de Cristina Kirchner constituye todavía uno de sus principales factores de convivencia armónica. Demostró que, por lo pronto, la ausencia temporal de ese liderazgo no interrumpió la gestión inclusive en momentos críticos. A su vez, un sector grande de la oposición que, estimulada por los resultados electorales, avisora un posible triunfo en el 2015, no se tentó por la desestabilización, por tratar de aprovechar un momento institucional de vulnerabilidad.

El último parte médico anunció que la Presidenta se reincorporará el próximo lunes, sin hematomas ni problemas graves de arritmia. Aunque a la oposición le haga ruido la expresión, el regreso de Cristina Kirchner a la presidencia “normalizará” una situación excéntrica. Lo “normal” hasta 2015 es Cristina Kirchner en la Casa Rosada. Su ausencia en los días que pasaron demostró que la figura de la Presidenta ocupa un lugar irreemplazable en el imaginario de los argentinos, tanto de los que la quieren como de los que la odian.

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