EL PAíS › MARIANO BORINSKY QUEDó AL FRENTE DEL MáXIMO TRIBUNAL PENAL
› Por Irina Hauser
La Cámara de Casación Penal tuvo ayer su primera vez. A pesar de que históricamente y por reglamento la presidencia del tribunal era ocupada sucesivamente según el orden en que fueron ingresando sus miembros, una mayoría de los camaristas decidió cambiar ese criterio. En rigor, le tocaba a Alejandro Slokar, que hasta ahora era vicepresidente primero y el que seguía en la lista, pero seis de sus colegas se negaron a refrendar su nombramiento. Ante esa falta de apoyo, el presidente saliente Gustavo Hornos postuló al vicepresidente segundo, Mariano Borinsky, quien finalmente consiguió cinco avales más su propio voto.
La posibilidad de que Slokar fuera el presidente de la Casación molestaba por su estilo confrontativo y su pertenencia a la agrupación crítica Justicia Legítima. Pero el asunto es mayor, es el poder que está en juego y se puede hacer sentir desde esta cámara, con funciones que van desde revisar sentencias sobre funcionarios hasta nombrar jueces subrogantes en todos los tribunales orales. Borinsky contaba con el impulso del establishment judicial y de un entramado de sectores de inteligencia con influencia en los tribunales y en las designaciones. En la antesala de su promoción tallaron el presidente de la Asociación de Magistrados, Luis Cabral, subrogante (nombrado a dedo) en la propia Casación, y el representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, Hernán Ordiales.
El reglamento interno que reguló la Casación en sus veintiún años de existencia dice que se “elegirá a su presidente antes del 20 de diciembre de cada año observando el orden de ingreso”. La regla se respetó siempre: quien era el vicepresidente primero sería el presidente entrante. Slokar era vicepresidente primero por su número de decreto de nombramiento. Le seguían Borinsky, Ana María Figueroa y Juan Gemignani.
Cuando se designó a Gustavo Hornos el año pasado, quedó implícito que Slokar era el siguiente. En las últimas semanas afloraron las resistencias. Una mayoría de sus colegas reinterpretó el reglamento y sostuvo que para presidir no sólo hay que ser el que sigue en la lista, sino tener el voto de los pares. Así fue que Hornos ayer pidió una votación, de la que resultó que seis camaristas rechazaron a Slokar: Figueroa, Cabral, Gemignani, Eduardo Riggi, Liliana Catucci y Borinsky. Frente a esa mayoría, Hornos ni siquiera tuvo necesidad de sufragar. Como el resultado venía cantado, la reunión fue de lo más civilizada.
La única que le habló a Slokar con sinceridad fue Catucci. “No te puedo votar porque tus declaraciones públicas agravian al cuerpo y a mí me afectaron”, le dijo, reprochándole en cierta medida por su presencia, tiempo atrás, en el programa televisivo 6,7,8. Cabral, Borinsky y Riggi pedían un presidente que gozara de consenso. Gemignani acusó a Slokar de haber tenido una conducta menos reglamentarista cuando dos años atrás Pedro David fue promovido como presidente. Ante ese escenario, Hornos propuso votar al vicepresidente segundo, Borinsky, quien hasta un día antes mantenía una puja con Figueroa, que aspiraba al cargo.
El joven camarista obtuvo finalmente cinco avales, seis contando el suyo. En contra se pronunciaron, por un lado, Catucci, quien interpretaba que de acuerdo con el reglamento en realidad era el turno de ella. Slokar, Angela Ledesma y David presentaron una disidencia por escrito en la que plantean que se cambió de hecho la regulación “para excluir a las autoridades instituidas por unanimidad en el último acuerdo del año pasado”. Además, advierten que hay riesgo de que la presidencia sólo sea para “mayorías eventuales que incluso quedarían habilitadas a eternizar a quien la ejerza”.
Según Slokar, la única excepción a la regla de la sucesión es que haya una “causal de indignidad” que obligue al presidente entrante a renunciar a ese cargo, como sucedió años atrás, cuando Hornos desistió del trono ante rumores de acoso sexual.
Borinsky es un juez que en muy pocos años supo construir consenso en función de su vocación de poder. Trabajó en la Cámara en lo Penal Económico y luego pasó el Ministerio Público, arropado por el ex procurador Esteban Righi, que lo puso al frente de la Unidad Fiscal de Investigaciones de Delitos Tributarios y Contrabando (Ufitco).
Cuando ya era un hecho su designación, hubo un cuarto intermedio. Todos salieron disparados a mandar mensajitos de texto. Al regreso, la noticia con una foto de Borinsky sonriente ya estaba en el portal del Centro de Información Judicial (CIJ) que maneja el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, para quien la designación fue una buena noticia. A la vuelta del recreo, la mayoría envalentonada votó las nuevas subrogancias para tres cargos vacantes en el tribunal: la decisión fue ocupar esos cargos entre ellos mismos y rechazar la lista de conjueces abogados que mandó al Senado la semana pasada el Poder Ejecutivo para subrogar.
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