Vie 01.08.2003

EL PAíS  › OPINION

La clave es distribuir

› Por Alfredo Zaiat

Durante los 35 años que el hincha de Racing sufrió el ostracismo de no ganar un campeonato, cualquier festejo, por salir primero en torneos irrelevantes como Proyección ‘86 o la novedosa Supercopa, se manifestaba en una cuota de euforia inentendible para el resto. Y tenían razón de no entender. Algunos miraban a esos bichos raros de pasión por la frustración con lástima y otros muchos con sorna. Pero el hincha albiceleste necesitaba aferrarse a una ilusión para negar lo evidente, que su club estaba quebrado y su equipo jugaba horrible, o simplemente para no sentirse disminuido en la charlas de café. Luego de disfrutar las mieles de un campeonato de verdad y no de leche, queda en evidencia lo ridículo de esos años negros cuando se buscaba maquillar una realidad calamitosa. Y se sabe, que del ridículo resulta difícil volver.
Las estadísticas son, simplemente, números, y como algunos profesores enseñan en la universidad se asemejan a las bikinis: esconden lo más importante. Abrir un debate sobre las cifras de pobreza e indigencia, según la fuente sea el Indec o el Ministerio de Economía, es tan irrelevante como querer brindar con un vaso vacío de un contenido espirituoso. Que la pobreza sea el 54,7 por ciento o el 49,0 por ciento de la población, que implica millones de hogares que no alcanzan a reunir ingresos por 717 o 714 pesos por mes, significa discutir metodologías estadísticas que poco importan. Con una u otra vía se llega a la misma conclusión: Argentina no es un país con pobreza, sino uno de pobres.
Más interesante resulta, entonces, evaluar que se ha destruido la capacidad de compra de la mayoría, y que no existen indicios contundentes de una mejora acelerada de los ingresos. También sería más ilustrativo analizar el comportamiento de fijación monopólica de precios de un grupo de empresas, en especial las vinculadas al consumo masivo, que han vuelto prohibitivos muchos de los alimentos básicos de una familia.
Las expectativas de una sociedad se manejan con hechos contundentes, como bien lo ha probado Néstor Kirchner, y no preocupándose sobre cómo titulan los diarios. La mayoría que tiene trabajo sabe que el dinero no le alcanza. Aquellos que buscan uno se encuentran con retribuciones miserables. Y los 150 pesos de los planes de Jefas y Jefes de Hogar no alcanzan ni para comprar la mitad de una cesta indigente. En fin, cambiar la dinámica de la distribución del ingreso es más importante que dibujar números. Forzar la realidad, como ya lo entendieron los hinchas de Racing, es imposible.

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