EL PAíS › DESCUBREN SUS PIEZAS EN EL CONGRESO NACIONAL
› Por Sergio Kiernan
Luego de inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner va a realizar un acto de gran valor simbólico. Saldrá a la escalinata de honor del palacio legislativo para descubrir las copias de los dos grupos escultóricos creados para el lugar por la gran Lola Mora. Su vuelta a la fachada principal del edificio es un acto de reparación a la artista peor tratada por el puritanismo de su época y es un hito en el programa de restauración capitaneado por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Que la inauguración sea a manos de una mujer presidenta es todo un espejo de los cambios ocurridos en un siglo.
Dolores Candelaria Mora Vega nació en 1866 en un campo de Tala, por entonces Tucumán pero más tarde provincia de Salta, pero se crió y educó en la capital tucumana. Estudió pintura con el italiano Santiago Falcucci, pero con clases particulares porque las señoritas no eran admitidas en las academias. Su talento era tan evidente, que Lola termina sin embargo becada por el gobierno para perfeccionarse en Roma, donde casi por casualidad descubre que, en el fondo, era una escultora. Parte del currículum era tomar unas clases con el maestro Giulio Monteverdi, pero la argentina tuvo una transformación permanente.
Si bien su estilo es el esperable de una artista de su época, todavía clasicista pero con toques abiertamente modernistas y Art Noveau, la personalidad de la autora es inconfundible. sobre todo por su irrefrenable sensualidad material, que la expondría a las peores críticas. Lola se gana bien la vida haciendo retratos y escultura decorativa, todavía en los museos de Rusia, Australia y Francia, y sus problemas comienzan cuando empieza a transformarse en la primera mujer argentina en realizar escultura pública. El primer encargo, bajo la segunda presidencia de Roca, son unos frisos para la casita de Tucumán. Luego, ella misma ofrece al costo su obra más famosa, la Fuente de las Nereidas, que Roca ordena comprar para instalar en la Plaza de Mayo, nada menos.
Lola Mora la termina en Italia y la embarca a Buenos Aires, adonde llega con sus grupos escultóricos de Carrara, granito rosa y piedra basáltica de 23 metros de altura. El problema empieza cuando abren las cajas: los faunos y las ninfas del mar están desnudas y Venus, que de ella se trata, es un bombón. Hay una batalla puritana ante la idea de colocar semejante “pornografía” enfrente de la Catedral y las sugestiones de mandar la fuente a Mataderos, que hace 110 años era campo pelado. La pieza termina en el Bajo, en el cruce de lo que hoy es Perón y Alem, lo que muchos consideran una posición demasiado central. Es por eso que en 1918, cuando se crea la Costanera Sur, se la esconde por allá con alivio.
Lo mismo ocurre con su siguiente pieza, un homenaje a Aristóbulo del Valle para los bosques de Palermo, que termina despiezado, con el prócer en La Plata y uno de los desnudos en el Zoológico. Lola realiza más trabajos para su pago, para Jujuy y para San Juan, hasta que llega el encargo del Congreso. El palacio legislativo fue una obra interminable, con una enorme carga escultórica todavía visible. Para flanquear la escalinata ceremonial, Lola creó cuatro piezas en piedra blanquísima representando la paz, la justicia, el trabajo y el progreso, para ser colocadas en pares. Las esculturas despertaron nuevamente la ira de los puritanos, por sus desnudos y porque la artista ya era un blanco favorito del sector. Para 1921 fueron retiradas y guardadas en un galpón, hasta que el senador jujeño Carlos Zabala logró una donación a su provincia. Los originales son un toque especial en la casa de Gobierno.
Ahí pasaron noventa años hasta que aparece en escena el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, que en noviembre de 2012 lanzó el Plan Rector de Intervenciones Edilicias, PRIE, para el palacio. Quien visite el Congreso verá una restauración ya avanzada, muy respetuosa y precisa, que combina una actualización de las instalaciones con una amorosa vuelta a materiales y estéticas originales. Es por eso que, en diciembre pasado, Domínguez firmó un convenio con el gobernador jujeño Eduardo Fellner para que se realizaran réplicas de las piezas. Fue un trabajo de alta tecnología, que arrancó con una exacta limpieza de los originales y el modelado de las copias en un material sintético con polvo de mármol y una estructura interna especial. El sábado 28 de octubre, una enorme grúa colocó las piezas de nuevo en su lugar, bien envueltas y protegidas. Lola Mora murió acosada y repudiada. Hoy, el más alto nivel de la política la reivindica con la vuelta de sus piezas al Congreso.
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