EL PAíS › LA PRESIDENTA INAUGURO EL SALON DEL LIBRO DE PARIS CON EL PRIMER MINISTRO JEAN-MARC AYRAULT
En su discurso, Cristina Kirchner destacó los lazos entre la cultura argentina y la francesa. Hizo énfasis en la cuestión de los derechos humanos, uno de los vínculos fuertes a nivel bilateral y agradeció por el recibimiento dado a los exiliados.
› Por Fernando Cibeira
Desde París
¿Encontraría a la Presidenta? Una lástima que no hayan hecho como Horacio Oliveira y La Maga que se descubrían por París sin fijar una cita exacta. Más formales pese a la hermosa tarde parisiense de ayer, la presidenta Cristina Kirchner y el primer ministro francés Jean-Marc Ayrault llegaron juntos para
inaugurar el Salón del Libro, donde la Argentina será durante esta semana invitada de honor. Ambos destacaron en su discurso los lazos entre la cultura argentina y la francesa y las afinidades respecto de valores compartidos. La Presidenta puso énfasis en la cuestión de los derechos humanos, uno de los vínculos fuertes a nivel bilateral. “Quiero decirle, señor primer ministro, en nombre de todos los argentinos, el eterno agradecimiento de mi país a la acogida que ustedes tuvieron para miles y miles de argentinos y argentinas que encontraron su segundo hogar, su segunda patria aquí en Francia”, subrayó.
En rigor, la Presidenta y el primer ministro habían mantenido una breve reunión antes de salir hacia el Salón del Libro, ubicado en el centro de exposiciones parisiense. Cristina Kirchner ingresó al salón en un carrito, dadas sus dificultades para desplazarse por el esguince en el tobillo izquierdo, su karma durante este viaje. Había bastante gente alrededor del stand argentino, más todavía cuando llegaron las cámaras y todos se apretujaban para ver a la Presidenta y a Ayrault. Junto a ellos aparecieron el canciller Héctor Timerman y el secretario de Comunicación, Alfredo Scoccimarro, y las ministras francesas de Cultura, Aurélie Filipetti, y de Francofonía –o como dijo la Presidenta “de la Lengua Francesa”– Yamina Benguigui. Lo primero que hicieron fue el corte de cintas del stand argentino, seguramente el más grande en el Salón del Libro, de 500 metros cuadrados. Pudieron recorrer un poco, complicados por la gente y las cámaras, y se dirigieron a la mesa preparada para el discurso en una de las esquinas del stand bajo un cartel luminoso con imágenes sobre Argentina.
Como en Rayuela, el lector puede seguir leyendo la nota de forma corriente, que termina al final del capítulo 3. Si lo prefiere, puede utilizar otro orden que se sugerirá con un número al final de cada capítulo.
Ayrault habló de una “latinidad” compartida que derivó en los intercambios entre escritores. Mencionó a Jaures y a Saint-Exupéry que vivieron en Argentina, también a “Jorge Luis Borges, muy próximo a Henri Micheaux o a Roger Caillois; Julio Cortázar, que pudo plasmar tan bien el espíritu del París intelectual y artístico de los años ’50; el padre de Asterix, René Goscinny, que vivió su infancia en Buenos Aires; Ernesto Sabato, quien vivió en París en los años ’30, investigador del Instituto Curie durante el día y amigo de los surrealistas a la noche en Montparnasse”. Cristina Kirchner centró los lazos en las ideas libertarias que marcaron a los primeros revolucionarios criollos. “Para nosotros, luego de los vínculos que tenemos con nuestra patria de origen, España, es con Francia donde culturalmente tenemos mayor grado de vinculación”, sostuvo. (5)
CFK y Ayrault recordaron a Quino, el creador de Mafalda, condecorado con la Legión de Honor. La Presidenta asoció a Mafalda a su juventud –“decía lo que ningún diario decía”, comentó– y se maravilló de su vigencia, porque también la leyó su hijo Máximo, de 37 años, y su hija Florencia, de 23. “Uno puede distinguir el arte de lo otro, de lo que no es arte, cómo se transmite de generación en generación y puede ser interpretado aun cuando no haya contemporaneidad con los personajes”, analizó. Como en la plaza de San Telmo, hay una Mafalda sentada en una silla del stand para que el público pueda sacarse una foto con ella.
Luego la Presidenta reveló parte del diálogo que mantuvo el lunes durante el almuerzo con el papa Francisco. Dijo que cuando le comentó que iría al Salón del Libro, el Papa le replicó que sería bueno que recordaran “a ese gran autor argentino Leopoldo Marechal”. Un escritor, agregó CFK, “ocultado, silenciado” y, en juego con la ocasión, de origen francés. También contó que ambos coincidieron en que su mejor obra era Megafón o la guerra y que el Papa se había llevado un ejemplar para leerlo en el Vaticano. La Presidenta pidió la reedición de sus libros. Habrá que imaginar ahora a Megafón... como probable best-seller pasados más de 40 años de su publicación. (4)
Cristina Kirchner mencionó a Juan Gelman, a quien consideró “el último gran poeta vivo que teníamos”, y a Héctor Oesterheld, el creador de El Eternauta, desaparecido durante la dictadura. La cuestión cultural pasó al campo de los derechos humanos, mencionó a Estela de Carlotto y a Miguel Angel Estrella, que estaban entre el público. “Estrella, cuyo pecado era tocar conciertos en los cañaverales a los humildes changos tucumanos, esto bastó para ser considerado con un enemigo de la dictadura, tuvo que ser arrancado por Danielle Mitterrand de las manos de la dictadura porque, si no, no estaría todavía entre nosotros deleitándonos con su música y su arte inigualable. Por eso también un gran agradecimiento a esa Francia que recibió a miles y miles de exiliados”, reiteró. Y recordó que Argentina y Francia son impulsores en la ONU de la Convención contra la Desaparición Forzada de Personas.
El acto marcó el cierre de la minigira de la Presidenta. Hubo tiempo para un saludo y una foto con los escritores y luego la salida. La gente comenzó a recorrer el stand y a hacer un poco de fuerza para tratar de rescatar algo de un muy concurrido catering. Desde el centro de exposiciones, Cristina Kirchner se fue directo al aeropuerto donde anoche partió hacia Buenos Aires para llegar hoy temprano. (6)
Hubo un lío con la cuestión de la traducción. Se había acordado que Ayrault y Cristina Kirchner hablarían un párrafo y esperarían la traducción al castellano o al francés, según correspondiera. La mecánica volvía al acto un poco engorroso, pero no encontraron otra solución, dado que entre los asistentes había funcionarios, invitados y periodistas de los dos países. Pero, al parecer, nadie del protocolo se lo comunicó al primer ministro francés, que arrancó su discurso y no paró más. Indeciso, su traductor comenzó a hacer una traducción simultánea al español en el micrófono que sólo agregaba confusión, porque no se entendía ni el francés ni el español. Rápido, lo mandaron callar. Ayrault y CFK hicieron cada uno el discurso en su idioma y recibían la traducción que en la jerga se conoce como “whispering”, con el traductor murmurando cerca del oído. (3)
“Rep, Rep”, llamaba la Presidenta al dibujante, que daba los últimos retoques al mural sobre la vida de Julio Cortázar, antes del corte de cintas. El mural es una de las atracciones del stand, con una parte especialmente dedicada al autor de Rayuela en el centenario de su nacimiento, incluyendo fotos inéditas y primeras ediciones de sus libros. Algunos de los escritores e intelectuales que viajaron se acercaban para ver y trataban de alejarse de la polémica por las invitaciones. “Me parece menor, cualquier organización de este tipo genera recelos. La comitiva es amplia, plural. En vez de destacar que Argentina es la invitada de honor en el Salón del Libro de París se busca que se lea otra cosa”, respondía el filósofo Ricardo Forster. La representación de escritores, efectivamente, parecía ir más allá de quienes simpatizan con el oficialismo. Claudia Piñeiro, autora de Betibú y en pareja con el radical Ricardo Gil Lavedra, sostuvo que “quedaron afuera algunos como quedan siempre. A veces es azaroso. Es injusto haber metido a todo el mundo en un mismo paquete. No se tiene que ir esta oportunidad literaria en esta discusión, me parece que ahora tenemos que hablar un poco de la literatura”. (2)
Como suele cada vez que la ve entre el público, la Presidenta mencionó en su discurso a la titular de Abuelas, Estela de Carlotto. También a Taty Almeida y Martha Vázquez, de las Madres. “Siento una profunda emoción. Luego de todos estos años de lucha, la vida nos premia con momentos tan gratos como éste”, decía Carlotto mientras repartía saludos y se sacaba fotos con la gente que se acercaba a pedírselo. “Francia nos abrió sus puertas y nos dejó entrar”, explicaba sobre ese momento especial. Estela repetía el adjetivo “maravilloso” para hablar del Salón del Libro, del stand argentino y de que Argentina sea el invitado de honor. También de la Presidenta. “Para mí, Cristina es una hija. La quiero, la cuido”, decía. (7)
Una recorrida rápida por el stand permitía apreciar que había libros de todos. De los que habían ido, de los que no, de los muertos, de los vivos. Algo que también se distingue por estos días en algunas librerías del centro de París, con espacios en las vidrieras o en sus mesas dedicadas a autores argentinos. En el stand estaban, por supuesto, los que ya se encuentran traducidos al francés, pero también había libros en español para los argentinos e iberoamericanos que viven en París. En medio de tanta buena literatura había también una mesa de Violetta, la tira de Disney que protagoniza la argentina Martina Stoessel, convertida en suceso mundial. Allí estaba Violetta con sus libros en francés y parte del infinito merchandising que tan bien conocen todos los sufridos padres de niñas.
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