Lun 18.08.2003

EL PAíS  › RAANAN REIN, HISTORIADOR ISRAELI ESPECIALIZADO EN ARGENTINA Y ESPAÑA

“Franco no lo quería a Perón en España”

Un erudito de la historia reciente del país vino a Buenos Aires a presentar la edición local de su libro sobre la mítica era en que los barcos argentinos alimentaron a una España famélica y aislada. Con prolijidad y mucha investigación, separó lo que fue un negocio político y económico de la imagen dorada que quedó, aquí y allá, de un momento verdaderamente único de las relaciones entre las dos naciones.

› Por Sergio Kiernan

–¿Por qué un historiador israelí se interesa en las relaciones entre Franco y Perón?
–Yo empecé a estudiar historia española en la universidad de Tel Aviv con el profesor Shlomo Ben Ami, ex canciller israelí, y elegí como tema de mi tesis doctoral las relaciones entre Argentina y España en la primera década de posguerra. Ese período me empezó a interesar después de leer una nota periodística sobre el viaje de Eva Perón a España en 1947. Lo que me despertó la curiosidad fue que la imagen que yo tenía del peronismo era completamente distinta de la que tenía del franquismo: ¿por qué esta colaboración entre dos regímenes diferentes? Empecé a buscar la bibliografía existente y no encontré ningún estudio académico, ningún libro ni artículo. Entonces empecé a viajar a ver archivos en España, en Argentina, Gran Bretaña y Estados Unidos, a leer la prensa de la época y entrevistar personas que jugaron algún papel en el tema. Otro tema que desde el principio me atrajo fue el exilio de Perón en España.
–¿Qué tiene de llamativo?
–¿Por qué Perón tardó tanto en llegar a España? La Libertadora lo expulsa en septiembre de 1955 y recién en 1961 llega a España. ¿Quería estar cerca de Argentina para regresar? ¿Quería seguir jugando un papel central en la política de aquí? ¿O había otros motivos? Al leer sobre el tema vi que Perón vivió en España 12 años, del 61 al ’73, y Franco lo vio una sola vez, en 1973 cuando se volvía a la Argentina.
–No me deje con la intriga, ¿por qué Perón se tomó casi seis años para llegar a España?
–Porque Franco no tenía el menor interés en recibirlo. La idea de vivir en España surgió en 1956 y Franco la vetó: no lo quería a Perón en España. Recién después de algunos años y de un conflicto interno entre las diversas familias políticas del franquismo, los falangistas llegaron a convencerlo de que lo dejara entrar. Y al principio lo dejó llegar hasta Sevilla y no lo dejó instalarse en Madrid. Que Franco le permitiera mudarse a la capital tomó algunos meses más.
–¿Por qué la Falange, defendió a Perón?
–La Falange perdió influencia política al fin de la guerra civil y luego de la derrota del Eje. Los falangistas vieron en Perón y su mezcla de nacionalismo e ideas sociales progresistas, digamos así, con apoyo popular, una continuación de las ideas de su fundador José Antonio Primo de Rivera. Para ellos era una manera sutil de expresar sus reservas sobre la política tan conservadora de Franco, por lo que realmente hicieron lo posible para ayudarlo. Y después mantuvieron buenas relaciones con él durante su exilio, desde Pilar Primo de Rivera, la hermana del fundador, hasta José Antonio Girón, que fue ministro de Trabajo de Franco, pasando por periodistas falangistas muy conocidos como Helio Romero. Franco, a su vez, tenía sus reservas respecto del estilo de liderazgo de Perón por el conflicto con la Iglesia, que era uno de los pilares del régimen español, y por la movilización constante del pueblo. Franco tenía otro estilo de liderazgo, quería a la gente calladita, en casa, no en la plaza, despolitizada. Además, nunca le gustó el papel que jugó Evita en la política argentina. En sus ideas conservadoras, la mujer no tenía que jugar roles de importancia en la vida pública, y en el caso específico, Franco veía a Perón como un militar más conservador y a Evita como alguien que incitaba al pueblo, con ideas más “zurdas”.
–Y Eva Perón en su viaje irritó personalmente a Franco varias veces...
–Varias, por su comportamiento, por no cumplir el protocolo. Franco tenía algo de miedo de cómo Evita se encontraba con las multitudes, a sus discursos incendiarios.
–Este cuadro que pinta contradice las relaciones entre los dos países a partir de 1946, que fueron realmente muy cercanas.
–Muy cercanas y con un papel muy importante en la sobrevivencia del régimen franquista. Un argumento central en mi libro es que la ayuda de Perón contribuyó a salvar al régimen en este momento entre el fin de la guerra y la agudización de la Guerra Fría, digamos entre la caída de Berlín en 1945 y la Guerra de Corea en 1950. Fue una ayuda sobre todo económica, pero también diplomática y política crucial, porque España se encontraba aislada, boicoteada por los países del Este y el Oeste, con la mitad de la población al borde del hambre por unos años de sequía muy severa. Franco temía que hubiera insurrecciones no por cuestiones políticas sino por falta de comida. Es muy interesante ver la documentación que demuestra la importancia que tenía la ayuda argentina. Por ejemplo, el gobernador de Canarias manda un cable a Madrid avisando que la gente está al borde del hambre y que si no llega trigo, maíz, harina, hay un serio peligro de sublevación. La Cancillería española avisa al embajador en Buenos Aires que necesitan con urgencia un barco de cereales para Canarias. El embajador se encuentra de inmediato con Ramón Cereijo y con Perón, y al otro día sale un barco rumbo a Las Canarias cargado, para calmar a la población.
–¿Era así de detallado, de inmediato?
–Efectivamente, es impresionante.
–¿Alguna vez se pagó todo esto?
–Los españoles entendían que esta ayuda era vital, pero por otro lado siempre calcularon muy bien qué formas de pago aceptar. Ambas partes hicieron todo lo posible para aprovechar la situación y conseguir los mejores precios y condiciones. Argentina pidió siempre precios por encima de los de mercado, sabiendo la necesidad urgente de España. Y los españoles siempre prometieron pagar después de algunos años y siempre en pesetas y sin indexación. Ni en dólar, ni en oro, por lo que cuando pagaron, recién en 1957, pagaron de hecho una fracción del precio original.
–La imagen que quedó en Argentina es que esa ayuda se donaba, no se cobraba.
–No fue así. El gobierno peronista siempre buscó hacer un negocio porque no era una alianza ideológica entre ambos líderes, aunque había algunas semejanzas. Había intereses mutuos afines. Argentina tenía problemas en exportar sus productos agrarios, sobre todo porque el Plan Marshall cerró la puerta de los mercados europeos. Por eso buscaban nuevos mercados, y España era uno. Perón también quería mostrar que la tercera posición existía a nivel internacional y ayudar a los españoles, boicoteados por el bloque socialista y por Occidente, era el caso ideal: Argentina venía en forma independiente a ayudar. Argentina también estaba interesada en fomentar la inmigración española, en especial de técnicos para cumplir el plan quinquenal y la industrialización. No fue una ayuda romántica sino calculada, que tenía fines propagandísticos, económicos, políticos.
–Que ambos regímenes disimulan con un verdadero marketing ideológico, con ideas como “hispanidad”, “madre patria”, con España que para un poco de hablar de restaurar el Imperio, para no ofender. Son temas que no se inventaron en el momento, pero se usaron más.
–Claro, venían de las décadas del veinte y el treinta, durante la dictadura española, y estaban muy de moda entre los círculos nacionalistas argentinos. A Franco le sirvió para mostrarles a los españoles que España no caminaba sola, que formaba parte de una familia de naciones de habla hispana que mostraban su solidaridad con la madre patria. Perón también cultivó este mito hispanista como un ingrediente de la nueva identidad nacional que quería formar, un mito aglutinador para esta sociedad de inmigrantes. Pero como era un político tan pragmático, no tuvo problema en dejar de lado este mito cuando las relaciones políticas y económicas con España se deterioran, a partir de 1950, y tomar entonces el de la latinidad. Ahí se pone a hablar de la herencia de Roma imperial, a dar discursos sobre Italia y la identidad común. Lo ideológico siempre tenía un papel estratégico para Perón, servía a fines políticos o diplomáticos. Mire, llegó al punto de que Perón consideró en 1954 la posibilidad de romper relaciones con Madrid y reconocer el gobierno republicano en exilio mexicano. Es otro caso de zigzagueo: cuando le conviene, mantiene relaciones estrechas con Franco; cuando no, la prensa peronista comienza a criticarlo como a un dictador sin legitimidad ni sensibilidad social, un reaccionario. Lo ideológico no tenía tanta importancia.
–Y sin embargo hubo coproducciones que sólo se explican por afinidades ideológicas. Si hasta el embajador español servía de correo entre, por ejemplo, los exiliados rexistas belgas y sus camaradas en Europa.
–Sin duda que sí. Lo que quiero decir es que en la documentación de las relaciones económicas entre ambos países no hay ni una mención al tema nazi, ni rastros. Eso estaba a niveles más bajos: cónsules, intelectuales, policías, periodistas. Allí se ve la simpatía mutua entre los españoles y los argentinos.
–Me extraña su indiferencia hacia la afinidad ideológica entre ambos líderes. Por ejemplo, si en Argentina hubiera habido un presidente liberal, ¿se podría haber dado un romance semejante?
–Es cierto: el hecho de que fueran dos regímenes autoritarios encabezados por dos militares anticomunistas y antiliberales sirvió para que Perón y Franco se sintieran atraídos el uno hacia el otro y para dar cierta sensación de camaradería. Las cartas de Franco a Perón muestran ese aspecto de camaradería entre militares. Pero eso no alcanza para crear un real vínculo ideológico entre ambos. La forma de llegar al poder es completamente distinta. Franco lo obtiene después de una guerra civil terrible con cientos de miles de muertos y cientos de exiliados, un baño de sangre nunca visto. Perón llega al poder al ganar unas elecciones limpias, libres y democráticas. Y, sobre todo, la base de apoyo social de cada régimen es muy distinta. El régimen franquista se basó en las instituciones tradicionales de España, en la Iglesia, el ejército, los terratenientes, se enfrentó con los sindicatos, nunca tuvo una base popular. El peronismo es pueblo y burguesía nacional. Además, la vida cotidiana era totalmente diferente. El peronismo limitó la libertad de expresión y los derechos civiles, sobre todo a medida que se hacía más autoritario, hubo torturas y exilios. Pero nada que ver con el franquismo, que era una dictadura dura, con miles de condenados a muerte y una represión cerrada.
–¿Por qué termina el romance entre ambos países?
–La crisis económica española. Simplemente, Argentina ya no puede mandar comida sin pagos rápidos. En 1949 comienzan a pedir el pago de la deuda española y Madrid hace lo indecible para no pagar. Lo económico es fundante de la relación y es también la razón para su deterioro.
–Si Perón buscaba nuevos mercados para los excedentes agrícolas, no tuvo mucho éxito en elegir a España...
–Que no pagaba, claro. Pero, ¿quién dijo que podían elegir? Hay que recordar la época: Francia no podía pagar, Italia no podía pagar. Hasta vendiendo o fiando a los españoles, aquí se quemaban granos en las locomotoras porque no había dónde colocarlo. El mercado español mostraba un potencial claro para desarrollarse para Argentina y, para ese momento, quedaba en claro que la tradicional relación comercial con los ingleses no iba a durar mucho más. Era imperante buscar nuevas soluciones. Fracasaron con España, pero tenía su lógica probar.
–¿Y cómo quedan las relaciones a partir del ‘50?
–Bastante tensas. Cualquier cosa de importancia secundaria servía de pretexto para críticas en la prensa argentina al régimen franquista. Cuando viene el conflicto de Perón y la Iglesia, a partir de fines de 1954, en España hay una actitud muy crítica. Una vez más, lo que hago en mi libro no es hablar sobre la actitud española, sino ver los contenidosde la prensa española que, si bien servía toda a la dictadura de Franco, tenía matices. No es lo mismo el ABC, monárquico y conservador, con muchas reservas hacia el peronismo, y otros como Pueblo o Arriba, falangistas y más entusiasmados con el peronismo. En 1955 se festejó la caída de Perón en los círculos políticos y diplomáticos franquistas, en parte porque parecía que con el general Lonardi podían volver a una relación estrecha pero con más similitudes ideológicas, nacionalistas católicas.
–Poco les duró...
–Cincuenta y un días. Y después se encuentran con Aramburu, con quien tuvieron relaciones correctas pero nada más.
–¿Qué herencia dejó este período tan anómalo, que trascendió las relaciones normales entre dos países cercanos?
–Hay que destacar que la opinión pública estaba en general en contra de esta relación de apoyo a Franco. Yo hice un trabajo muy detallado analizando las reacciones de los partidos argentinos ante esta alianza, radicales y socialistas, de la prensa, de los exiliados españoles, de las asociaciones profesionales. El peronismo no era homogéneo en ningún tema y muchos peronistas, y hasta muchos diputados peronistas, tenían reservas sobre el tema. En el archivo de la Cancillería hay miles de cartas dirigidas a Perón, a Evita y al canciller Bramuglia pidiendo por presos en España o criticando la ayuda al régimen. Es interesante ver que Perón mantuvo la alianza pese a las críticas que llegaban hasta de adentro del peronismo.
–Y también pese al costo diplomático de apoyar a lo que era “el último país fascista” en ese momento.
–Cuidado con eso, porque si bien Perón decía que apoyar a Franco era un rasgo de independencia, en realidad servía a Estados Unidos. Al terminar la guerra, la Casa Blanca ya tiene interés en fortalecer a España, por su lugar estratégico, para tener un régimen anticomunista en el Mediterráneo. Pero no podían apoyarlo públicamente por presión de la opinión pública interna, por lo que les resultó funcional que otro país por entonces importante lo hiciera por ellos.
–Pero en público mantenían un discurso crítico, por lo que el costo político era real.
–Sí, correcto. Pagaron un costo.
–Volvamos a la herencia. ¿Qué quedó?
–Por un lado, muy poco, aunque en la conciencia colectiva argentina existe el mito de una ayuda desinteresada motivada por sentimientos de solidaridad hacia una madre patria que en los últimos años no se portó muy bien con ustedes. La prensa argentina publicó largas notas y yo lo escuché de muchos amigos, diciendo que “nosotros ayudamos a España en su peor crisis y ahora, que estamos en una crisis sin precedentes, no encontramos la misma solidaridad”. Para una generación ya mayor en España, quedó el mismo mito, que nos salvamos gracias a la ayuda argentina, que el pan que comíamos era argentino. De hecho, al embajador argentino en esa época le decían “el panadero”. Pero esto se perdió mucho, es de ancianos.

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