EL PAíS › LAS EXPECTATIVAS OFICIALES TRAS LOS ACUERDOS CON DOCENTES Y LA UOM
En el Ministerio de Trabajo estiman que “ahora deberían destrabarse con más facilidad las negociaciones pendientes”. Durante el mes de abril se reabrirían las discusiones con la UTA, La Bancaria y algunos sindicatos del sector alimentario.
› Por Nicolás Lantos
El final del paro docente en la provincia de Buenos Aires el mismo día en que la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), conducida por el titular de la CGT oficial, Antonio Caló, cerraba una paritaria por algo menos del treinta por ciento, marcó el comienzo de un nuevo capítulo en el escenario sindical de un año que, desde últimos días de enero, amenaza con ser el más complicado de los últimos en este sentido. “Ahora deberían destrabarse con más facilidad las negociaciones pendientes”, estiman en el Ministerio de Trabajo. Aunque cada rama laboral tiene sus particularidades, la pauta general quedará, en casi todos los casos, alrededor de los treinta puntos.
Dos días antes del acuerdo con los docentes y con la UOM, las centrales obreras opositoras, cuyas caras visibles son Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Pablo Micheli, habían anunciado una huelga general para dentro de dos semanas, con la novedad de que adherían a la medida algunos gremios clave alineados con el oficialismo, en especial aquellos vinculados con el transporte público. Durante los próximos días la incógnita será si la medida de fuerza logrará, como prometieron sus organizadores, “paralizar el país” el 10 de abril, o si, por el contrario, como sucedió el año pasado, su efecto será acotado a los sectores más comprometidos con la huelga.
En ese sentido, es clave lo que suceda con los gremios de transporte: un paro total de colectivos, subtes y trenes arrastraría toda la actividad comercial y buena parte de la actividad industrial y de servicios, “forzando” a parar a sectores que no participan de la medida. Mientras que la Unión Ferroviaria, de forma mayoritaria, aseguró que no va a hacer paro, en reconocimiento a la política “revolucionaria” del gobierno nacional hacia ese sector en los últimos años, la intransigencia de los maquinistas, que revistan en La Fraternidad, pone en riesgo el funcionamiento de los trenes durante ese día.
Por eso es importante lo que ocurra con la UTA, que agrupa al transporte en micros de corta, media y larga distancia. Su secretario general, Roberto Fernández, anunció que ese gremio va a sumarse a la medida, aunque dejó abierta la puerta para negociar. “Si las autoridades no llaman a la reflexión, nosotros vamos a compartir el pago”, aseguró la semana pasada. En el Gobierno traducen: la paritaria del sector, que había comenzado en enero, se suspendió en febrero (ante la amenaza de un paro durante el cambio de quincena) con una suma fija y la promesa de retomar las negociaciones en abril. “Amenazan con parar para acelerar ese trámite”, es la lectura que hacen en la Casa Rosada.
En el caso de los subtes, por último, debido a la metodología horizontal que maneja el sindicato de los “metrodelegados”, cada línea decidirá si mantener el servicio o hacer un cese de actividades. Lo más probable es que la B, cuya conducción está en manos del FIT, termine sumándose a la huelga, mientras que los otros ramales funcionen con normalidad. En el Ministerio de Interior y Transporte, de todas formas, ya están trabajando en un esquema que permita mantener al menos un funcionamiento mínimo de emergencia en todos los transportes para evitar el “efecto contagio” del paro.
El arreglo de la negociación de la UOM y el inminente cierre, acordado o no, de la paritaria nacional docente, marcarán una referencia que abrirá la compuerta para que se alcancen nuevos acuerdos paritarios. Por otra parte, abril es el mes en el que los gremios que habían comenzado a negociar a principios de año y suspendieron las reuniones luego de la devaluación deberán volver a sentarse a la mesa: en ese grupo, además de la UTA, están La Bancaria y algunos sindicatos del sector alimentario.
En este contexto, la incertidumbre de febrero dejó paso a una calma que anticipa un final feliz, aunque no exento de turbulencias. “Las negociaciones este año van a ser más duras que nunca”, evalúan en la CGT oficialista, donde hizo nido el reclamo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de reducir los reclamos en pos de garantizar la salud de las finanzas del Estado. En la Casa Rosada coinciden con el diagnóstico pero prefieren un enfoque más optimista: “Aunque hace dos meses parecía que se venía todo abajo, para mayo vamos a tener más de mil paritarias firmadas”, prometen.
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