Vie 22.08.2003

EL PAíS  › REPORTAJE A MIGUEL BONASSO, CANDIDATO A PRIMER DIPUTADO

“Somos kirchneristas paladar negro”

Armó un partido nuevo y las encuestas auguran que le irá bien. Explica los motivos de su adhesión al Presidente, sus diferencias con la otra lista ibarrista, su postura respecto del reciente fallo del juez Bonadío. Y habla del PJ, de Scioli, de los ‘70, de los Montoneros, de todo.

› Por José Natanson

Kirchnerista de la primera hora, Miguel Bonasso encabeza la lista de diputados del Partido de la Revolución Democrática, que armó junto a un grupo de peronistas y que lleva a Aníbal Ibarra como candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad. En diálogo con Página/12, Bonasso explica los motivos por los que decidió retomar la política después de 30 años, detalla los planes para construir una nueva fuerza política y respalda las primeras medidas de Kirchner. “No sólo no me ha defraudado sino que me ha sorprendido”, dice sobre el santacruceño, a quien defiende sin titubeos, una y otra vez, a lo largo de la entrevista.
–¿Por qué alguien debería votar la lista del PRD y no la boleta oficial, la de Fuerza Porteña, que candidatea a Claudio Lozano?
–Es complicado contestar, porque hay muchos compañeros en la otra lista con los que podríamos integrarnos y no quisiera marcar diferencias cualitativas. Lo que sí diría es que nosotros salimos a construir una fuerza nueva. Eso tiene que ver con la composición de la lista. En la de diputados está Alicia Oliveira, que desde 1994 no estaba en política; Elvio Vitali, que viene de la cultura; Juan Carlos Volnovich, que viene del psicoanálisis. No son políticos tradicionales. Y es una composición más peronista, kirchnerista. En la lista de legisladores hay compañeros que vienen de las asambleas, las fábricas recuperadas.
–¿Es una lista identificada con el Presidente?
–Claramente. Seríamos como los paladares negros del kirchnerismo.
–¿Se siente cómodo en el oficialismo?
–Es raro. Han pasado treinta años para que vuelva al oficialismo. Estoy acostumbrado a la crítica, aunque la verdad es que es difícil no apoyarlo. No sólo no me ha defraudado sino que me ha sorprendido, por la diligencia y la drasticidad en cumplir lo que prometió. Y creo que un presidente que cumple sus promesas es un fenómeno nuevo.
–¿No es muy pronto para hablar de promesas cumplidas?
–Lo que hay que medir es el costo. Las decisiones que ha tomado son irreversibles, así como el odio de la derecha salvaje. No hay retorno.
–¿Se puede ser kirchnerista sin ser del PJ?
–Sí. El Presidente lo alentó cuando habló de una construcción horizontal. Kirchner no es un PJ ortodoxo sino que es parecido a Cámpora: un peronista frentista, dispuesto a hacer alianzas con el centroizquierda.
–Eso es cierto en la Capital, pero en otros distritos Kirchner se inclina por los candidatos oficiales del PJ, que no son precisamente progresistas: José Manuel de la Sota, Eduardo Fellner...
–Es inevitable. Apoya lo que existe. Si nosotros no nos hubiéramos lanzado en la Capital, hubiera apoyado a núcleos kirchneristas que existían y que hubieran ido dentro de la lista de Ibarra, pero con menos posibilidades de construcción. Quizá pueda ocurrir en otros distritos, de la misma manera que es probable que en otros haya un PJ consustanciado con el proyecto del Presidente. El Presidente es un político, no digo pragmático, porque remite al menemismo, pero sí un hombre realista.
–¿Está de acuerdo con la sanción política a Daniel Scioli?
–Scioli firmó un contrato electoral al aceptar la fórmula, con la línea política diseñada por Kirchner. Y algunas declaraciones y actuaciones suyas fueron en sentido contrario: fue a Miami a plantear el ingreso al ALCA mientras Kirchner hablaba con Lula del Mercosur, después vino el tema tarifas y finalmente cuestionó la nulidad de las leyes.
–¿No se puede pensar diferente integrando el mismo gobierno?
–Es que no son matices de opinión, son líneas antagónicas. No se puede ejercer una función como ésa opinando lo contrario del Presidente en términos de principios. Tácticamente se puede discutir, pero si uno tiene opiniones estratégicas distintas tiene que acatar o irse.
–Algunos, como Elisa Carrió, atribuyen a Kirchner voluntad hegemónica.
–El Presidente actúa dentro de los marcos de la Constitución.
–Pero no es una cuestión de legalidad sino de política.
–Es una cuestión de estilo. Es un presidente fuerte. En un régimen presidencialista, después de una experiencia desastrosa con un presidente débil, y en una etapa fundacional como ésta, no viene mal un liderazgo fuerte, siempre que se dé en el marco de la división de poderes.
–¿No tendría que tener una actitud más consensual, más negociadora?
–Pero la tiene. El problema es marcar una diferencia. Los grandes liderazgos de la historia se han construido sobre una actitud muy flexible en lo táctico e inflexible en los principios.
–Kirchner designó en puestos importantes a algunas personas que, igual que usted, tuvieron un rol destacado durante los ‘70, como Rafael Bielsa o Eduardo Luis Duhalde. ¿Es una reivindicación tardía de esa experiencia?
–El Presidente no se limita a los ‘70 y menos al fenómeno montonero, pero sí se siente parte de una corriente militante que tuvo grandes ilusiones, grandes expectativas y que fue perseguida por eso. Se considera un hombre de esa generación. Y no es una cuestión biológica sino política. Pero al mismo tiempo, como tiene experiencia de poder, sería reducir sus posibilidades políticas no darse cuenta de que tiene una cabeza moderna, capaz de hacer frente a los problemas desde la realidad de hoy.
–¿No es una reivindicación nostálgica?
–No. No está anclado en una nostalgia de los ‘70. Eso sería absurdo. Y creo que yo tampoco yo lo estoy, a pesar de mi pertenencia quizás más nítida. Yo veo las cosas con los ideales de una Argentina libre, solidaria, más justa, pero con una visión actual.
–¿A qué se refirió cuando dijo que había que hacer una autocrítica de los ‘70?
–A un gran debate social, que no se ha dado, como el que ocurrió en Uruguay cuando los Tupamaros se decidieron a confrontar con la sociedad su experiencia. Es para tener una visión integral de nuestra historia, porque sino se sataniza nuestra experiencia, lo cual es falso, o se idealiza, como si hubiéramos sido Robin Hood, lo cual tampoco es cierto.
–En este contexto, ¿cómo interpreta la orden de captura de la cúpula de Montoneros?
–No ayuda a la autocrítica, que no se puede hacer en Comodoro Py sino en la sociedad. Yo no cuestiono las razones de Bonadío, pero sí creo que es imposible en términos judiciales determinar responsabilidades en relación con la Contraofensiva, aunque yo la haya cuestionado.
–El argumento del juez se asemeja al dolo eventual, se apoya en la idea de que la conducción sabía lo que iba a pasar.
–Le va a resultar difícil probarlo. Un ejemplo: pensar que Vaca Narvaja, cuyos familiares fueron asesinados por la dictadura, pueda ordenar que vayan para que los maten me parece desproporcionado. Y también es injustificado en relación con Perdía o Firmenich, porque no hay ninguna prueba de que la conducción estuviera infiltrada. En ese caso yo lo hubiera denunciado públicamente. Y hay otro elemento: un expediente no puede nacer de confesiones obtenidas bajo tormento seguido de muerte. Es un elemento judicial endeble. Pero el argumento central es que la discusión tiene que ser política, en la sociedad, y no en la Justicia.

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