EL PAíS › OPINIóN
› Por Juan Cabandié *
La situación en torno de la deuda con los fondos buitres se debe, como todos sabemos, a décadas de desmanejos financieros y endeudamiento irresponsable, que comenzaron en 1976 y desembocaron en el default del 2001. Lamentablemente, esas mismas políticas de endeudamiento que destruyeron al país son las que se han implementado en la ciudad de Buenos Aires durante los últimos seis años, con la administración de Mauricio Macri.
Sería necio negar que la performance electoral del PRO a lo largo de los últimos seis años tiene que ver con aspectos de la gestión: seguramente hay ciudadanos conformes con las obras de carriles exclusivos denominadas Metrobús o con el arreglo de algunas calles y veredas. Está bien que así sea, quienes desde la política tenemos visiones alternativas tenemos que ofrecer una propuesta superadora de lo que hasta aquí fue realizado.
Lo cierto es que todas estas obras no son, por su magnitud, de las que requieren acudir a financiamiento más allá de lo que la Ciudad cobra por sus impuestos. En todo caso, ese financiamiento debe ser utilizado para obras de alto costo y largo plazo, como las que se requieren para prevenir inundaciones o para extender la red de subtes. Así se ha hecho con las obras del arroyo Maldonado, con financiamiento del Banco Mundial obtenido y proceso licitatorio finalizado antes de la gestión de Macri.
Respecto de la red de subtes, son ínfimos los avances respecto de la promesa electoral, allá por 2007, de 10 kilómetros por año. Los únicos vagones cero kilómetro que circulan por la red han sido comprados por el gobierno nacional.
No obstante este panorama, la deuda de la Ciudad aumentó desde el 2008 un 235 por ciento, pasando de 574 millones de dólares al inicio del gobierno macrista a 1925 millones de dólares en la actualidad.
Los números hablan claramente de una gestión que ha comprometido seriamente las finanzas de la Ciudad: el 99 por ciento de la deuda está nominada en moneda extranjera o atada a su valor y se acumulan vencimientos en años electorales: 4029 millones de pesos el año que viene y 5173 millones en 2017, cifras que exceden el costo anual del servicio de recolección de residuos o equivalen a casi la mitad de lo que la ciudad destina a obras públicas.
Peor aún es el manejo de ese endeudamiento: la falta de planificación ha llevado en reiterados casos a que el dinero se tenga que destinar para otras cuestiones o se lo coloque en plazo fijo a tasas muy inferiores a las que se comprometió a pagar.
Según informes de la Auditoría de la Ciudad, la deuda de 300 millones de dólares al 12,5 por ciento anual de interés que se tomó en abril del 2010 para hacer subtes, recién terminó de usarse en 2013. Peor aún, la Auditoría también encontró que a finales del 2011 la Ciudad había tomado préstamos a través de letras del tesoro por 373 millones de pesos a una tasa promedio del 19,32, mientras colocaba 300 millones de pesos en plazo fijo a una tasa inferior. La mitad de ese monto en plazos fijos precancelables, que por su carácter permiten disponer libremente del dinero, a una tasa de sólo 6,5.
El último gran desmanejo se produjo entre finales del 2013 y principios de este año. Mientras a través del Banco Ciudad se financiaba a las multinacionales del negocio agropecuario para que no liquiden la cosecha y lograr forzar una devaluación, la Ciudad colocaba 260 millones de dólares en bonos en pesos atados a la cotización de la divisa norteamericana, para plantas de tratamiento de residuos que no se iniciaron. Poco más de la mitad de esos 260 millones, 146, se colocaron el 22 de enero, en plena devaluación, con un dólar a 7,14 pesos. Al día siguiente el dólar pasó a valer 8 pesos, lo que significó una pérdida para la Ciudad de 12 millones de dólares en 24 horas.
Las finanzas de la Ciudad fueron utilizadas por cuatro vivos como seguro de cambio. Lo que es peor, Macri acaba de conseguir, gracias a los votos de legisladores de Carrió, Ocaña y el socialismo, una autorización para llevar a cabo su propio Megacanje: endeudarse por 890 millones de dólares que puede utilizar para rescatar títulos que vencen en 2015 y 2017, aunque puede también darle otros destinos al dinero, como financiar una campaña presidencial que buscan acordar los integrantes de Unen que le dieron los votos.
No volver a la fatídica experiencia del 2001 obliga a no repetir las políticas de endeudamiento que nos llevaron a ella. La Ciudad, lamentablemente, va por ese camino de la mano de Mauricio Macri.
* Diputado nacional. Frente para la Victoria.
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