Dom 12.10.2014

EL PAíS  › LUIS FONDEBRIDER, PRESIDENTE DEL EQUIPO ARGENTINO DE ANTROPOLOGIA FORENSE

Treinta años de verdad

El EAAF tiene una enorme agenda internacional, que incluye la primera cátedra especializada en Africa y convocatorias en todo el mundo. Los casos menos conocidos de Pablo Neruda, Salvador Allende y João Goulart.

Se trata de uno de los casos más aberrantes del continente y ocurrió hace dos semanas: 43 estudiantes del municipio de Iguala, Guerrero, México, fueron secuestrados por narcos en complicidad con policías. El sábado pasado, aparecieron 28 cuerpos en fosas clandestinas. Lo que impacta es que los familiares de esos jóvenes decidieron recurrir al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que identifique los cuerpos. Hacia allí viajaron hace horas integrantes del EAAF. En Sudáfrica, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación también convocó al equipo argentino y lo mismo ocurrió en Libia, tras la muerte de Muamar Khadafi. En Vietnam el EAAF forma a forenses que tratan de identificar los miles de cuerpos de la guerra contra Estados Unidos, que terminó hace 40 años. En toda esta actividad internacional, el EAAF cuenta con el respaldo de la Cancillería. Aquí, en nuestro país, el EAAF trabajó sobre 1200 cuerpos de personas asesinadas por la dictadura, y ya logró la identificación de 630. Entre ellos, el cuerpo del papá de Ignacio Guido Montoya Carlotto. Y como en ese caso, la derivación fue que los familiares aportaron sus muestras para futuras identificaciones: ya hay en el Banco de Datos Genéticos del EAAF unas 9000 muestras.

Luis Fondebrider es el presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense y habla sobre la enorme repercusión del trabajo para identificar los restos de Ernesto Che Guevara en Bolivia, colaborando con un equipo cubano y, en silencio, también en otros casos resonantes: Salvador Allende y Pablo Neruda en Chile, João Goulart en Brasil.

–¿Cómo se produjo el llamado de los familiares del caso de los estudiantes de Guerrero?

–El EAAF trabaja en México desde 2004. Primero, en la investigación de femicidios en Ciudad Juárez. Luego, con la búsqueda de migrantes a Estados Unidos desaparecidos. Y después con las narcofosas. Para el EAAF, el trabajo fuera de la Argentina no es nuevo. Cumplidos en mayo de este año treinta años de existencia, paralelo a la tarea en la Argentina llevamos adelante una tarea similar en 50 países, investigando casos de violencia política, étnica o religiosa, pero también formando profesionales locales. Buscamos crear equipos y brindarles lo que se llama cooperación Sur-Sur.

–Los casos de México son durísimos. Estudiantes masacrados y familiares, a veces centroamericanos, que despidieron a algún integrante de la familia porque se iba a Estados Unidos y, de golpe, de-saparece. Casos de secuestrados, de asesinados por los propios traficantes de personas.

–Nosotros fuimos a una forma distinta de hacer ciencia, incorporando a los familiares de las víctimas en el proceso. Es una de las características que distingue a este equipo de la forma habitual en que actúan los especialistas forenses, no sólo en la Argentina, sino cuando vamos al exterior. Lo sintetizaría así: transparencia, claridad, independencia, alto nivel científico y bajo perfil.

–¿Cómo es la experiencia en Africa?

–El EAAF ha trabajado ya en 17 países del continente africano, comenzando en 1994 a pedido del fiscal general de Addis Abeba, que investigaba los crímenes cometidos por Mengistu (Mengistu Halle Mariam, dictador a quien se atribuye responsabilidad en decenas de miles de muertes durante la llamada época del Terror Rojo). A partir de ese trabajo en Etiopía, fuimos convocados a hacer un trabajo para la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, la Comisión de Investigación de las Naciones Unidas para Darfur, el Comité Internacional de la Cruz Roja en Libia, luego de la caída de Khadafi, y más recientemente en Chad, pedido por las Cámaras Extraordinarias Africanas, que investigan los crímenes cometidos por el ex presidente Hissene Habré. Una de las más recientes iniciativas del EAAF fue la creación, en 2012, de la primera Escuela en Derechos Humanos y Ciencias Forenses para Africa. Esta iniciativa, como otras, cuenta con el apoyo de la Cancillería argentina, a través del trabajo de la embajada argentina en Sudáfrica. Es un apoyo indispensable.

–Tuve la oportunidad de ver el impresionante trabajo que están haciendo en Vietnam. Tiene trascendencia histórica.

–Sí, es un trabajo que se hace por acuerdo entre ambos países, a través del Fondo Argentina Sur-Sur de la Cancillería. Nuestro laboratorio trabajó en la identificación de cinco cadáveres, pero lo principal es la capacitación: cómo organizar la búsqueda de desaparecidos, cómo organizar la información sobre los hechos, la relación con los familiares, la participación de la Justicia, las comisiones de la verdad. Piense que la diversidad cultural, étnica y religiosa hacen que tengamos que manejarnos con cuidado, respetando cada contexto y sus necesidades. Es muy distinto el trabajo que hacemos en la capacitación de los institutos de Medicina Legal de Irak e Irán, que tienen que investigar las muertes de miles de personas entre ambos países; del asesoramiento que damos en Chipre al Comité de Personas Desaparecidas durante el conflicto de los años ’60 y ’70 o el respaldo científico que protagonizamos en Líbano para investigar la guerra civil en ese país. Son contextos religiosos muy distintos y actuamos con respeto siempre.

–¿Cómo toman los casos de personas famosas?

–Efectivamente en algunas ocasiones, al EAAF le han solicitado colaboración para investigar la muerte de personajes famosos. Fue el caso de Ernesto Che Guevara en 1995-97. Su hallazgo e identificación, realizado en conjunto con un equipo de científicos cubanos, atrajo la atención mundial. Pero para nuestro equipo fue la posibilidad de dar respuesta a otra familia más, sin hacer distinción entre famosos y anónimos. Más recientemente, el EAAF formó parte de las comisiones internacionales que participaron en la investigación de las muertes de Salvador Allende, Pablo Neruda y João Goulart. La Justicia chilena ordenó la exhumación de Allende para determinar si fue asesinado o se suicidó ante el golpe. El estudio concluyó que fue suicidio. Respecto de Neruda se trataba de saber si falleció producto del cáncer de próstata que sufría o si fue envenenado. La conclusión judicial fue que no hubo envenenamiento. Y el caso del ex presidente de Brasil, João Goulart, existe la sospecha de que fue asesinado por el Operativo Cóndor. El caso sigue abierto.

–¿Cómo siguen trabajando en la Argentina?

–Seguimos con la búsqueda de personas desaparecidas durante la dictadura. Hemos recuperado unos 1200 cuerpos, de los cuales 630 fueron identificados. El Banco de Datos Genéticos del EAAF cuenta con más de 9000 muestras donadas por familiares, y constantemente se siguen buscando nuevas muestras que permitan seguir identificando cuerpos, en proceso que va más allá de la genética, con un enfoque multidisciplinario. Un nuevo desarrollo del trabajo del EAAF es la temática de las personas desaparecidas en democracia, ya sea por trata de personas o por criminalidad común. Estamos trabajando con la Secretaría de Derechos Humanos ofreciendo herramientas nuevas en una Argentina, donde no existe coordinación nacional a nivel forense ni de fiscalías. Si hoy aparece el cadáver descompuesto de una persona en Santiago del Estero no hay ningún mecanismo eficaz para cruzar datos que brinde ese cuerpo con la lista de personas denunciadas como desaparecidas ante la policía o una fiscalía. El apoyo del Estado argentino desde 2004, a nivel internacional y nacional, es un buen ejemplo de cooperación independiente entre el Estado y una ONG.

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