Mié 22.10.2014

EL PAíS  › OPINIóN

Acuerdos de provincias

› Por Mario Wainfeld

Si el radicalismo convocara a un cónclave a su liga de gobernadores, el encuentro tendría un único asistente: el mandatario correntino Ricardo Colombí. Es, lejos, la peor marca de la UCR desde 1983. Ese piso deprimente no puede bajarse el año que viene porque Corrientes no elige su Ejecutivo local sino en 2017. Elevarlo es un anhelo lógico, que signa el juego interno del partido más que centenario y condiciona al Frente Amplio Unen (FA-Unen). En ese contexto, el PRO y el Frente Renovador (FR) exploran artilugios, roscas impensables años ha, que pueden servirle para instalarse en distritos varios paliando su escaso despliegue en muchos de ellos.

El radicalismo sigue siendo el segundo partido a nivel nacional, sea cual fuera el baremo para medirlo. Por el número de legisladores nacionales o provinciales, por el de intendentes, por el despliegue territorial. Pero está a distancia muy grande del Frente para la Victoria (FpV).

Llegar a la Casa Rosada es un objetivo al que no ha renunciado. La perspectiva de ampliar el número de gobernaciones es, midiendo su peso específico en “el interior”, un avance más factible y al mismo tiempo imperioso. Ya para el caso de ser gobierno nacional, ya para el (más verosímil hoy día) de tener que esperar su turno hasta 2019, por la parte baja.

Mendoza parece estar al alcance de la mano, a la luz de los resultados de 2013 y las características de alternancia de la provincia. Córdoba pintaba mejor hace un añito, pero no se está fuera de la competencia. Los operadores con boinas blancas consideran pan comido a Catamarca, que les fue arrebatada por el tsunami kirchnerista en 2011. Alientan ilusiones en Tucumán, Jujuy y hasta Santa Cruz. Y la nómina no termina ahí.

Como fuera, no ya aumentar sino multiplicar el capital existente es un sueño que se puede ir construyendo. La labor se va realizando y quienes la definen son los referentes locales que se valen de una creatividad vasta y una ausencia de empachos que altera la tradición de los émulos de Yrigoyen y Alem. Comenzó a fines del siglo pasado.

Las coaliciones para ganar provincias son, de momento, ensayos. Falta bastante para que se concreten, el reparto de candidaturas y el cierre de listas serán pruebas de fuego. El aserto es aplicable al indefinible pacto entre los diputados Sergio Massa y José Cano (ver nota central). Son acercamientos, gestos, aprontes... llámelo como usted quiera. La abundancia de alquimias da la sensación de ser irrefrenable y por ahí indiscutible.

Cada taita territorial procura su conveniencia sin reportarse a la conducción nacional. Sin consultarla, por añadidura. Y sin atenerse a las amplias y laxas fronteras del Frente Amplio-Unen.


La conducción nacional no tiene competencia ni mando para intervenir en esas operaciones, que suelen esbozarse en jugadas que se apodan “fotos”. El senador Ernesto Sanz (re)conoce esa carencia y por eso se cuida de criticar las movidas que proliferan como hongos, una en cada comarca.

El diputado Julio Cobos se enoja con más frecuencia, sin la menor repercusión entre los demás dirigentes. Queda en off side: nada peor que proponer cursos de acción que nadie toma en serio. Vetar sin éxito ni repercusión es un medio infalible para perder poder o eminencia.

Contra lo que reza la Vulgata dominante, los gobernadores son fuertes dentro de sus fronteras. No es fácil batirlos, aunque les cuesta mucho trascender los límites. Tampoco es sencillo “exportar” referentes no arraigados para sostenerlos o para disputarles la primacía.

El FpV conoce (y en alguna medida padece) el síntoma. La proverbial capacidad del kirchnerismo para manejar el poder le vale para conducirlos a nivel nacional. Pero, en promedio, flaquea a la hora de disputar provincia por provincia con los conservadores populares, que eso saben ser los “gobernas”, en abrumadora mayoría. Sus adversarios con cierto peso electoral no se les diferencian en ese aspecto.


El radicalismo real existente, al cierre de esta nota, funciona más como una confederación de partidos provinciales que como una federación. En las confederaciones gravitan más el poder local, en detrimento de la unidad del conjunto. Por eso, en trazo grueso y entre otros factores, los estados estables pueden ser federales pero son poco viables las confederaciones.

Jamás debe subestimarse la sagacidad de los referentes provinciales, en lo que concierne a sus dominios. Para el armado nacional, la autonomía insinúa un efecto divisivo, porque es muy patente que no hay liderazgos ni conducción general.

Si bien se mira, el talante confederal describe también a FA-Unen. La coalición se lució en la Ciudad Autónoma un año atrás, sacándole todo el jugo posible a la interna abierta. No es sencillo y tal vez sea imposible trasladar esa dinámica a la consolidación de una alianza electoral pluripartidaria. Los consensos se ensalzan en el discurso pero, en la cancha, es imposible armar una “mesa” que vaya tramando acuerdos políticos tangibles y cotidianos. Las divergencias son la regla y las discusiones banales una práctica cotidiana.


La oposición taquillera en las urnas demarcó tres vertientes en agosto-octubre de 2013. Es impropio hablar de tercios porque jamás fueron ni son iguales. Hay una que ha mermado mucho su potencial y, por lo que parece, sus perspectivas. Es FA-Unen, según coinciden los consultores y los propios dirigentes de todo el espectro opositor. En las tiendas de Massa y de Macri, se extrovierte a los gritos, mientras pescan en ese río revuelto. Los faunistas lo admiten sotto voce, como cuadra, pero el imaginario es compartido.

Las encuestas actuales son prematuras y a menudo amañadas. Más interesante es la prospectiva de los especialistas que de tendencias entienden bastante. La nota del colega Raúl Kollmann, publicada en Página/12 el domingo pasado, recorrió un amplio abanico de especialistas que concuerdan con esa lectura. Hay entre ellos varios que, más allá de su profesionalidad, tienen su corazoncito radical. No difieren con el conjunto: como diría un relator deportivo conocido, es un “mal momento” para la coalición.

Los debates internos no podrán interferir con los movimientos en las provincias. Si los radicales no pueden parar la ola acuerdista multicolor, menos podrán hacerlo protagonistas de otros partidos, en general menos fuertes y con menos capital electoral.

Así están las cosas, hoy y aquí. Massa sonríe con Cano o con el senador Gerardo Morales. Es posible que socios que no se quieren ni (casi) se conocen consigan beneficios conjuntos, en los pagos chicos. A nivel nacional las cuentas son distintas.

Así están las cosas, justo a mitad de camino entre los comicios de 2013 y los decisivos por venir. La historia continuará.

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