EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
El Gobierno parece haber llegado a un diagnóstico, un plan de acción y una decisión diplomática. El diagnóstico sería el siguiente: no hay ninguna chance de que el presidente Barack Obama intervenga a favor de la Argentina en la disputa con los fondos buitre de aquí al final de su mandato, en 2017. El plan de acción consistiría en interpelar a Obama sin mediaciones diplomáticas y en público. La decisión de política exterior que se desprende de los dos pasos anteriores es dejar registrada la existencia de un conflicto con los Estados Unidos, y ya no sólo con los buitres. El primer paso de esa decisión fue haber acudido a la Corte Internacional de La Haya. El segundo fue la carta enviada ayer por la Presidenta a su colega de la Casa Blanca y tuiteada por ella misma en las redes sociales.
La Oficina de Desclasificación de documentos que preside Nancy Soderberg es importante por sus relaciones con el mundo de la inteligencia y la seguridad nacional de los Estados Unidos. En la lista de integrantes, accesible haciendo click en http://1.usa.gov/1qaZZnI, puede verse que otro de los miembros designados por el Poder Ejecutivo, Martin Faga, tiene experiencia previa en un departamento de reconocimiento satelital. Propuesto por el Congreso, el almirante William Studeman se desempeñó antes como subdirector de la Agencia Central de Inteligencia.
En el link http://www.atfa.org/about-us/ es posible acceder a los donantes de la Fuerza de Tareas norteamericana sobre la Argentina. Uno de los miembros y donantes es el fondo Elliot, del buitre Paul Singer. En la web de ATFA un texto proclama que el objetivo es influir sobre legisladores y medios para lograr que el gobierno de los Estados Unidos busque un acuerdo negociado entre la Argentina y los bonistas norteamericanos. El texto no lo dice, pero es obvio que no se refiere a los bonistas que ingresaron en el canje de deuda en 2005 o 2010. En ese caso ya hay acuerdos firmados y en vigencia.
Si, como sugiere la Presidenta, la Nancy Soderberg de ATFA es la misma Nancy Soderberg de la Oficina de Desclasificación, se trataría de una funcionaria que presiona en favor de intereses privados de quienes cobra y lo hace buscando ejercer influencia sobre el mismo Estado del que forma parte. No sería sólo la famosa puerta giratoria por la que un funcionario sale y se convierte en lobbista, y luego deja de serlo y vuelve a ser funcionario, sino de alguien que lo hace simultáneamente.
Si esto resulta efectivamente así, no hará más que confirmar la importancia de Singer en el sistema político norteamericano. El próximo martes, 4 de noviembre, habrá elecciones legislativas. El Senado, hoy en manos demócratas, renueva 33 de los 100 escaños. Los republicanos aspiran a quedarse con el control de la Cámara alta. También buscan retener la mayoría en la Cámara de Representantes (diputados) que actualmente detentan con 234 legisladores propios contra 201 demócratas.
El donante de los donantes es Singer, quien además es la llave para juntar a otros financistas. El buitre juega para los republicanos mientras contrata a gente de tradición demócrata como Soderberg, varias veces funcionaria de Bill Clinton. Meterse en el corazón del Congreso y de sus negociaciones es un modo de tener en jaque a Obama, un político al que Singer quiere debilitar porque lo considera demasiado permeable a los partidarios de la regulación financiera.
En ese bosque –el de verdad, donde también se internó el gobierno argentino– el lobo de Wall Street sería un caniche.
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