EL PAíS › SUSANA SASTRE, SOBREVIVIENTE DE LA PERLA, DA SU IMPRESION SOBRE EL REPRESOR ERNESTO BARREIRO
Es una de las testigos clave del juicio por los crímenes de La Perla y conoció a Barreiro como el represor “más temido” de ese lugar. No cree en la “voluntad de colaborar” del torturador: “Tengo clarísimo que es un asesino y un ideólogo montando una operación”.
› Por Adriana Meyer
“Entraba a la cuadra y se llevaba a alguno de nosotros a palazos, era el más temido”, dice Susana Sastre, sobreviviente del campo de exterminio La Perla, sobre el represor Ernesto Barreiro, a quien veía todos los días durante los ocho meses que duró su cautiverio. Este genocida está siendo juzgado en Córdoba por delitos de lesa humanidad y volvió a la tapa de los diarios porque el miércoles se levantó del banquillo de los acusados para entregar una lista de desaparecidos, con la supuesta intención de “colaborar” con la Justicia. Sin embargo, al día siguiente negó que en ese centro clandestino de detención los sicarios del terrorismo de Estado bajo su mando hayan practicado torturas y asesinatos, y se dedicó a enlodar a los testigos, ex detenidos de La Perla, al calificarlos de “colaboradores a sueldo”. Al escuchar estas declaraciones, por radio, Sastre sintió un escalofrío. “Fue horripilante, ya habíamos tenido que tolerarlo sentado casi al lado nuestro en el juicio, te sonríe y te mira y habla detrás tuyo cuando estás testimoniando. Pero éste es sólo el primer acto de su show y lamento que haya acaparado tanta atención”, apunta. Para ella, los “aportes” de Barreiro deben ser tomados con extrema cautela, pero incluso en caso de ser válidos está convencida de que es parte de una estrategia para dilatar el juicio con miras a obtener algún hipotético beneficio en su situación procesal con la llegada de un nuevo gobierno. Y de paso, seguir reivindicando la dictadura.
Sastre atiende a Página/12 muy serena, pero algo en su voz denota la angustia de una perversión interminable que tiene como denominador común al Nabo Barreiro. Cuando tuvo que declarar como testigo en su contra, destacó la importancia de los juicios por crímenes de lesa humanidad y luego, mirando a Barreiro, dijo: “Tuviste un recreo de más de veinte años y ahora estás acá” en el banquillo de los acusados.
“Tengo clarísimo que es un asesino y un ideólogo montando una operación. Los lugares que menciona ya fueron declarados en el año ’84, no dijo nada nuevo, pero usó a todos y todos estuvieron a sus pies. Hasta el juez accedió a que declarara solo. Se trató el tema como si hubiese sido una confesión. Ellos no van a confesar nada”, dice esta mujer que fue secuestrada en Córdoba el 11 de junio de 1977 por una patota de ocho personas vestidas de civil. Tenía 20 años, estudiaba Trabajo Social y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Permaneció secuestrada en La Perla hasta el 27 de diciembre de 1976. Fue llevada al centro clandestino de detención La Ribera y liberada el 5 de febrero de 1977. Junto a ella habían detenido a Jorge Reinaldo Ruarte, que permanece desaparecido.
Su testimonio fue parte del juicio en el cual el genocida Luciano Benjamín Menéndez recibió su primera condena a prisión perpetua. Y el año pasado también declaró en el juicio que vuelve a encontrar como imputados a Menéndez y a Barreiro, entre otros. La testigo afirmó que cuando llegó a La Perla recibió una fuerte golpiza con “trompadas y patadas”. También relató que fue “abusada” con la picana eléctrica en los genitales y dio detalles sobre las características personales y las funciones que cumplían los acusados en La Perla. “Fue el jefe del campo y ahora se está poniendo como jefe, no es casual que haya hecho esto justo el día de los derechos humanos, por eso es una reivindicación del terrorismo de Estado, y me pone un poco loca que haya tenido tanta repercusión”, dice sobre la puesta en escena de Barreiro.
–¿Cuál sería el objetivo?
–Ellos (por Barreiro y los demás imputados) apuestan a que luego de las elecciones haya un cambio de gobierno y así salir favorecidos, quizá con una amnistía o algo así. Este juicio (La Perla-Campo de la Ribera) recién terminaría el año próximo. Ellos buscan dilatarlo, es una posibilidad. Para mí es una operación muy bien pensada. Cuando terminó de hablar se abrazó con Menéndez, y al día siguiente dice que el pacto de silencio es de los generales, es poco creíble y además todo lo que dijo ya se sabía. Habla de 20 personas cuando se está buscando a 2 mil... La Perla es un predio de mil hectáreas, era todo monte... La Justicia tardó 20 años en entrar, ellos ya habían transformado todo, sacaron con topadoras las montañas. Hoy es un campo de soja, por eso fue muy difícil para la gente del lugar que fue a declarar, se les habían perdido las referencias geográficas. Si encuentran restos de dinosaurios, cómo no vamos a conocer la verdadera historia de nuestros desaparecidos... Aunque también salieron camiones de la fosas con grandes tambores de 200 litros hacia las salinas... la sal destruye todo.
–¿A su criterio, entonces, Barreiro no aporta nada?
–Este es el primer acto de la obra de teatro de Barreiro y compañía. Sale a decir que los acusados de la causa están organizados y así se deschava solo. Claro que están de acuerdo los cuatro y él encabeza esa “comisión” (con Luis Manzanelli, José Herrera y Héctor Romero) de torturadores que supuestamente quieren colaborar (según expresaron al inicio del juicio, “para paliar el dolor de las familias de las víctimas”), cuando en realidad lo que quieren, como mínimo, es tratar de que les atenúen la pena.
–Barreiro, en principio, aporta una lista, pero se despega de los hechos que se le imputan y alude a “otros”, y al día siguiente afirma que en La Perla no murió nadie ni hubo torturas. Sin embargo, para el fiscal Facundo Trotta su actitud es “inédita” en este tipo de juicios. ¿Coincide?
–Lo que Barreiro niega ya está recontra probado en los juicios, por eso Menéndez y otros siete represores ya tienen cadena perpetua. Pero Radio Mitre le hizo una entrevista y ahora el tipo debe estar feliz porque están todos los medios orales y escritos a su disposición. Este show es en realidad una operación muy bien pensada. El es una persona formada, produjo el alzamiento carapintada y fue el último en estar detenido porque estaba en Estados Unidos.
–¿Cómo se sintió al escucharlo en la radio?
–Fue horrible. Es un genocida. ¿Cómo le podemos dar ese lugar? Son cosas que no pueden suceder.
–¿Qué sucedería si encuentran los restos de algunas de las 19 personas de la lista que entregó?
–Yo seguiría siendo cauta y esperaría a ver cuál es la segunda jugada de ellos. Va en la línea con lo que dijo (Mauricio) Macri, que los derechos humanos son un curro. Es la misma línea de desacreditar a la Justicia, a los organismos, a los sobrevivientes que han dado testimonios, con el objetivo de embarrar la cancha. Hay que recordar que en las anteriores elecciones ellos hicieron lo mismo y el que salió a hablar fue Menéndez, pensando que podía ser favorecido por un gobierno que no fuera el de Cristina Fernández de Kirchner. En aquel momento hicieron lo mismo para tratar de abrir la puerta, por si había un gobierno nuevo que los podría favorecer, liberarlos o acortarles su condena. Creo que Barreiro tiene 68 años, con un cambio de gobierno y más cerca de los 70... Vas sumando.
–Aunque sea todo parte de una estrategia para intentar beneficiarse, ¿no es posible que permita identificar a algún desaparecido?
–No entraría en ese terreno. Y si pasara eso no cambia nada. Barreiro quiere generar incertidumbre. Este es el primer acto de la obra de teatro de Barreiro y cía. No es cualquier imputado. Su esposa es militante de la causa de ellos (Ana Delia Maggi), juega fuerte, se encadenó con Cecilia Pando en la ESMA hace unos años y ahora estuvo en el juicio con chaleco de periodista. Pretenden ensuciar los juicios y por eso me alegro de que los militantes sigan militando por la vida y en la calle. A ellos les cae pesada la militancia de la gente en la calle denunciando sin callarse. Hubieran preferido, con todo lo que hicieron, que el pueblo se quedara en la casa. Pero no. Me alegro muchísimo de que toda la militancia siga activa y peleando por la democracia.
Tras su liberación, los genocidas dejaron a Susana Sastre en la casa de sus padres y le encargaron a la policía de Bell Ville que la vigilara. Uno de sus hermanos, que estaba haciendo el servicio militar, fue retenido en Río Cuarto, Neuquén, Paraná y finalmente en Córdoba. Ella se fue a vivir a Buenos Aires, terminó la carrera de Trabajo Social y ahora se desempeña en el Hospital Argerich y en el Ministerio de Trabajo de la Nación. En 1982 militó en el Partido Intransigente y luego en el Frente Grande. Ahora lo hace en Nuevo Encuentro, mientras que su hijo, de 29 años, integra la agrupación Simón Bolívar, en el Frente para la Victoria. “Y seguimos caminando”, dice antes de despedirse.
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