Dom 14.12.2014

EL PAíS  › OPINION

“Qué hermosa noche”

› Por Sandra Russo

No sólo “la democracia no se suspende por mal tiempo”, como dijo ella apenas empezó a hablar, sino que el mal tiempo fue ayer el ingrediente de adversidad que le puso carácter a una fiesta de reafirmación política. El kirchnerismo siempre se tonifica en la adversidad. Desde esa primera frase, hasta la última que pronunció ayer ante diferentes micrófonos y auditorios militantes, Cristina Fernández de Kirchner expresó lo que está en juego desde hace “once años y siete meses”, desde el 25 de mayo de 2003 hasta hoy, y en los decisivos meses que se vienen. Es la clave, el centro de la cuestión, la verdad de la milanesa y el punto sobre la i: lo que está en juego es el proyecto.

Lo demás es cotillón, que ella sintetizó un par de veces como “una foto, una campaña, un color”, pasando rasante incluso por los precandidatos propios, a los que les avisó que no alcanza con decir que ella “es buena” (“Ni buena ni mala porque, ¿vieron que parece que todo pasa por si soy buena o mala?”, abundó).

No busca halagos la Presidenta, fogueada por cada uno de los días de sus dos mandatos, en los que viene siendo insultada y descalificada como ningún otro presidente antes. Ella hoy es ésa, una mujer más fogueada que antes de la muerte de Néstor Kirchner, curtida por los avatares a veces inimaginables –ayer describió algunos, como las últimas especies casi disparatadas que llegan desde algunos juzgados– que le depara estar al frente de eso que es tan peligroso para el establishment, de eso que le ha valido mil y una desfiguraciones. Ni sus carteras ni su declaración jurada ni sus cadenas por televisión ni su “Mal de hubris”, dijera el doctor. Le pegan por el proyecto.

Y del proyecto político que comenzó el 25 de mayo de 2003 no fue su voz la que más testimonio dio, sino los miles y miles de voces que gritaron, a través de mil consignas distintas, la misma cosa: que es ella la que conduce, que es ella el cuadro político que garantiza esa conducción, pero además que es ella no por su melena caoba ni sus vestiditos ni por derecho adquirido por apellido ni nacimiento, y ahí fue explícita y lo dijo con palabras parecidas. La conducción es de ella porque es la que en estos años se ha convertido en un dique infranqueable ante las miles de presiones que caerán sobre cualquier otro que venga a ocupar ese lugar. El proyecto se mantuvo y está vigoroso porque ella lo bancó, en cuerpo y alma.

Todos los que estaban ayer en la Plaza, los que estaban adentro de la Rosada y millones de los que estaban en sus casas saben perfectamente que lo que se logró fue con lucha cotidiana, con acción política constante, con obstinación de buey, con convicciones tan fuertes que una y mil veces, ante embates y trampas cazabobos, ella eligió el camino de lealtad al proyecto.

Y sintetizó el proyecto: es el de la igualdad. El viejo proyecto de la distribución de la riqueza. Es el proyecto del Estado gravitando para sembrar trabajo, competitividad, conectividad, servicios, infraestructura, programas sociales y culturales, coberturas universales, a destajo, y por oposición, del Estado que tuvimos desde 1976 y dejamos desangrar en los ’90 a manos de los técnicos y consultores de la city. Es ese mismo Estado el que todavía está en boga en buena parte del mundo. A la derecha nunca se le ha ocurrido otra cosa.

Los miles de militantes de las distintas organizaciones kirchneristas volvieron a demostrar que hay una batalla cultural que está ampliamente ganada en esa instancia: ese amor colectivo del que habló Cristina, ese amor que los atraviesa, que los hace salir hacia el otro cuando en el resto del mundo y de esta sociedad sigue vigente la inercia del ensimismamiento existencial y la autoayuda, esa comprensión de su papel en esta historia –un papel activo, el rol del que se hace cargo–, es un sentimiento nuevo y potente que está despertando en las generaciones más jóvenes. Ella lo viene diciendo desde hace años: esos jóvenes son los depositarios y los continuadores del proyecto. “Qué hermosa noche”, dijo la Presidenta cuando paró la lluvia y ya estaba en la Plaza. Hablan de fin de ciclo. Y por momentos, como anoche, uno siente que esto recién empieza.

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