EL PAíS › EL ROL DE LOS PROFESIONALES Y EL DEBATE POR EL CUERPO MéDICO FORENSE
Por Laura Sobredo *
Hace pocos días supimos por Página/12 de los expedientes donde los marinos de la ESMA reclamaban a las instituciones para que los reconocieran afectados por síntomas psíquicos relacionados con sus tareas. La crónica mencionaba que, según dicen esos registros, el represor Ricardo Cavallo entiende que está afectado porque su mujer se entera de su actividad como torturador en los “medios de prensa”. El recuerdo de la voz metálica del torturador todavía suena en los oídos las víctimas. Los mismos registros dicen que Capdevila, médico que asistía los partos de mujeres engrilladas y torturadas, cuando habla de su propia salud se dice profundamente afectado y borrados en él los conceptos de moral y de legalidad. En esos documentos los torturadores se muestran afectados, pidiendo beneficios (licencias, pensiones) y en el mismo gesto pidiendo reconocimiento de las instituciones: accederían a esos beneficios si sus síntomas eran secuelas de actos de servicio. Y de hecho han accedido.
Uno de los perpetradores mencionados es médico y se refiere a su salud. Los demás son evaluados por médicos (¿psiquiatras?) que ratifican estas afecciones. Los entrevistan para poder arribar a un diagnóstico. Escuchan en esas entrevistas los hechos que motivaron esos síntomas. Y callan.
“Todo está guardado en la memoria”, dice el poeta. La memoria tiene textos, imágenes, sonidos que construyen relatos pasibles de ser comunicados con palabras. Y hay marcas del horror “fuera de la memoria”, fuera de las explicaciones racionales aun en los artífices del horror. Entonces los responsables de los crímenes tienen pesadillas, no duermen, tiene ideas persecutorias, dañan material o metafóricamente a quienes se relacionan con ellos. Estas manifestaciones señalan las marcas en su subjetividad de lo que les hicieron a otros humanos cuando los trataron como cosas, cuando taparon sus ojos con una capucha durante la tortura, las violaciones o los secuestros para no ver en las víctimas una de las expresiones más representativas de lo humano, la mirada. Así se muestra lo que les hicieron a esos otros humanos. Esto no convierte a los perpetradores en víctimas. Es, en todo caso, una ratificación de lo que han hecho.
Todo esto escuchan en los síntomas los médicos que los evalúan y dan por ciertas esas secuelas de “actos de servicio”. Y lo que los torturadores hicieron sobre el cuerpo y la subjetividad de las víctimas. El horror se muestra en esos síntomas. Si las secuelas existen, el horror existió. Y sin embargo callan.
El accionar de esos médicos que se refleja en esas evaluaciones es también un aspecto de la maquinaria del horror aún funcionando iniciada la democracia. Un testimonio espantoso de la complicidad, del silencio y de la falta a los compromisos éticos que deben fundar todo quehacer de los médicos.
Hace ya muchos años prometí junto a mis pares “ejercer mi profesión con conciencia y dignamente” y también “no emplear mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, incluso bajo amenaza”. Así dice la fórmula de Ginebra que los médicos decimos al graduarnos. Recuerdo ese día como uno de los importantes de mi vida, entonces es hondo el impacto al conocer esos documentos que dicen a las claras del hacer de esos médicos. El impacto corre frío por la espalda al pensar que andan por las calles donde andamos o por los lugares donde trabajamos o estudiamos y dicen que comparten la profesión con uno. No compartimos con esas personas que se pueden hacer llamar colegas más que la condición de igualdad ante la ley. La posibilidad que nos da el Estado de derecho de hacernos responsables de nuestros actos. Faltan tantos responsables frente a la Justicia y también faltan ellos. Es un asunto de Justicia.
* Medica psiquiatra, psicoanalista.
Por Pablo Llonto *
Un pícaro médico revisa a un pícaro genocida y aguardan ambos, entre picardía y picardía, que la Justicia distraída caiga nuevamente en la trampa. La historia de los últimos tiempos indica que la simulación y la exageración son las nuevas armas que desenfundan militares y policías, empresarios secuestradores y decenas de imputados/procesados/condenados por delitos de lesa humanidad para zafar de la prisión. Nadie niega que existen presos (en cárceles o en su casa) que han caído bajo dolencias y enfermedades incurables. Para ellos, la ley brinda amparo y el catálogo de derechos humanos no los abandona. Pero una seguidilla de casos revela que el terrorismo de Estado pretende incluir en sus actos la tomadura de pelo. Los casos del ex teniente coronel Jorge Crespi (jefe de Inteligencia en La Tablada) y del ex suboficial de la Federal Luis “El Japonés” Martínez (secuestrador y torturador) son algunas muestras que desataron cuestionamientos graves a miembros del Cuerpo Médico Forense. A Martínez un neurólogo del CMF lo declara demente. Sin embargo, los peritos de la querella lo revisan y se oponen al dictamen. Una psicóloga lo califica de simulador y advierten al juez Daniel Rafecas que Martínez está en condiciones de ir a juicio enumerando lo siguiente: un demente no puede vivir años prófugo, cobrar su jubilación por cajero, viajar solo, llegar a destino, ubicarse-orientarse, manejar dinero, vivir solo sin problemas, cuidar perros, comprar en el comercio del barrio y manejar celular. Conclusión: Rafecas ha convocado a una junta médica con intervención de la Facultad de Medicina de la UBA para constatar si el Cuerpo Médico Forense ha mentido.
Crespi estuvo a un tris de quedar afuera de un juicio porque un mal dictamen que incluyó falsedades en los informes del Cuerpo Médico Forense puso al borde del error a los integrantes del Tribunal Oral Federal 4. Con criterio, los tres jueces Costabel, Barberis y Fernández decidieron “visitarlo” y atender los dictámenes de los peritos de la fiscalía y la querella y comprobaron que el hombre estaba recuperado de un ACV y que su deterioro no tenía incidencia para excluirlo del juicio. Crespi acaba de ser condenado por su papel en el centro clandestino Vesubio, al que, según él mismo confesó, iba a ver “si los detenidos estaban bien alimentados y limpios”.
Desde mediados de 2013 un equipo de profesionales ayuda a nuestra querella, en tarea militante, detectando incapacidades, mentiras y trampas de ciertos miembros de un Cuerpo Médico Forense desprestigiado. Frente a los pícaros que buscan impunidad el camino es desenmascararlos. Y decirles, a los jueces, ojo.
* Abogado y periodista.
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