EL PAíS › ENTREVISTA AL CANCILLER HéCTOR TIMERMAN DESPUéS DE LA TERCERA VOTACIóN FAVORABLE A LA ARGENTINA EN LA ONU
El ministro de Relaciones Exteriores dialogó con este diario tras la aprobación en la ONU del financiamiento para el comité que redactará un marco regulatorio para negociar deudas soberanas. El papel de los acreedores. Las presiones. El rol de China.
› Por Martín Granovsky
El canciller Héctor Timerman habló con Página/12 sobre el nuevo paso hacia un marco legal para tratar la deuda soberana justo anoche, tras la votación en el Consejo de Seguridad en la que salió derrotada la propuesta sobre los derechos palestinos y la paz en Medio Oriente.
–Para la Argentina no se trata de un tema novedoso –dijo Timerman–. Tenemos una tradición de apoyo a los derechos de los palestinos, de estímulo a la paz y de cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU. Pero una cosa es la Asamblea y otra es el Consejo de Seguridad. Por si hacía falta, hubo una nueva demostración.
–La Asamblea General aprobó el financiamiento del comité para el nuevo marco legal vinculante sobre la deuda soberana.
–Todos los pasos fueron muy importantes y se produjeron de manera muy veloz. Ayer culminó el proceso preparatorio para que ahora se pueda redactar el marco legal sobre la reestructuración de deuda soberana. El primer paso, obviamente, fue la propia resolución aprobada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Después la Asamblea votó cómo la ONU seguiría discutiendo el tema. El tercer voto, el de ayer, fue sobre el modo de financiar el proceso que terminará en el marco legal para que la Asamblea General pueda votarlo en 2015.
–El tema del financiamiento, puesto como cuco por la representación norteamericana en la ONU, estuvo desde el principio en el debate.
–Sí, y a pesar de ese tono en los tres pasos el Grupo de los 77 más China se mantuvo muy unido.
–¿Fue difícil?
–Hubo muchos intentos de romper la unidad.
–¿De qué forma?
–Se utilizaron todas las herramientas a mano. Por ejemplo, los países acreedores más poderosos buscaron torcer el procedimiento natural. Y lo hicieron escalón por escalón. Cuando la Asamblea General aprobó que habría un comité redactor del marco legal los acreedores quisieron anular ese gran objetivo tratando de que no se aprobara el formato de las negociaciones.
–Pero fue aprobado este mismo año.
–Claro, y como fue aprobado por una amplia mayoría en la Asamblea General los acreedores, al ver que no había podido impedir un acuerdo sobre la forma, pasaron al escalón siguiente, que era el financiamiento. Trataron de que la Asamblea General negara la entrega de fondos.
–¿De qué monto estamos hablando?
–Son 250 mil dólares.
–Para la ONU la cifra no debe ser mucho dinero, ¿no es cierto?
–Es poco. Pero los acreedores igualmente insistieron hasta último momento en que no habría financiamiento.
–Cuando la Asamblea General aprobó escribir un marco regulatorio, en nombre de Washington, Terry Robl dijo, entre otras cosas, que sería una iniciativa costosísima.
–Es que todo sirve para anular la perspectiva de que, al fin, haya un marco regulatorio para la reestructuración de deuda soberana. Y sin embargo no lograron desgajar al G-77. En el Grupo todos los países se tomaron el tema en serio, como fundamental y muy importante. Incluso lo entendieron así Estados que no tienen problemas de deuda pero que entienden por su análisis de la realidad que es bueno cuando los países en vías de desarrollo necesitan solucionar este problema y disponen de un marco para hacerlo. Si no, siempre aparece la confrontación entre países en desarrollo y países acreedores. Y lo interesante de marcar es que los países acreedores no están en contra de que haya un mecanismo de reestructuración de deuda.
–Lo discuten en ámbitos privados y públicos. ¿Avanzan?
–No, porque uno de los reflejos es: “Tiene que haber un mecanismo, y debe resolverlo el FMI”.
–Pero el Fondo Monetario Internacional no redactó un esquema para reestructuración de deudas soberanas.
–Sucede lo siguiente: primero los países acreedores sugieren que el escenario de creación de un mecanismo sea el FMI, pero después el FMI no lo hace.
–¿Por qué no?
–Porque en el FMI los diez países más desarrollados gozan de un poder tal que impide la aprobación de cualquier texto dentro del Fondo.
–Es voto calificado.
–Los votos en el Fondo representan porcentajes.
–Obviamente no hay un mecanismo de un país, un voto.
–No, y por eso la decisión no sale. La Asamblea General está tratando la cuestión de la deuda soberana ahora, pero el Fondo tiene mandato hace diez años. ¡Diez años! Con mandato y todo, ¿dónde está el marco regulatorio, incluso del propio Fondo? No existe. No lo hicieron.
–¿Por qué?
–Lo que voy a decir sonará demasiado simple, pero no hay otra vuelta: cuando los países acreedores no quieren, no quieren. En el caso del Fondo, cuando no quieren, no sale. En el caso de la Asamblea General, aunque no quieran sale. Por eso no quieren que la ONU vote sobre la deuda. La Asamblea General es el único organismo donde entra en juego la verdadera democracia. Palestina ganó todas las resoluciones.
–Pero no es miembro pleno. Es Estado observador desde 2012.
–Me refería a las resoluciones sobre los derechos de Palestina. Lo primero que se creó en la ONU fue la Asamblea General, encargada de ir aprobando el ingreso de los países. Después la Asamblea General creó el Consejo de Seguridad, y el Consejo pasó a concentrar las decisiones sobre la guerra y la paz y a anular la opinión mayoritaria. Justamente, como para ser miembro de la ONU es necesaria la aprobación del Consejo de Seguridad, y como con un veto en el Consejo alcanza para que un Estado no sea miembro, entonces ahí reside el problema de fondo. ¿Qué relación tiene el tema palestino con el de la deuda soberana? Que los Estados Unidos e Inglaterra querían sacar el tema de la deuda del único lugar donde no podían imponer un derecho antidemocrático: la Asamblea General. El gran triunfo argentino es que los países acreedores no consiguieron su objetivo y, sobre todo, que dentro del Grupo de los 77 más China países con economías tan distintas comprendieron que la cuestión de la deuda no es solo una cuestión argentina sino de todos. Un embajador me dijo que la Argentina paga el precio de poner en evidencia la crisis del sistema de reestructuración de deuda. “Tal vez la Argentina evite que a otros nos pase lo mismo en el futuro”, me explicó. Y tiene razón. No es un tema argentino. Le ocurrió a la Argentina. Entre los países acreedores la oposición más dura a un marco legal proviene de los Estados Unidos, de Inglaterra y de la Unión Europea como tal.
–Pero Europa vota distinto si se considera un criterio de país por país.
–Como Europa quebraba su unidad, la decisión de la Unión Europea no se trasladó al voto. Muchos países europeos se abstuvieron en las tres votaciones que llevamos hasta ahora, mientras Africa, Asia y América latina mantenían su unidad. Es increíble lo del Consejo de Seguridad. La ONU es capaz de escribir nada menos que un tratado contra la proliferación de armas nucleares o un tratado en favor de los derechos de los niños, por nombrar dos temas enormes. ¿Y no puede ponerse de acuerdo y escribir una convención o un tratado sobre la deuda soberana?
–Hasta ahora no pudo. O no quiso.
–Porque hay un entendimiento político cada vez mayor de lo que significa el tema de la deuda, de los bancos, de los acreedores, de los buitres. Quedó claro quién es la víctima. Los acreedores nos quieren llevar al fondo del abismo y los buitres rechazan cualquier tipo de regulación. Votan en contra los países que exportan capital.
–Con los tres pasos aprobados ahora viene el debate sobre el marco en sí mismo.
–Sí. La Argentina, el primer día hábil de enero, hará circular su propuesta de marco regulatorio en el marco G-77. Simultáneamente, el Consejo de Derechos Humanos, siguiendo otra votación mayoritaria de este año, avanza en su comité para investigar a los fondos buitre desde el punto de vista humanitario. Mientras tanto, el presidente de la Asamblea General debe convocar a una reunión del comité especial donde todos pueden participar y elegir al presidente. Será una puja interesante. ¿Quién presidirá el Comité?
–Bueno, al menos se supone que no querrá ser presidente un Estado que votó en contra de que exista un marco regulatorio.
–Mmm... La ONU es la ONU. Cuando se discutía el voto sobre el financiamiento, delegados de países acreedores se entrevistaron con funcionarios de un país africano que padeció una terrible guerra civil. Hoy es un país pobre pero superó la violencia, y prepara una cumbre sobre desarrollo mundial. Los acreedores los amenazaron. Les dijeron que el dinero para financiar el comité sobre marco regulatorio saldría del presupuesto que ellos tenían asignado para la cumbre. Me reuní con una autoridad de ese país y le di mi palabra de honor de que si, eventualmente, algún país acreedor llegase a lograr que ese Estado africano se quedase sin presupuesto, la Argentina no sólo no lo aceptaría sino que pondría el dinero correspondiente. “No sabe cuánto le agradezco”, me dijo. “Nos estuvieron presionando de manera muy dura y para nosotros cualquiera sea la cantidad de dinero es muy importante.”
–La Argentina consiguió avanzar en la ONU justo días antes del mítico 1º de enero y el supuesto cambio en el efecto de la cláusula RUFO sobre los buitres.
–Hablo de mi trabajo. Mi misión en este caso es conseguir el mayor apoyo posible en la Asamblea General de la ONU y en el área de Derechos Humanos. Lo que sí puedo aportar, para entender la importancia del tema de la deuda, es que solamente cuatro temas no lograron consenso en la discusión presupuestaria de la ONU. Cuatro, entre decenas y decenas. Entonces, se votó. Es decir, votaron sabiendo que iban a perder.
–¿El G-77 ofreció consenso?
–Por supuesto. Pero los acreedores querían que quedara en claro su voto en contra.
–¿Cuál fue el papel especial de China como potencia junto con el G-77?
–China fue siempre muy solidaria con nosotros y con el G-77 en formular la estrategia para la votación. Tenemos una alianza sólida con China. Es el único país con derecho a veto que articula con el G-77. Ayudó mucho en la redacción y en la estrategia. Muchos países se lo tomaron muy en serio y trabajaron intensamente. Piensan en su futuro.
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