EL PAíS › EL FISCAL FéLIX CROUS ANALIZA EL PROYECTO DE REFORMA DE LA SECRETARíA DE INTELIGENCIA
Crous señala coincidencias entre el modo de actuar de los servicios de Inteligencia y el Poder Judicial. Afirma que demonizan a la procuradora y que las escuchas en muchos países son reguladas por el Ministerio Público porque conduce las investigaciones.
› Por Alejandra Dandan
Félix Crous es fiscal, titular de la Oficina de Enlace Legislativo de la Procuración. En esta entrevista analiza contenido y algunos de los significados de la disolución de la Secretaría de Inteligencia y su reemplazo por una Agencia Federal. Crous pone esta decisión en línea con los hitos claves en la construcción y consolidación del sistema democrático. Piensa en el proceso de democratización de las Fuerzas Armadas, la reforma policial o el acceso a ciertos lugares como la ESMA. Habla de la SI y del Poder Judicial: “La Inteligencia y el Poder Judicial eran, son, dos espacios donde no se había logrado avanzar en el período democrático”. Y dice: “Esto es una deuda de todos los gobiernos. Por comodidad o porque se valían de ellos o por cualquier razón, cuando estas batallas tan duras se relegan por otras prioridades es respetable. Pero hay un momento en el que esto se trasforma en un Estado dentro del Estado. Y esto sucede con la Inteligencia y sucede con el Poder Judicial. Con la SI lo sabíamos; con el Poder Judicial lo que vemos es que está en absoluta aceleración hacia ese lugar y yo creo que esos jugadores no tienen noción de que están provocando su propia destrucción”.
–¿Es bueno o malo el proyecto?
–Es bueno. Me gustaría verlo. Me intrigan algunas cosas, pero hay dos o tres elementos fundamentales. Primero que hay una disolución de la Secretaria de Inteligencia. Esto es importante porque hay algunos cambios que son imposibles si no se empiezan desde cero. Uno tiene que poner esto en la misma clave que el proceso de democratización de las Fuerzas Armadas; que el proceso de reforma policial; que el cambio radical de significación de ciertas especialidades. El ingreso a la ESMA es un dato importante. Uno no hubiera podido pensar en una Armada distinta si la Armada seguía referenciándose en ese espacio. Por supuesto hay una cuota de sentido muy fuerte. El edificio de la calle 25 de Mayo, hasta que no sea resignificado, seguirá siendo un lugar que proyecta cosas muy complejas institucionalmente.
–¿Cuáles son los otros aportes?
–También se trata de animarse con los mitos. No sólo con las mafias. Hubo hitos respecto de este tema. Sobre la SIDE, su cambio de nombre y la Ley de Inteligencia Nacional. Fue un avance. El tema de las leyes secretas es un tema aún a revisar. Quiero decir que eso, más la Ley de Defensa Nacional y esto son una tríada donde se establece una base muy fuerte del ejercicio punitivo del Estado frente a la sociedad. Esto obligó a que las instituciones sean modificadas muy fuertemente. Con la Ley de Defensa, las Fuerzas Armadas. Con la Ley de Seguridad Interior y la creación del Ministerio de Seguridad hay un paso muy fuerte en la dirección de la construcción política y democrática de las fuerzas de seguridad. La Inteligencia y el Poder Judicial eran, son, dos espacios donde no se había logrado avanzar en el período democrático. Creo que hay que agregar los sistemas penitenciarios. Gran cuenta pendiente, compleja, porque en ese campo me parece que hay un perverso aval social al sistema de la crueldad.
–Con esto se avanza ahora en Inteligencia. ¿Cómo era el vínculo con la Justicia?
–En el área de los servicios está el mito, lo oscuro. La Justicia era también oscura y temible porque no se la veía, pero había logrado venderse a la sociedad simplemente como aristocrática y clasista, pero no cruel o emparentada a las mafias. Y me parece que, hoy por hoy, hay una convergencia muy intensa entre el Poder Judicial que exhibió gradualmente su matriz ideológica de clase, pero más que eso. De pronto se ve cómo ese despliegue político confluyó con una acción política de otro sector, que es la SI, que entró en crisis contra el mismo actor: que es el gobierno nacional. Producto, claro, del menemismo por lo menos, porque siempre se rumoreó, era vox populi, los vínculos profundos, corporativos, entre la Secretaría de Inteligencia autonomizada del poder político, o no, y el Poder Judicial federal, básicamente el de Buenos Aires. Ahora aparecen de una manera evidente cuando ambos hostilizan.
–¿El caso Nisman es un símbolo de esto?
–El gran desafío es darle una estructura y una gestión democráticas. El proyecto no elimina, sino que jerarquiza (la Inteligencia) como una herramienta de los altos intereses de la Nación. Y lo es. Y, además, hay terminar con esas relaciones bastardas con el Poder Judicial, porque la degeneración del sistema de Inteligencia y del sistema judicial trazaron una alianza: un cuarto de siglo después no tenemos ni Poder Judicial ni sistema de Inteligencia. Hablo deliberadamente alternando los dos términos porque así se presentan en el escenario. Cuando la Presidenta identifica a una persona –exagerando o no, no importa–, esa persona es un emergente. Que un oficial de esa jerarquía haya atravesado del ’72 hasta hoy activo y haya llegado a un cargo de conducción es una anomalía del sistema. Pero es un síntoma. Esto es una deuda de todos los gobiernos. Por comodidad o porque se valían de ellos, por cualquier razón. Y cuando estas batallas tan duras se relegaban por otras prioridades es respetable, pero hay un determinado momento en que esto se transforma en un Estado dentro del Estado. Esto sucede con la Inteligencia y sucede con el Poder Judicial. Con la SI lo sabíamos, con el Poder Judicial lo que vemos es que está en absoluta aceleración hacia ese lugar y yo creo que esos jugadores no tienen noción de que están provocando su propia destrucción.
–La oposición critica que en el proyecto el elegido para la SI se quede durante cuatro años.
–¡Con acuerdo del Senado! Y esto es un salto de calidad. Que elijan a los conductores por esa vía. Pero si el problema es que la Presidenta conserva la capacidad de proponer, en un sistema presidencialista. O si la SI, que brinda información a un presidente que es además cabeza de las Fuerzas Armadas y el responsable político del organismo... Hoy el crimen transnacional, la criminalidad compleja, el ciberterrorismo, los delitos de medio ambiente son asuntos que requieren de inteligencia estratégica no sólo táctica. Requieren trabajo colaborativo regional. Para eso necesitás una organización de altísima jerarquía para producir masa crítica. No se hace con la policía. La policía tiene gran trabajo para hacer, pero eso solo no basta.
–Cuestionan también que las escuchas pasen al Ministerio Público Fiscal. Dicen que esto aumenta el poder de la procuradora.
–Esto funciona así en varios países del mundo. Colombia, que ponen todo el tiempo de ejemplo. Paraguay. Las escuchas están bajo el gobierno del Ministerio Público porque es el que conduce la investigación. Si conduce la investigación tiene que tener disponible la información inmediatamente porque es la prueba. Los que critican eso es porque nunca investigaron un secuestro extorsivo.
–Quieren que el control lo tenga el Poder Judicial, es decir la Corte.
–Los jueces deben tener un control sobre el tiempo de la escucha. Habilitarlo con una limitación en el tiempo. El juez es el que abre la puerta, pero el productor es uno. Esto es un modelo superador del actual establecido por el menemismo. El menemismo le sacó a la Policía Federal las escuchas, creo que hubo una acordada de la Corte. Concentró todo en la SIDE. Las Fuerzas dejaron de hacer escuchas.
–¿Puede explicar por qué el Ministerio es un órgano extra poder?
–El Ministerio Público es virtualmente un cuarto poder, según nuestra Constitución. Tiene un capítulo chiquito, pero está. No somos ni poder Legislativo, ni Ejecutivo, ni Judicial. Coordinamos con otras autoridades de la República. Somos un poder de la República, pero no respondemos a otro poder del Estado.
–La procuradora habló de un diálogo. ¿Cómo sería?
–Se va a convocar. La idea es hacer de esto un espacio amplio, el Ministerio está dispuesto a asumir esa función con consultas a muchos actores, expertos en estos asuntos. En otros países, el Ministerio Público tiene muchos más recursos que en Argentina. Ahora recién estamos empezando. Nosotros no teníamos Ministerio Público. Eramos un rejuntado de fiscales que funcionaban como parásitos del Poder Judicial.
–¿Por qué las críticas entonces?
–Estamos viendo una sinécdoque política, que es un vicio argumentativo: es tomar algún aspecto de grandes proyectos para tratar de sacar una ventaja política oponiéndose a una parte. Toman un aspecto elegido por sus debilidades. Se ataca ese aspecto para tratar de devaluar las virtudes de todo el proyecto. Esto es lo mismo. No les gusta. Con la figura de la procuradora es lo mismo. Para satanizarla le pegan a la procuradora para pegarle al Gobierno. Eso es un dispositivo. No importa qué haga en realidad la procuradora. Ahora se mencionó al demonio (en la cadena nacional), entonces nada sirve. Esto muestra la incapacidad de cada uno a sumarse a algo bueno.
–De ver que era una deuda de la democracia, por ejemplo.
–Es de una enorme pequeñez política y de un caranchismo que todo el tiempo trata de perturbar o inutilizar, de morder, debilitar, pegarle al hígado. Y esto en realidad beneficia al próximo gobierno. Lo que se intenta acá es que la clase política deje de estar de rehén del Poder Judicial porque todos estos que ahora están tratando de ver si ganan un poquito más pegándole al Gobierno, un año después de asumir, si ganan, esto lo van a padecer.
–¿Entonces es tarde para la reforma o no?
–Lo que creo es que desde el deseo llego tarde, pero la evaluación de la oportunidad es necesario mirarla de acuerdo desde dónde se hacen las cosas. ¿Se pudo haber hecho en 2004?
–¿Hizo falta este proceso de democratización para pensar este cambio?
–Fueron procesos de apagar el incendio. A mí me hubiese encantado que (Gustavo) Beliz hubiera tenido éxito con las denuncias en su momento. Con los jueces. Beliz está en el exilio porque jueces y esos amigos de la SIDE lo persiguieron a mansalva. Es muy difícil decir “esto habría que haberlo hecho en tal o cual momento”. Son secuencias. Todos somos geniales profetas del pasado.
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