Lun 02.02.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Consideraciones sobre laberintos

› Por Eric Calcagno *

¡Qué hermoso es el mundo y qué feos son los laberintos! –dije aliviado.

¡Qué hermoso sería el mundo si existiese una regla para orientarse en los laberintos! –respondió mi maestro.

Umberto Eco, El nombre de la rosa, pág. 217.

Una de las figuras utilizadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner durante su discurso sobre los recientes acontecimientos es la del laberinto, y cómo salir de allí. El laberinto es una figura muy antigua, cuyos rastros se pierden en los principios mismos de la historia, allí donde los mitos y leyendas aún son inseparables del devenir de las primeras civilizaciones. Diferentes explicaciones fueron dadas sobre la naturaleza y el uso de los laberintos, entendidos como una construcción a veces en superficie, a veces subterránea, o ambas cosas. El laberinto también tiene una diversidad de funciones, ya que puede ser cárcel, biblioteca o jardín; siempre esconde algo: un monstruo, los conocimientos, el amor.

De allí que numerosas versiones sobre laberintos asuman que se trata de una búsqueda, que puede ser individual, como el medieval “Roman de la Rose”, o colectiva, si se piensa el laberinto como peregrinaje. Al final, cuando se entra en el laberinto y cuando se sale, está la revelación. La verdad: personal, social o ambas.

Para la mayoría de nosotros quedan los laberintos que a veces vienen impresos. Si todos, o casi todos, o al menos algunos, muchos, jugaron alguna vez a solucionar este tipo de laberinto, lápiz en mano y sin trampa, saben que deberán empezar por la puerta, y librarse al entendimiento, la inspiración o el azar para resolver el enigma. Para los cultores de la inmediatez, la resolución pasa por la trampa, que consiste en comenzar desde el final, y hacer la línea (otra vez el hilo de Ariadna) en sentido inverso.

Sirva la evocación para exponer la ¿lógica? que adopta la oposición. Como se establece en la frase “el fiscal que denunció a Cristina está muerto”, con el consabido corolario “antes de la reunión en el Congreso”, y ponemos “AMIA”, “Irán”, “SIDE” con el conveniente grado de virulencia que aparente argumentación, es claro en esa ¿óptica? que el gobierno nacional lo asesinó de modo directo o indirecto. La trampa está en resolver el laberinto desde el final, lo que niega cualquier búsqueda, ya que sólo sirve lo que intenta demostrar la oposición: como el Gobierno es culpable de todo (“una gestión que arroja resultados igualmente nefastos en casi todas las áreas”, dice un artículo de La Nación), también es culpable de esto. El laberinto se resuelve con trampa: cualquier elemento, aunque no supere la sospecha o la calumnia, cuando no el insulto, es útil y pertinente; cualquier ejercicio de la racionalidad en la resolución del laberinto debe ser desechado.

En la inmediatez farragosa de las redes sociales (que se llaman “redes” porque pescan peces, no tanto porque interconectan: he ahí un nuevo laberinto del que habrá que hablar), alguien de la oposición afirmó notar una “insensibilidad” en la Presidenta que sería una característica de los “monstruos” (versión carcelera del laberinto). En la misma vena, basta pensar que los sensibles son humanos de verdad, y que Pinochet –es una conjetura– fue un abuelo cariñoso, para dejar de lado tales lucubraciones. San Bernardo de Claraval decía que “el infierno está lleno de buenas intenciones”. Era el siglo XII, un tiempo laberíntico si los hay. En cuanto a deshumanizar a la Presidenta, apenas se retoma en tono menor la cuestión de civilización y barbarie, por cierto sin entenderla demasiado, pero sirve para predicar la sedición a quien quiera escucharla, aunque ya tenemos bastante de eso de 1930 a 1976, gracias. En esa perspectiva había que ver quién está encerrado en su propio laberinto (color del PRO, logo del Unen), quién es en verdad –a la salida del laberinto político (las urnas)–, en verdad, digo, monstruoso.

Por aquí eso de hacer trampa en los laberintos políticos alguna vez se llamó “fraude patriótico”; otras tantas fueron golpes de Estado; la posmodernidad liberal prefiere ahora a nivel global los “golpes blandos”, las “revoluciones” de/en colores, las “primaveras”. Enarbolando la bandera de la honestidad contra la corrupción en todos los casos donde una política no corresponda con los intereses dominantes a nivel global y de sus socios locales, el “crimen” como estadio superior al “delito” contribuye sin duda a la deslegitimación y al desgaste de los gobiernos que no le responden (quién puede estar a favor del crimen, del delito, quién puede preferir la corrupción a la honestidad, cómo aceptar el populismo en lugar de la “gobierno-de-los-que-saben”). Esta oposición no quiere resolver el laberinto: lo dinamita.

“El hilo de Ariadna es una leyenda de la mitología griega –dice la Presidenta– que consiste fundamentalmente en cómo se sale de un laberinto en la isla de Creta. Allí había un laberinto, donde había un monstruo, el Minotauro que reclamaba todos los años que se le entregaran siete jóvenes para el sacrificio. Y nadie podía escapar de ese laberinto; sin embargo, una mujer, Ariadna, le dio a Teseo para que entrara un hilo y que fuera poniendo el hilo por todo el laberinto, y luego de acabar con el Minotauro pudiera salir. Tal vez este lamentable y desgraciado suceso de la muerte del fiscal Nisman constituya el hilo de Ariadna, que nos permita de una buena vez por todas dar respuestas a las 85 víctimas y a sus familiares.”

Así está situado el problema en su contexto, que es el de la lucha contra toda forma de impunidad, entendida como uno de los ejes estructurantes del proyecto nacional. También es un ejemplo del método de acción que desarrollara Néstor Kirchner: cuando existe un problema, se lo considera antes que nada en la dimensión política; se examinan las dinámicas de poder que existen, los actores económicos y sectores sociales presentes; el margen de maniobra realmente existente; se agranda ese margen todo lo posible y se actúa, en todos los casos. Luego se institucionaliza la solución alcanzada a través del Congreso, cuando corresponde. Así se sucedieron la política de derechos humanos, la renegociación de la deuda externa, la nacionalización de las AFJP para recuperar el ahorro de los trabajadores y la solidaridad entre las generaciones. Así, en los momentos que vivimos, Cristina disuelve la ex SIDE y manda un proyecto al Parlamento.

Conocemos los componentes del laberinto, que no son fáciles. Ningún laberinto lo es. Hay hechos monstruosos: la Embajada y la AMIA voladas, el caso Nisman. Tantos muertos. La salida del laberinto dirá “quiénes”, sin excluir pistas. Las infinitas galerías que no llevan a ninguna parte son en parte los servicios extranjeros, y parte los locales, entre tantos otros. En tono menor agregan al laberinto las lógicas destructivas de una oposición demasiado perdida en su laberinto para distinguir lo esencial de lo accesorio, que está huérfana de toda convicción que intenta construir sobre el escandalismo... ¡Que con el memorándum con Irán caerían las alertas de Interpol! No sucedió: sin salida. ¡Que todo era por el petróleo a cambio de granos! No sucedió: sin salida. ¡Que hay pruebas contundentes en el encubrimiento! No sucedió: sin salida.

Faltos de política, invocan una supuesta moral; ignoran que el poder se ejerce en el marco de la Constitución, y la moral se practica, no se proclama. “Sepa el pueblo votar.” Interesante laberinto ese, del poder y de la moral, del que habrá que hablar para develar tanto “Qué, Qué, Qué”, que más parece el masticar del Minotauro al recibir el tributo de Atenas, al que algunos se prestan con fruición, del que transitara Teseo gracias al hilo de Ariadna. Entramos al laberinto por corazón, que no hay otra cosa por hacer; saldremos del laberinto gracias a la razón, que es la única manera; y siempre con los ojos abiertos.

* Diputado nacional - Bloque Frente para la Victoria.

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