EL PAíS
› DUDAS, SOBRESALTOS Y ENCONTRONAZOS DE LA RELACION KIRCHNER-DUHALDE
La comezón del quinto mes
En público son todas sonrisas. Pero en privado hay tensiones. El caso Giacomino puso nerviosos a los duhaldistas, las ambiciones de Telerman a los kirchneristas. El PAMI, la banca por la Capital y Pampuro, tres piedras en el zapato.
› Por Diego Schurman
A la mañana, un viaje compartido a Uruguay. A la noche, un asadito con vino en casa. Esta semana, como las otras, el matrimonio entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde se mostró feliz. Fue una cara de la moneda. La que se preocuparon en mostrar. La otra, la oculta, refleja algunos sobresaltos de la pareja. No menores, por cierto. Por ejemplo, al ex presidente pidiendo clemencia por el desplazado Roberto Giacomino. Al kirchnerismo insultando al vicejefe de Gobierno porteño electo, el duhaldista Jorge Telerman, por sus ambiciones de poder. Innumerables acusaciones mutuas por la situación del PAMI. Y una pelea sin cuartel por el futuro de los ministros que Kirchner heredó de su antecesor.
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Clemencia. El jueves 2 la Casa Rosada era una caldera. Por eso Duhalde ingresó sigiloso. Lo recibió Alberto Fernández. Al fin, su amigo. Pero las sonrisas duraron lo que la luz de un fósforo. A los pocos minutos, el jefe de Gabinete tiró sobre la mesa una bomba neutrónica:
–Cayó Giacomino –murmuró, casi lacónico, sabiendo que esas dos palabras cambiarían el semblante de su interlocutor.
–¿Por qué? –se inquietó el ex presidente, efectivamente desencajado.
–Hizo una operación jodida –introdujo, y pasó a detallar el negociado familiar del policía.
Duhalde se mostró incrédulo por lo burdo de la operatoria.
–¿En serio es así?
–Sí. Es así.
–Bueno. Pero te pido que no hagan nada sin hablar con él primero.
El jefe de Gabinete no hizo lugar al reclamo de clemencia para el hombre que aún no había regresado de Europa.
–Ya es imposible. Es muy grave.
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Enredos. El lunes siguiente, tal como informó en exclusiva Página/12, Duhalde se trasladó en secreto al country El Ombú. En otro auto hacía lo propio Carlos Ruckauf. Allí los esperaba Giacomino, amigo de ambos, en especial del ex canciller, a quien le ofició de custodio personal. Los tres pergeñaron la estrategia. “No pegarle a Kirchner” fue la consigna.
Esa misma noche el ex jefe policial haría su defensa mediática en el programa de Marcelo Longobardi. Kirchner estaba inquieto. Imaginaba que el Canal 9, de su enemigo Daniel Hadad, se ofrecería de plataforma para castigarlo. En rigor, nadie sabía hacia dónde Giacomino dispararía su furia. Finalmente recayó en Gustavo Beliz.
El ministro de Justicia era uno de los que creía que la gestión de su flamante enemigo había sido “impecable”. Ese calificativo, obviamente, quedó archivado una vez conocidos los datos de la investigación oficial.
Giacomino no sólo disparó contra Beliz. Poco ducho en esto de enfrentar los medios, también realizó un tiro por elevación contra el propio duhaldismo. Más precisamente contra Alfredo Atanasof, al sugerir que en la Jefatura de Gabinete, durante la gestión duhaldista, se sabía del desdoblamiento de la licitación del sistema de informatización del Hospital Churruca.
Sólo cuando Longobardi se preocupó en saber si era cierto lo que había escuchado, el ex jefe de la Federal reculó con una vaga explicación.
–Se enredó –tuvo que consolar Duhalde a Atanasof cuanto éste comenzaba a montar en cólera.
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Riñón. Duhalde no se cree derrotado en el caso Giacomino. En la intimidad argumenta que no fue Kirchner sino Clarín el que volteó al ex jefe de la Federal. El diario estaba a punto de publicar una nota sobre el tema y el Presidente se anticipó al escándalo. De lo contrario, especula el ex mandatario, nada hubiera pasado. “Kirchner no actuó para perjudicar a Duhalde sino en defensa propia. Además, es forzada la asociación de Giacomino con Duhalde. Giacomino no es del riñón duhaldista. En todo caso es ruckaufista. Pero, curiosamente, el que lo defendió para que se quede en su puesto con la primera limpieza de Kirchner fue Ibarra y no Duhalde”.
El argumento se presenta sólido, salvo por un detalle: fue el propio vocero de Duhalde, Luis Verdi, quien admitió públicamente que Giacomino le pidió una audiencia el ex presidente para analizar su situación. Con Ibarra ni se habló. Era lógico: el jefe de Gobierno porteño ya le había soltado la mano.
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Palabritas. El mismo día en que se conocía la suspensión de la reducción del canon para Aeropuertos Argentina 2000, firmada por Duhalde, la pulseada también se coló en la Capital. ¿Los protagonistas de la guerra fría? Jorge Telerman y Alberto Fernández. Los dos pelean por la sucesión de Ibarra.
La noche del ballottage, el jefe y vicejefe de Gobierno porteño electos se abrazaron como en un festejo de recién casados: a varios metros del piso y elevados en respectivas sillas por su círculo áulico. El bar Moliere y los que a esa altura de la madrugada se mantenían sobrios, fueron testigos de la foto.
La inquina se generó al día siguiente. Telerman fue a la sede porteña del peronismo bonaerense, en la Avenida de Mayo, a conversar con Duhalde y blanquear su proyecto para el 2007. Nadie supo las armas que utilizó. Pero evidentemente lo sedujo. Días después, en un reportaje con Página/12, el ex presidente pateó el tablero porteño al posicionar a Telerman como potencial candidato.
Ibarra y Cía. se enfurecieron. Daban por hecho que esa potestad –la de aspirar a candidato– era exclusiva de Fernández. Al jefe de Gabinete le reconocen haber convencido a Kirchner para que juegue por Ibarra. Dicho en criollo: depositan en él un parte importante del triunfo sobre Mauricio Macri.
Una comedia de enredos los enfrentó directamente en la última semana. Fue cuando se rumoreó que Fernández bajó a Telerman del avión que ayer partió a Cuba. Como ex diplomático en La Habana, el actual secretario de Cultura porteño estaba incluido en la delegación oficial que pondrá en funciones al flamante embajador Raúl Taleb. Hubo un llamado de Kirchner, que lo confirmó en el contingente. Claro, después hubo otro, de Fernández. Telerman escuchó algunas palabritas, por decir de algún modo diplomático la reprimenda oficial.
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Riesgos. Para Kirchner, el triunfo de Ibarra en la Capital le dio un oxígeno impensado en la interna con Duhalde.
–No te conviene jugar en la primera vuelta, jugate en la segunda– le sugirió el bonaerense antes de la elección.
El Presidente lo ignoró. Y se involucró de lleno en la campaña. Haciendo honor a sus propias palabras, Duhalde se comprometió a apoyar públicamente a Ibarra recién para el ballottage. Pero finalmente no lo hizo. Y eso tensó aún más la cuerda. Para colmo, el duhaldista Eduardo Camaño se regodeaba en los pasillos del Congreso de lo bueno que había sido el triunfo de Macri en la primera vuelta. Para el presidente de la Cámara de Diputados, con el macrismo Duhalde metió hombres propios en el Parlamento, como Jorge Argüello, algo que no hubiese sucedido con la lista de Ibarra.
La duda duhaldista navegó a dos aguas: el triunfo de Ibarra era el triunfo de Kirchner y no de Duhalde. Pero el triunfo de Macri sacaba de escena a Duhalde a costa de la antinomia Macri-Kirchner.
En la Casa Rosada aprovecharon el envión. Y empezaron a buscar la estrategia para definir el conflicto del tercer senador porteño. La duhaldista María Laura Leguizamón disputa ese lugar con la socialista Susana Rinaldi. Cristina Fernández de Kirchner respaldaba a la primera.Pero en los últimos días encontró un argumento para trocar. Se lo dio el riojano Jorge Yoma, quien habló de una “sociedad” entre Leguizamón y Adrián Menem, sobrino del ex presidente.
Kirchner, Cristina y Alberto Fernández armaron una mesa chica de debate. El sociólogo Artemio López se sumó al final y sugirió instalar públicamente la posibilidad de definir el conflicto en las urnas.
El debate salió a la luz. Y convulsionó el ambiente. La senadora Vilma Ibarra, una de las principales operadoras de su hermano Aníbal, telefoneó a Balcarce 50 para ver quién era el loco de la idea.
“¿Vos creés que después de ganar en Misiones y a Macri vamos a correr riesgos con otra elección en la Capital y encima para elegir el tercer senador?”, la tranquilizaron.
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Transversalidad. Yoma puso en relieve el conflicto con la senadora Leguizamón cuando presentó un proyecto de dictamen en el que fundamenta que la banca le corresponde a Rinaldi.
Mabel Müller lo increpó. “Tenés que respaldar al justicialismo”. Para la legisladora duhaldista –íntima de Chiche Duhalde– lo de la transversalidad kirchnerista es puro cuento. El propio Duhalde se lo dijo a Alberto Fernández.
–Los muchachos de la provincia lo tienen a Néstor entre ceja y ceja por ese tema– le dijo, cuando el jefe de Gabinete la anunció que estudiaban incorporar la “transversalidad” en la nueva Carta Orgánica justicialista.
Curiosamente, otro que pide acelerar el trámite a favor de Leguizamón, o sea, del candidato del PJ, fue Eduardo Menem, papá de Adrián.
Claro, no es la única tensión que atraviesa el Congreso. Camaño y José María Díaz Bancalari pelean por los medios por la titularidad de la Cámara de Diputados. Los dos son duhaldistas, pero Bancalari hace rato que huele fragancia kirchnerista.
En este rubro todo indica que se llegará a una medida salomónica: que cada cual quede en su lugar. Camaño como presidente de Diputados, Bancalari como jefe de bloque. “Ya está arreglado”, dicen en el bunker duhaldista. En la Rosada no pronuncian esa frase.
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Emboscada. La pelea por la torta del PAMI es la historia sin fin. Se convirtió en el primer cortocircuito Kirchner-Duhalde, ya que los aires renovadores del Presidente se tradujeron en el desplazamiento del interventor Horacio Pacheco, pediatra de los hijos del ex mandatario.
La última semana el conflicto salió nuevamente a superficie. Fue después de los cachetazos que recibió Juan González Gaviola en Día D. El interventor kirchnerista transpiró la gota gorda luego de escuchar una retahíla de presuntas irregularidades de la obra social de los jubilados. Desmintió todo. Pero una sensación de duda quedó flotando en el ambiente.
–Fue una emboscada –le dijo Kirchner al canciller Rafael Bielsa durante el viaje a Uruguay. No precisó de quién.
Las palabras del Presidente entusiasmaron a Gaviola. Ahora quiere llevar la discusión, y a un periodista del equipo de Jorge Lanata, a tribunales.
Una locura.
Es verdad que Gaviola se ha ganado enemigos. Luis Barrionuevo, el más afectado con los cambios, es el principal. “Sabe que pierde sus fueros, que está en la mira”, apuntó un hombre de la mesa chica de la Casa Rosada. Pero en tren de especulaciones, los duhaldistas prefieren apuntar a Ginés González García. “Fue uno de los que más disfrutó de la paliza a Gaviola”, dijeron.
El ministro de Salud, cargo que ostenta desde la administración duhaldista, es un reconocido amigo de los “gordos” de la CGT, en especial de Carlos West Ocampo, del gremio de sanidad. Ninguno de los dos digiere al interventor del PAMI. Más aún, verían con agrado que el Instituto se desguace a favor de las obras sociales sindicales. ¿Cómo encaja Duhalde en esta discusión? Es muy difícil saber el aire que el ex mandatario le da a Barrionuevo, a quien bancó en Catamarca y cuya mujer, Graciela Camaño, ingresará en diciembre al Congreso de la mano de la boleta duhaldista. Las funcionarios conspirativos del Gobierno no quieren pecar de ingenuos y por eso no eximen a Duhalde de responsabilidades, aún sin tener elementos en su contra. Por eso, en medio de la puja, se echó a rodar el nombre del socialista Hermes Binner como eventual reemplazante tanto de Ginés como de Gaviola.
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Siberia. Si de ministros se trata, otra de las herencias del duhaldismo tiene atragantado a Kirchner. Se trata del titular de Defensa, José Pampuro. En medio de la barrida de la vieja cúpula militar, Duhalde le pidió que se quedara en el cargo. Pampuro estaba dispuesto a renunciar.
En los últimos días, la situación se invirtió. El ministro asegura querer seguir en “Siberia”, como alguna vez definió el lugar que le tocó en el reparto. Pero ahora es el Gobierno el que lo tiene en penitencia. ¿La razón? Asegura que la comisión que creó para investigar el caso Bendini fue un boomerang.
Se sabe, en la Rosada se dice que las acusaciones contra el jefe del Ejército por supuesto fascismo fueron impulsadas por generales retirados, muchos de ellos allegados al duhaldismo. Y que en ese marco Pampuro buscó mostrarse “equidistante” en vez de jugar fuerte por Bendini. Duhalde, por las dudas pasó el mensaje en público. “Kirchner no es muy partidario de los cambios de gabinete. En su provincia tuvo ministros por largo tiempo”, dijo a Página/12.
Sobre el futuro de Aníbal Fernández y –sobre todo– de Roberto Lavagna también se mantiene la incógnita. Pero a la hora de hablar de los ministros del Interior y de Economía, en la Casa Rosada siempre se escucha la misma respuesta. “No pasa nada”. Claro, como en todo, hasta que pasa.