EL PAíS
› ENRIQUE ARCEO, ESPECIALISTA EN EL ALCA Y EL MERCOSUR
“El ALCA es regulación disfrazada de libertad”
Abogado y economista, académico en Flacso, Arceo es un cercano observador de los equilibrios de poder que se expresan en los bloques económicos mundiales. En esta charla, interpreta la reunión de la OMC en Cancún como un límite de los países pobres a la hegemonía central, analiza los peligros del ALCA y los límites del Mercosur, y explica por qué ni EE.UU. ni Europa van a levantar nunca jamás sus subsidios agrarios.
Por Washington Uranga y Natalia Aruguete
–¿Qué representa la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebrada recientemente en Cancún (México) en relación con las negociaciones sobre el ALCA?
–Las negociaciones del ALCA vienen atravesando desde mayo una suerte de impasse, tal como lo señaló el gobierno brasileño, que está determinado por dos cuestiones. Por una parte, la subsistencia de alrededor de nueve mil corchetes, que son puntos de desacuerdo en el texto. Por otra parte, se trata de una negociación que se hace cada vez más dura, en un contexto internacional en el que los países subdesarrollados toman conciencia de que establecieron concesiones a los países centrales que se tradujeron en el deterioro de las condiciones sociales y el aumento de la desocupación. Además, a diferencia de lo que ocurría en 1995, no va a haber importantes movimientos internacionales de capitales hacia los países subdesarrollados. A su vez, la necesidad de financiar el déficit fiscal de Estados Unidos lleva muy rápidamente a una elevación de las tasas de interés que agrava también la situación de los países subdesarrollados. Estamos en un escenario en el que la euforia que rodeó al lanzamiento del modelo neoliberal en la OMC entra en crisis. A esto se suma una serie de cambios políticos fundamentales en América latina y un desarrollo creciente de las resistencias populares al ALCA. Este contexto político condiciona las negociaciones.
–¿En qué situación están las negociaciones?
–Lo que pidieron la Argentina y Brasil es que Estados Unidos baje los subsidios a los agropecuarios, que habían quedado excluidos en el Nafta y en el Tratado con Chile. A lo que Estados Unidos respondió que esa negociación se tiene que plantear en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Allí, Brasil y la Argentina plantean que deben tener alguna compensación.
–¿Por qué piden una compensación?
–¿Por qué la Argentina va a abrir la industria sin poder penetrar en la agricultura norteamericana? Y Brasil plantea que, en las condiciones actuales, no pueden seguir las negociaciones. Y proponen que así como la agricultura se debe discutir en el marco de la OMC, también se lleve lo referente al acceso de mercado de servicios, inversiones y compras del Estado.
–¿Cuál es el interés central de Estados Unidos en el ALCA?
–La negociación de servicios e inversiones.
–¿Y los recursos naturales?
–El único rubro que tiene excedente en la balanza comercial norteamericana respecto de América latina es el de servicios. Esto significa abrir la educación, la salud y el sistema bancario a la inversión de Estados Unidos, sin trabas de ningún tipo y con garantías absolutas. Esto implica controlar a los Estados por las medidas que puedan poner sobre los inversores. Este conjunto de normas constituye un verdadero cuerpo constitucional dentro del ALCA. Desde 1948, Estados Unidos viene bregando por ampliar el concepto de “mercado de libre comercio” a la negociación sobre el “acceso a los mercados de servicios, protección de la inversión y de la propiedad intelectual”. Esto constituye una nueva regulación bajo la forma de desregulación. Estados Unidos logra imponer esto en la OMC en menor medida que en el Nafta.
–¿Qué aspectos son inconvenientes para la Argentina y Brasil?
–Fundamentalmente el sector agropecuario. No tienen ningún interés en estar sujetos a un cuerpo institucional más rígido que aquel al que están sujetos los competidores fuera del área, que están regidos por la OMC y no por un tratado como pretende ser el ALCA. La lógica de las negociaciones lleva a que Brasil, la Argentina, Venezuela y otros países peleen por la penetración al mercado norteamericano en mercancías y traten de derivartodos los otros temas a la OMC, para no estar en desventaja respecto de los restantes países. En la OMC se acaba de plantear exactamente lo mismo. Estados Unidos impuso una agenda que propone la liberalización de los servicios, trata de avanzar en inversiones y da muy pocas concesiones en materia agropecuaria. Los países subdesarrollados dicen: “Si vos no me das eso, yo no negocio más apertura”.
–¿Los países latinoamericanos tienen capacidad para imponer ese límite?
–En la OMC, las resoluciones son por consenso. Basta que uno se oponga a alguna cláusula para que no salga. Lo importante de Cancún es que por primera vez, desde 1995 –con la excepción de Seattle– los países subdesarrollados trabaron la agenda de la liberalización.
–¿Qué impacto tiene Cancún sobre el comercio internacional argentino?
–En principio, en Cancún se puso en crisis la liberalización por vías multilaterales. Es difícil que avance demasiado de aquí en adelante la agenda de liberalización. Es probable que Estados Unidos y Europa traten de avanzar e imponer su agenda vía tratados bilaterales. Para los países centrales el problema agrario es central. Pero si los restantes países experimentan que la apertura en servicios tiene impactos fuertes de desnacionalización de las economías y sobre el empleo, tampoco estarán dispuestos a ceder. El proceso de liberalización queda trabado y por bastante tiempo.
–¿Por qué?
–Porque ni Estados Unidos ni Europa piensan levantar rápidamente sus subsidios. Además, hay una guerra entre ellos. Como en Norteamérica el sector agropecuario es un sector excedentario en un comercio deficitario, con este sector apuesta a redimensionar y rearticular su balanza comercial. Pero en un mundo de libre comercio agropecuario, Europa pasa a depender de Estados Unidos, que es el gran productor agropecuario. Lo que está en lucha no es sólo la relación de cada país con su sector agrícola o la autonomía respecto de la provisión de alimentos, sino el hecho de que hay un gran país-continente que es exportador natural de productos agropecuarios –con subsidios o sin subsidios– y otros dos centros –Europa y Japón– que pasarían a depender de Estados Unidos.
–Frente a las trabas de algunos países en las negociaciones de liberalización, ¿qué estrategias alternativas ha desplegado Estados Unidos?
–Estados Unidos viene haciendo tratados bilaterales con Chile, Centroamérica, seguramente lo hará con Perú y Colombia. Tratados iguales al Nafta, que significan una extensión paulatina del ALCA. El secretario de Comercio de EE.UU. dijo, hace un tiempo, que no importaba que algunos países se negaran a firmar porque terminarían haciendo acuerdos de libre comercio con la Antártida, como si dijera: “Los vamos a aislar”.
–¿La estrategia es aislar a los que presentan resistencia?
–Sí, y no sólo a escala latinoamericana. EE.UU. acaba de hacer un tratado de libre comercio con Singapur, planteó extender el tratado de libre comercio que tiene con Israel a algunos países de Medio Oriente y está proponiendo un acuerdo con los países del Sudeste Asiático. Con esto, la propia Europa se tendrá que apurar para no quedar desplazada. Esto está acompañado de la meta de hacer de América latina un área libre de terrorismo y narcotráfico, que supone actos militares y entrenamientos crecientes. Es una estrategia de aislamiento y presión.
–¿El proceso de militarización desplegado en países latinoamericanos tiene relación con el proyecto del ALCA?
–La militarización tiene que ver con una cosa fundamental y una accesoria. Los pactos militares están acompañados por entradas preferenciales al mercado norteamericano. Lo militar también es parte de una estrategia económica. Lo que marca Cancún es el creciente descontento del mundo frente a todo esto. Como toda fase de expansión capitalista, elimpacto es muy desigual en lo geográfico. En 1970 y 1930, todo el mundo entró en un modelo de desarrollo basado en las exportaciones, salvo los que fueron a largo plazo los ganadores de esa fase: Alemania, EE.UU., Canadá, Australia. En general, el mundo subdesarrollado siguió el modelo exportador clásico, donde los grandes ganadores fueron la Argentina, Uruguay y, en menor medida, Brasil. Hubo pocos ganadores de Africa y ninguno en Asia. En esta nueva fase, los ganadores están en Asia, Sudeste Asiático y China. En épocas distintas, parten de salarios bajísimos y tienen Estados que son la antinomia del Estado neoliberal.
–No sólo son Estados reguladores, sino Estados-empresarios...
–En el caso de China, el peso del sector estatal es determinante. En el caso de Taiwan, todavía a comienzo de la década del noventa, el cuarenta por ciento de la industria estaba en manos del Estado. Además, son Estados autónomos respecto de la burguesía. Y al mismo tiempo, existe una articulación muy fuerte entre este Estado autónomo y la burguesía en un proyecto nacionalista de crecimiento a través de las exportaciones, en condiciones en que los sectores populares no están activados. Son crecimientos que se hicieron sin democracia. Por otro lado, son sociedades que vienen del colonialismo y tienen un fuerte sentimiento nacionalista que tiende a identificar el crecimiento de las empresas nacionales con sus propias empresas. Hay que pensar que estos procesos se dieron en un contexto de profundas reformas agrarias, que impulsan una estructura social mucho más igualitaria que la que existe en la Argentina. Y que por lo tanto son más ponderables los privilegios que obtiene el capital porque hay menor concentración del ingreso que en Latinoamérica.
–¿Qué capacidad tienen Cancún de torcer el rumbo impuesto por los países centrales?
–Es probable que haya estrategias de cooptación como la invitación de la Unión Europea a Brasil a negociar una apertura ofreciéndole el libre acceso en azúcar, verdura y jugo (productos importantes en Brasil) a cambio de romper el grupo de los 21. Son estrategias del centro para romper un bloque de la periferia que aún está muy poco vertebrado. Con idas y venidas, Cancún muestra que a los países centrales les está costando imponer su agenda. Y éste es un punto de inflexión respecto de lo que viene pasando en los últimos veinticinco años. Sin embargo, en una fase que afecta muy desigualmente a las clases sociales, es difícil articular los intereses de los países subdesarrollados, ya que son contradictorios. Y me parece que uno debe tomar en consideración que esta fase ha incrementado la desigualdad entre los países, entre el centro y la periferia y en el seno de cada país en forma notoria. En este sentido, los países de ingresos medios son los que más han sufrido. Y por lo tanto, el diseño de estrategias nacionales en este contexto es fundamental.
–¿Son suficientes las estrategias a nivel nacional?
–No son suficientes. Pero una salida regional como el Mercosur no debe ser pensada como la creación de un mercado más grande. Para construir un proceso de integración en Latinoamérica se impone la necesidad de crear un Estado a nivel regional, que controle los capitales. Primero se debe dar la construcción política y después las demás. No vamos a tener una moneda común o políticas comunes si primero no creamos una real entidad política común. Y en este contexto, el modelo dominante en el mundo y en la región ha entrado en crisis. Los triunfadores de esta línea son países más pobres que los nuestros, con Estados muy activos y otra coyuntura histórica. Y Estados que tienen como condición de su autonomía la desactivación de los sectores populares. Construir un Estado nacional supone la activación de los pueblos. Y esto es incompatible con un modelo de desarrollo que supone el deterioro de los salarios.
–¿Cree que en la Argentina existe conciencia popular sobre lo que significa el ALCA?
–Todavía la Argentina, aunque cada vez menos, está en una discusión encapsulada. En realidad, lo que falta básicamente no es una discusión sobre el ALCA sino sobre la sociedad que queremos, para la Argentina y el Mercosur. La creación de un Parlamento es un objetivo de Brasil para el 2006, que ha recogido el presidente Kirchner. Ahora, hay que discutir qué tipo de Parlamento. Si uno piensa en construir un espacio común en el Mercosur es necesario un Estado muy fuerte que compense las diferencias regionales, para que pueda haber movilidad de mano de obra sin gigantescas migraciones. Esto significa una división regional del trabajo pautada y no sólo librada al mercado. Con la discusión sobre la construcción política se discute si queremos insertarnos en el modelo dominante con Estado o si queremos armar sociedades con Estados sin libre cambio y al servicio de las necesidades populares.
–¿Está madura la Argentina para discutir eso?
–La Argentina es un caso patético de decadencia desde el ‘75 para acá. Actualmente, hay una caída del 60 por ciento en los salarios y es una ilusión pensar que hemos llegado a un piso. La Argentina debe industrializarse porque si no terminará compitiendo con China. Tiene que perder la ilusión de que duplicando la producción agropecuaria saldrá adelante. En la década del 90 aumentó un 70 por ciento el nivel de producción del agro y no vemos cambios. Es un sector chico que no genera trabajo. El deterioro en los términos de intercambio no es un problema de producto sino un tipo de relación entre países.
–La construcción política en la Unión Europea llevó muchos años. ¿Cuánto puede tardar esta construcción en el Mercosur?
–No hay que quedar presos de la construcción europea. Europa tiene una condición excepcional: se trata de una exigencia de Norteamérica, para que Europa pueda hacer frente a la “amenaza roja”. Además, es un proceso de integración entre países que vienen de vivir dos guerras mundiales en medio siglo. Tienen otro tiempo, otros requisitos y otros límites que la integración latinoamericana. La Unión Europea, tal como está hoy, no es un modelo a seguir.
–¿Por qué?
–El Tratado de Maastricht codifica las normas más rígidas del neoliberalismo. Sujeta a Europa a una disciplina que hace que crezca a la mitad que Estados Unidos. Y está buscando su salud en una expansión hacia el Este, cuyo único resultado va a ser un descenso necesario del salario medio europeo. Es un proceso de integración en que constantemente la Europa social queda dejada de lado, conducido en función de las necesidades y urgencias del capital europeo en su competencia con Estados Unidos.
–Con la asunción de los presidentes Kirchner y Lula había ciertas expectativas de resistencia conjunta al ALCA. ¿Se han tomado decisiones concretas en este sentido?
–Uno tenía la impresión de que la Argentina y Brasil iban alegremente a un esquema de libre comercio sin Estado, es decir, con el Estado que permite el ALCA. En este sentido, ha habido cambios significativos en las posiciones internacionales. Esto no hay que menospreciarlo. Además, hay una política activa de expansión del Mercosur y articulación, a partir de la creación de un espacio para fortalecer a las empresas. Conservar el Estado y no abrir la industria más a cambio de nada es un paso adelante. La Cepal planteó el problema de las normas de desempeño que impone la OMC como límite a los Estados y advierte que las condiciones del ALCA prohíben todos los subsidios que pueden hacer los países subdesarrollados y permite los subsidios que hacen los desarrollados. Esto es asimétrico y hay que ponerlo en tela de discusión. Esto es un salto brutal respecto de las corrientes dominantes de los noventa, y es la consecuencia de la decepción de una promesa incumplida.