EL PAíS › REPORTAJE AL MEDICO LEGISTA JUAN CARLOS FENOGLIO
Con veintidós años en el oficio, Fenoglio dijo a este diario que la exposición de la ex esposa de Alberto Nisman fue simplemente “un informe”. Explicó que además del texto hecho público por Arroyo Salgado no puede deducirse si se trató de un suicidio o si al fiscal lo mataron, y dijo que es importante avanzar en la pesquisa sobre las comunicaciones.
› Por Martín Granovsky
Especialista consultor en medicina legal y anatomopatólogo, Juan Carlos Fenoglio dice que se recibió de médico en 1987 en la Universidad de Buenos Aires y que es médico legista desde hace veintidós años. Asegura que prefiere informar esos dos datos antes que contar cuántas pericias realizó porque, como dijo una vez en un juicio, el tema es cuántas pericias salen bien.
–Uno de los puntos de polémica estos días es una expresión que en su oficio debe usarse mucho: espasmo cadavérico.
–El espasmo cadavérico es una cosa excepcional. Hay mil suicidas y el espasmo se encuentra en uno. No es que todos los que se maten con un arma de fuego van a tenerlo. Al contrario. Si un especialista encuentra un caso lo contará en un seminario. Además, el espasmo es muy difícil de diagnosticar. Y por eso algunos caen en el sobrediagnóstico.
–¿En qué consistiría sobrediagnosticar?
–Vamos a lo concreto. Muchos suicidas que usan arma de fuego quedan con el arma en la mano. Una vez que tienen el dedo adentro, y jalan el gatillo y disparan, después el dedo no puede salir ni siquiera cuando el cuerpo se relaja. La parte del arma que circunda al gatillo no deja que el dedo salga. Recién después viene la rigidez.
–Espasmo, entonces, no es lo mismo que rigidez.
–No. Son momentos distintos. El espasmo es inmediato después de la muerte. Luego viene un período de relajación de músculos y en tercer lugar los músculos se endurecen y el cuerpo se pone rígido. Muchos autores sostienen que cuando el cuerpo adquiere la rigidez cadavérica ya no se puede hablar de espasmo. Todo está rígido. Entonces queda una duda: ¿hubo relajación? Los autores más serios aconsejan no aseverarlo.
–¿Por qué?
–Justamente porque queda una duda. Insisto con esta idea: que haya existido o no el espasmo no lleva a ninguna conclusión de si fue suicidio o si se trató de un homicidio. Supongamos que alguien ponga a otro en estado de inconsciencia y le haga empuñar el arma con la mano. Habrá espasmo y no habrá sido un suicidio. Y así puedo seguir combinando escenarios. Esa es la razón por la que pienso que los peritos contratados por la doctora Arroyo Salgado no debieron haber sacado conclusiones. Conozco autopsias de gente que estaba jugando con el arma y se pegó un tiro. Es un accidente, ¿no? Si hay herida de bala la muerte siempre será violenta, pero la última palabra no se puede decir hasta que termine toda la investigación. Y aun así, siempre podrá haber un elemento nuevo. ¿Qué pasa si tiempo después aparece una cámara de cuya existencia no se sabía? ¿O la filmación de un celular? ¿Qué pasaría si hay gente condenada? Las cuestiones periciales deben estar unidas a la investigación.
–¿Usted lo dice por la presentación de Arroyo Salgado?
–Lo digo como principio general, porque el documento que presentó Arroyo Salgado el jueves no fue una pericia.
–¿No? ¿Y los peritos que participaron?
–Son cosas distintas. El Código de Procedimientos lo dice bien claro. Los peritos de parte pueden participar de pericias si está el perito oficial. Tienen que pedirlo. Entonces quien está a cargo de la investigación nombra un perito oficial y ahí sí los peritos de parte pueden trabajar y hacer su informe. En algunos sitios, como en la provincia de Buenos Aires, además hay que notificar a todas las partes. En este caso, encima, la doctora Arroyo Salgado y sus peritos leyeron las conclusiones del informe por televisión, y supongo que lo hicieron antes de presentárselas a la fiscalía.
–¿Eso está mal?
–No. La doctora Arroyo Salgado está en todo su derecho de hacerlo mientras como querellante no viole el secreto del sumario. Sólo señalo que no es una pericia, de modo que hoy no tenemos una contradicción de pericias.
–La fiscal Fein dijo que llamará a una junta médica.
–Yo no la llamaría así. No es una junta sino una pericia lo que podría realizarse. Y agrego aún más preguntas a este caso. El médico que hizo la autopsia, ¿ya terminó su informe final? ¿Dispone de todos los informes de toxicología y de anatomía patológica? No lo sé. Dicho esto, en los días que vienen puede ser que la fiscal pida puntos de pericia. El cuerpo ya no está. Hay un informe. Puede ser que la fiscal pregunte y que cada perito diga lo suyo. Y también pueden no ponerse de acuerdo unos peritos con otros. De paso, recordemos algo: por ley, los médicos están obligados a deliberar en secreto.
–Pero los peritos son auxiliares, no son ni el juez ni el fiscal.
–Sí, por supuesto. No agotan la investigación, ni mucho menos.
–Aunque digan que en su vida hicieron 20 mil pericias.
–Una vez en un juicio me preguntaron cuántas pericias había hecho. Contesté: “¿Por qué me pregunta el número y no cuántas pericias hice bien?”. En la Argentina muchos siguen trabajando, como Alexandre Lacassagne, que fue un gran criminalista, pero empezó a trabajar en el siglo XIX y murió en 1924. ¿Y en el medio no hubo avances? ¿Y la lógica? Pocos la usan. Con el problema de que, para un caso concreto, la excepción es tan válida como la regla.
–Volvamos a la presentación de Arroyo Salgado y a la discusión sobre el espasmo.
–Le doy un dato interesante: el mecanismo del espasmo todavía no se conoce del todo. Por algún mecanismo que se desconoce no se produce siempre del mismo modo la relajación muscular. Mariano Perel, muerto en un famoso episodio en 2001, fue encontrado agarrado a la sábana. Es uno de los pocos espasmos que vi.
–La presentación en San Isidro tuvo otra palabra fuerte: agonía. Uno escucha “agonía” y piensa en sufrimiento consciente.
–Y no tiene por qué ser así, claro. Ante una lesión mortal empieza un período, justamente llamado agónico, en el que a pesar de que el individuo no puede responder por lesión cerebral, el corazón sigue latiendo y tiene signos vitales. La cantidad de sangre dependerá de muchos factores. Por un lado, un orificio de 22 puede sangrar poco. Por otro, puede haber agonía y no hemorragia. O también puede producirse un trastorno de coagulación y mucho sangrado. No lo sé. Pero en el caso de Nisman esto no alcanza a indicarnos si fue suicidio u homicidio.
–¿Qué importancia tiene saber si el cuerpo fue movido o no?
–Depende de las circunstancias. Si realmente alguien se pegó el tiro parado, la experiencia muestra que el primer chorro de sangre va para abajo. Al caerse la persona, el chorro cambia de dirección. Si cae boca arriba el chorro va para atrás. Si un tercero lo mueve mientras está sangrando, el chorro cambia otra vez de dirección. Así puede saberse en principio si el cuerpo fue movido y cuándo. Si el homicida se quedó en el lugar y movió el cuerpo, o si el cuerpo fue movido en el procedimiento pericial. ¿En la pileta del baño había sangre? Si había, es compatible con una conducta común en los suicidas cuando buscan asegurar su muerte y se matan frente a un espejo. Es típico de arma blanca pero también sucede con armas de fuego.
–¿Cuál es su opinión acerca de las afirmaciones sobre el horario de muerte?
–Prefiero decir cómo se establece seriamente: tomando en cuenta, entre otras cosas, la temperatura ambiente. Y suponiendo, en el caso de Nisman, que el baño no era un ambiente frío. De todos modos, las respuestas no son exactas ni tampoco indican si fue suicidio u homicidio. Es más importante establecer si es que existió una tercera persona o no.
–No parece que pueda haber investigación seria si se demora la investigación sobre los mails, los mensajes y las comunicaciones.
–Esa parte de la investigación es fundamental. Claro que puede haber cosas personales, pero justamente hace falta saber por qué murió la víctima. ¿Es investigada una modelo y no sabemos qué hay en la notebook de un fiscal? El cruce de llamados es fundamental. Si se comprueba a qué hora Nisman habló con alguien, habrá otro indicio más que lleve hacia la forma y el momento de su muerte. Los médicos legistas impusieron esa idea de que el cadáver habla. Es mentira. Hoy no se puede terminar una investigación seria sin indagar en las llamadas y en la informática. A veces las partes mismas buscan un perito para forzar las cosas. Y encuentran peritos que se abstienen de usar una frase que deberían decir más a menudo: “Eso no se puede saber con exactitud”. A veces es complejo determinar los elementos fundamentales.
–Los peritos de Arroyo Salgado dijeron haberse expresado bajo juramento de ley.
–Es una expresión que usan los médicos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Una rutina. Lo que vale es el juramento en la Justicia. Pero más allá de quién sea el perito, yo digo siempre lo mismo: un perito no es un testigo. Analiza restos, indicios. Y lo que no está, o porque simplemente no está o porque fue borrado, hace más difícil todavía el análisis. ¿Sabe cuál es otro de los problemas? Los argentinos no mueren como argentinos. Mueren como muere cualquier otra persona en el mundo. Y sin embargo uno toma un libro editado en Estados Unidos y dice que todo es precario, que nada se puede afirmar categóricamente, que no hay que apurarse con las conclusiones... Uno toma después una obra canadiense y lo mismo. Sigue con otra inglesa y lo mismo: cuidado con las afirmaciones fáciles. Ve la experiencia en otros países y se entera de que, por ejemplo, las autopsias las realizan los anatomopatólogos, no los legistas. Contrastemos esa experiencia con muchas prácticas de la Argentina y sabremos por qué, a veces, aparece gente con respuestas rápidas y fáciles.
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