Dom 29.03.2015

EL PAíS  › AGUSTIN CETRANGOLO, DE HIJOS, HABLA SOBRE LOS NIÑOS EN EL DIA DE LA MEMORIA

“Buscan ser parte de lo que sucede”

Agustín llevó por primera vez a Ana Casandra, su beba de nueve meses, a una marcha del 24 de marzo. Los hijos de Hijos, una historia que pasa de generación en generación.

› Por Ailín Bullentini

Este 24 de marzo fueron niños y niñas quienes sostuvieron la bandera con la consigna que acordaron los organismos defensores de los derechos humanos para encabezar la movilización en conmemoración del Día de la Memoria. También integraron el escenario en la Plaza de Mayo, desde donde Madres, Abuelas, Hijos y Familiares exigieron el juicio a los cómplices civiles de la última dictadura y aseguraron que no permitirían retrocesos en la política de Memoria, Verdad y Justicia. Pidieron gritos de “presente” al micrófono; revolearon los dedos en V. Fueron protagonistas, algo que no planificaron explícitamente sus papás, militantes de Hijos, hijos e hijas de hombres y mujeres torturados y asesinados por el terrorismo de Estado durante la última dictadura. Así lo aseguró Agustín Cetrángolo, integrante de la agrupación. “Pisan la Plaza desde que eran bebés, buscan ser parte, se apropian de lo que sucede”, analizó en una entrevista con Página/12. Con nueve meses, su beba, Ana Casandra, participó por primera vez de la movilización de los 24 de marzo el pasado martes.

–¿Por qué llevan a sus hijos a las marchas?

–Hace bastantes años que Hijos marcha con sus propios hijos, encabezando o no, pero desde hace mucho que lo hacemos. Como simples padres, creo que lo hacemos por una cuestión natural que se fue dando en las marchas de los 24 (de marzo) desde la que se recordó los 30 años del golpe, cuando se produjo un cambio... desde ese día las marchas comenzaron a recibir más y más familias enteras, a vecinos de la ciudad que se acercaron solos, yo los llamo independientes, y se convirtieron en un encuentro alegre. Entonces, el ámbito permite pensar en la presencia y el protagonismo de los chicos. Este año, como en anteriores, ellos encabezaron esta movilización y eso, en el fondo, plasma el cómo nosotros entendemos la lucha: el futuro por delante. La transformación de la sociedad en una más feliz tiene que ver con pensar en nuestros hijos.

–Claro, pero ustedes son militantes por los derechos humanos, hermanados con la consigna histórica de las movilizaciones de cada 24. ¿Es especialmente importante la presencia de sus hijos en la calle?

–Claro, sí lo que es. En lo personal, esta marcha fue especial ya que fue la primera que comparto con mi hija, Ana Casandra, que es un bebé. Estar marchando con nuestros propios hijos sintetiza muchas cosas. Nosotros estamos ahí por la ausencia de nuestros padres, para repudiar al terrorismo, que se los llevó para siempre y para reivindicar su lucha; nosotros no nos pudimos criar con nuestros padres por su lucha, por la lucha que decidieron dar los mataron, esa lucha que era por un futuro mejor para todos. Para nosotros, sus hijos, y para los otros, para dejar el país mejor. Entonces nosotros reivindicamos eso, desde pibes. Pero una cosa es el planteo y la convicción desde lo ideológico, como militantes, y otra es el llevarlo a la práctica. Nuestros hijos son ese futuro, el que nuestros viejos querían ver mejor. Mi hija en mis brazos vivió en esa marcha el producto de la lucha de mis viejos y el de la mía por sostener la de ellos. Es un plano fuerte, es potencia pura.

–¿Qué pensás que le pasa a ella, al resto de los hijos de los Hijos en esas movilizaciones?

–A los chicos los ves muy felices. Llevan las fotos de sus abuelos en camisetas, en pancartas. Ves cómo interactúan entre ellos, cómo se cuidan y cuidan de los símbolos de la marcha y de la lucha: entienden de qué va la cosa, saben para qué están caminando, ir a la Plaza de Mayo ese día no es como ir a jugar a la pelota a cualquier plaza. Sin embargo, lo viven con naturalidad y con alegría, y a mí me conmueve ver lo reparador que es ese momento para todos nosotros, para las abuelas, y también para la gente que no tiene víctimas directas del terrorismo. Desde lo familiar hay una reparación muy fuerte, pero la gente ve a los chicos activos y también les pasa algo. Se nota. En lo personal, me pasó algo contradictorio que lo saldé finalmente en la Plaza, con Anita en brazos. Antes de marchar, me empecé a preguntar sobre la lucha de nosotros como padres, que es algo que indefectiblemente maman nuestros hijos, y sobre hasta qué punto es uno el que tiene la necesidad de que así sea y hasta dónde son ellos los que tienen que elegir. Como decís, Ana tiene nueve meses. “¿Querrá ir o preferirá quedarse gateando en casa?”, me preguntaba. Y la verdad es que no pude creer lo que se divirtió el martes: aplaudió, cantó, fue una parte activa de la alegría y el amor que hubo. De hecho, estoy seguro de que se conmovió con los gritos de “presente”, lo sé por los gestos que hizo. No se asustó... Fue un día muy largo, no lloró en ningún momento y se volvió contenta. Luego durmió 12 horas seguidas. Entonces, me quedo con esa sensación y pierdo el miedo a proyectar temores. Saber eso me enamora más de mi hija y a la vez de esta lucha, porque no tengo dudas de que ella, como el resto de los hijos de Hijos, harán su camino, pero allí la lucha mía y la de sus abuelos estará presente. Es una historia que se transmite de generación en generación.

–Ana es bebé, tiene nueve meses. Si las marchas tuvieran un carácter de resistencia, más parecidas a lo que fueron las de los ’90, ¿seguirías llevándola?

–Y, la verdad es que la reparación de justicia que hemos tenido fue fuerte y cambió mucho el panorama. Porque nosotros, los hijos, las madres, las abuelas, los nietos, marchamos con el dolor que aún genera la ausencia, pero también con la alegría de la reparación y con un sentimiento profundo de agradecimiento. La situación sería otra sin los juicios o sin saber que los torturadores de los abuelos de los chicos están presos o procesados. No lo pensamos en términos de participación de ellos en las marchas, de todos modos. Pero hay algo que compartimos todos los compañeros que son padres: nuestras historias fueron difíciles porque no todos tuvimos una abuela que resistió 30 años, porque a algunos les fue complicado hablar del tema y a muchos otros procesarlo con la familia. Entonces, cualquiera de los integrantes de Hijos sabe lo importante que es la participación de los seres queridos en esta historia. Tomamos medidas de seguridad, pero no es algo que podamos negarle a nuestros hijos. Eso está fuera de debate.

–¿Cómo les hablan a los chicos de sus abuelos, de lo que les pasó?

–Yo todavía no le hablo a Anita. A veces recorremos la casa y vamos viendo las fotos y en ellas está mi viejo. Ella, además, tiene a su abuela, que es una sobreviviente del terrorismo, entonces la historia la tiene viva en ella también. Creo que estoy esperando a que empiece a hablar para poder narrarle sobre mi viejo. Sé que me voy a conectar con ella desde ese lugar, desde el lugar del relato. En cuanto a eso, al triángulo que formo con mi hija y mi papá, tuve una sensación muy fuerte de llegar a la marcha con Anita en el cochecito y empezar a andar. Sentí que estaba hablando a mi papá, que le estaba diciendo “es por esto, pa. Acá está tu nieta marchando”. Esta primera marcha fue contarle a él que nada fue en vano. Y estoy seguro que a Ana le quedó grabada también.

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