Lun 06.04.2015

EL PAíS  › CFK VIAJA A LA CUMBRE DE LAS AMéRICAS, DONDE VOLVERáN A COINCIDIR LOS PRESIDENTES DE CUBA Y EE.UU.

Un antes y un después para el continente

Pese al regreso de Cuba, la cumbre en Panamá se realizará en un marco de tensión por la declaración de Estados Unidos contra Venezuela. La Presidenta le llevará su apoyo al gobierno de Maduro y se prevé que hará referencia a Malvinas y los fondos buitre.

› Por Fernando Cibeira

Pese al clima caldeado, nada impedirá que a la Cumbre de las Américas, que se celebrará el viernes y sábado próximos en Panamá, se le ponga el cartelito de “histórica”. Será el primer encuentro de este nivel en el que coincidirán los presidentes de Estados Unidos y de Cuba en casi 60 años. La subsecretaria de Estado para la región, Roberta Jacobson, adelantó que entre Barack Obama y Raúl Castro habrá “interacción”. Sea eso lo que quiera decir, marcará un antes y un después en la historia del continente, una vuelta de página que se había vuelto imprescindible dar, a tono con el renovado interés que supuestamente muestra Washington hacia una región cada vez más relacionada con las potencias emergentes China y Rusia. El problema fue que, poco después, Obama pegó un volantazo al declarar a Venezuela una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, y en un abrir y cerrar de ojos se volvió al escenario de tensión. Hacia allí viajará la presidenta Cristina Kirchner, en su despedida de estas cumbres continentales, para darle su decidido apoyo al gobierno de Nicolás Maduro, como adelantó en el duro comunicado que emitió la Cancillería el sábado a la noche para responder a las críticas de Jacobson a la marcha de la economía. En su repaso por la situación del país seguramente no faltarán referencias a la controversia con los fondos buitre, la decisión británica de incrementar el presupuesto militar de las Islas Malvinas y, tal vez, al acuerdo con Irán.

La situación de Cuba, expulsada desde 1962 de la OEA y por lo tanto de estos encuentros, fue el detonante para que la anterior Cumbre de las Américas –celebrada tres años atrás en Cartagena de Indias– terminara sin documento final por falta de consenso. Repetir la cumbre sin Cuba hubiera sido un fracaso anunciado. Desde diciembre pasado, luego de un contacto telefónico entre Obama y Castro, se sucedieron tres rondas de reuniones entre negociadores de ambos países tendientes a normalizar el vínculo bilateral, suspendido por más de medio siglo. La invitación del gobierno panameño del conservador Juan Carlos Varela a Cuba terminó de poner la cumbre en marcha, rápidamente la mayoría de los jefes de Estado confirmaron su participación. El último encuentro en el que coincidieron presidentes de Estados Unidos y de Cuba se celebró justamente en Panamá, en 1956. De aquella cumbre, prehistoria de la actual, participaron 19 países y se aprobaron las bases para la creación del Banco Interamericano de Desarrollo. Tres años después ganaba la Revolución Cubana y la isla iniciaría su propio camino al declarar su adhesión al marxismo-leninismo.

La discordia

En su formato moderno, las Cumbres de las Américas arrancaron en 1994 por iniciativa de Bill Clinton, quien, dicho sea de paso, participará de un foro de ONG en Panamá. Esta será la séptima cumbre y lleva por lema “Prosperidad con equidad: el desafío de la cooperación en las Américas”. Será la tercera que participará Obama, desde aquella inicial de 2009 en la que Hugo Chávez le regaló un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Esa vez, el presidente norteamericano escuchó reclamos de parte de sus colegas de la región, varios de ellos representantes de fuerzas progresistas y de izquierda con tradición antiimperialista. Recién llegado al cargo y con sus intereses puestos en otras partes del planeta, Obama no prometió ayuda, pero aseguró que Estados Unidos dejaría de intervenir en los asuntos internos de los países americanos. A algunos le resultó satisfactorio, a la mayoría no. Tiempo después, Cristina Kirchner consideraría que, en general, lo de Obama había sido decepcionante para la región.

Los laureles que el presidente norteamericano se podría haber llevado por la histórica reconciliación con Cuba, en buena medida los echó a perder el 9 de marzo pasado, cuando calificó a Venezuela como “una amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”. Los cancilleres latinoamericanos se vieron para analizar este decreto de Obama –a simple vista, una exageración total–, que recibió condenas de organismos como la Unasur, la Celac y la Cepal. La tesis que prevalece es que Obama lo hizo para darle algo que morder a la derecha del Partido Republicano luego del acercamiento con Cuba y, principalmente, el acuerdo nuclear con Irán. Incluso, en conversaciones reservadas, los diplomáticos norteamericanos les dicen a los representantes de la región que no deben tomarse tan al pie de la letra la medida contra Venezuela. La propia Roberta Jacobson, en la conferencia de prensa que ofreció el viernes pasado, dijo que se había sentido “decepcionada” por la recepción que la declaración había tenido en la abrumadora mayoría de los países del continente que, aseguró, no valoraron que la medida no afectaría al pueblo venezolano ni a la mayor parte de su gobierno, sólo a unos funcionarios. “El objetivo era muy, muy limitado”, consideró.

Sin documento

Uno de los reclamos que se escucharán en la Cumbre será el fin el bloqueo a Cuba, aunque esa cuestión no depende de Obama sino del Parlamento norteamericano. El otro, la derogación del decreto contra Venezuela, que sí está a su alcance. Los países del ALBA ya iniciaron campañas activas a favor de la derogación, con recolección de millones de firmas en apoyo. Jacobson dijo que no veía motivos para que la cuestión Venezuela se convirtiera en un tema durante la cumbre y se quejó del tono que utilizaban algunos presidentes. “Demoniza a Estados Unidos como si fuera la fuente de los problemas de Venezuela”, dijo.

Para evitar que los conflictos queden de nuevo al descubierto, esta vez se acordó de antemano que no habrá un documento “político” de la cumbre. Sólo se emitirá uno de carácter “técnico”, con tareas a cumplir por las diplomacias. Sin embargo, los gobiernos que apoyan a Venezuela están buscando la manera de colocar allí una declaración contra el decreto de Obama. Como es habitual, los presidentes tendrán durante la jornada del sábado un espacio de “retiro”, sin cámaras, ni comitivas, donde podrán hablar libremente. El conflicto venezolano será central. Según cómo se resuelva, se decidirá la suerte de la cumbre.

Cristina Kirchner viajará el jueves con una postura de fuerte apoyo a Maduro, que quedó planteado en el comunicado de Cancillería del sábado en respuesta a los dichos de Jacobson. “Tal como expresó la Argentina en la OEA, sobre la amenaza a Venezuela nadie en el continente se olvida de Juan Bosch, Jacobo Arbenz, Salvador Allende, el asedio a los sandinistas o la invasión a Granada. Todos ellos, al igual que Venezuela, declarados una ‘amenaza a Estados Unidos’ antes de sufrir las trágicas consecuencias que siguieron a las denuncias contra dichos líderes populares”, expresó la Cancillería.

También llevará sus propios temas. El reclamo por Malvinas fue otra de las cuestiones que generó controversia en la anterior cumbre de Cartagena, dado el rechazo de Estados Unidos y Canadá a incluirlo en el documento final. Aquel “te olvidaste de Malvinas”, que confesó el presidente colombiano Juan Manuel Santos que le había dicho CFK luego de su discurso inaugural quedó registrado como uno de los momentos memorables del evento. Además, seguramente, la Presidenta buscará introducir la controversia con los fondos buitre, con alguna respuesta a las críticas de la secretaria Jacobson a la marcha de la economía argentina. Una tercera cuestión pasaría por poner de relieve el acuerdo nuclear al que llegó por estas horas la Casa Blanca con Irán, luego de que su memorándum por el atentado a la AMIA fuera demonizado por la clase política norteamericana y generara la denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman.

Serán dos noches que estará alojada en el hotel Intercontinental Miramar, sobre la bahía panameña, con fabulosas vistas al Océano Pacífico y la franja costera de la ciudad, sobre la avenida Balboa. La vuelta está prevista para el sábado mismo, luego de que concluya la actividad, habrá que ver si en armonía o en discordancia. Significará la vuelta de la Presidenta a la agenda internacional que continuará antes de que termine el mes con una visita a Vladimir Putin, en Moscú. Otra señal para Washington de que algunas cosas en la región ya no son lo que eran.

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