EL PAíS › EL INGENIERO INFORMATICO HERVE FALCIANI CUENTA LAS CLAVES DE SU INVESTIGACION SOBRE EL HSBC
Sus revelaciones sobre el sistema financiero internacional conmovieron al mundo y desataron investigaciones judiciales en varios países, incluida la Argentina, donde además se conformó una comisión parlamentaria para estudiar los mecanismos de lavado de dinero y fuga de capitales. Falciani acaba de publicar un libro donde cuenta su aventura en “el corazón del escándalo HSBC”, y propone medidas para aumentar el control sobre los bancos. De todo ello habla con Página/12.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La isla Bouvet es un paraíso para focas, pingüinos, leones de mar, pájaros de ensueño y plantas. En este lugar inhabitado del planeta, situado entre el Antártico y Africa, no hay ni una sola casa, ni la sombra de un alma humana. Sin embargo, existe un habitante con domicilio declarado en esta isla cuya superficie está cubierta de hielo la mayor parte del año: es uno de los más de 130.000 ciudadanos evasores fiscales que abrieron una cuenta en uno de los bancos más grandes del mundo, el HSBC. Este improbable habitante de la isla Bouvet forma parte de la trama planetaria de fraude y evasión fiscal montada por el HSBC y denunciada, con nombres completos, montos y países de donde provienen, por el ingeniero en sistemas informático franco italiano Hervé Falciani. Ex empleado de la sucursal ginebrina del HSBC entre 2001 y 2008, Falciani facilitó a varios países la lista de los evasores fiscales y los métodos diseñados por este banco para facilitar esta operación ilícita de alcance prácticamente planetario. A la Argentina, a través del Estado francés y del jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, Falciani le entregó información sobre la fuga de los 3500 millones de dólares que se volatilizan cada año así como la lista de los 4000 argentinos con cuentas en el HSBC. Su historia es una novela policial y con ese pulso la cuenta en el libro que acaba de publicar en Francia: Terremoto en el planeta financiero. En el corazón del escándalo HSBC.
Hervé Falciani vive entre varios mundos. Se ha convertido en una suerte de nómada perseguido por la Justicia suiza y alabado por otras. Poder encontrarse cara a cara con él es ya toda otra novela. Nadie diría que este joven esbelto que ahora conversa con soltura, impecablemente vestido, con modales delicados y cara de galán de cine es uno de los hombres que hizo temblar los cimientos de uno de los bancos más poderosos de la tierra. Su libro narra desde las entrañas los montajes fabulosos del HSBC y otros bancos para evadir impuestos, el papel destructor de las multinacionales, los sistemas judiciales y los funcionarios corruptos, los policías a sueldo del sistema financiero, la telaraña de los intermediarios, la guerra interna en la profundidad de los Estados entre corrompidos y honestos, la ceguera voluntaria de los controladores y la frondosa gama de herramientas que la informática brinda para robar con total impunidad. Es el relato policial de un sistema compuesto por ladrones y el de un hombre controvertido que lo puso al desnudo. Hervé Falciani es más que el Edward Snowden del HSBC. Es el hombre que le dio identidad a la sombra de la sospecha.
Varias versiones circulan sobre su actuación. Su ex compañera, la franco libanesa Georgina Mikhael, asegura que Falciani “no es un Robin Hood sino un ladrón que robó datos y luego quiso negociarlos”. No hay pruebas de esa acusación. Lo cierto es que Falciani viajó al Líbano para hacer circular su lista, luego a Francia, donde fue arrestado, al fin a España, donde también fue arrestado. Sobre él se dice de todo, pero lo trascendente es que Falciani reveló la información más importante sobre evasión fiscal que se conozca hasta hoy, así como la metodología bancaria con que se organiza. España, Estados Unidos, Portugal, Argentina, México, Francia, Venezuela, Luxemburgo, Bélgica, no hay país que no tenga su club de evasores patentados y su agente local, el HSBC. Los españoles de la lista Falciani tenían, por ejemplo, 1800 millones de dólares atesorados en Suiza. En esta entrevista exclusiva con Página/12, realizada en París, Hervé Falciani vuelve sobre este camino sembrado de estafadores, mentirosos y ladrones internacionales impunes.
–Usted trató con varios sistemas judiciales, con muchos jueces y policías. ¿Cómo resultó su colaboración con la Argentina?
–En Argentina me encontré con un equipo excepcional, tanto por la rapidez de la acción como por la diversidad de los medios de trabajo que se pusieron en juego. Sé que no será fácil avanzar, hay muchos obstáculos, pero también una gran posibilidad de acción desde la Argentina. En Brasil, México o Venezuela, en suma, en buena parte de América latina, se debe conocer lo que pasa y observar cómo se actúa en la Argentina. Debo señalar que la mayor resistencia se encuentra en Europa, no en América latina. Lo que suceda en América latina y en los Estados Unidos va a darnos un mayor campo de acción. Hay que entender que existen lugares, y entre esos lugares América del Sur, donde, pese a todo, hay menos corrupción y, por consiguiente, son muy prometedores para la acción judicial. Una vez más, incontestablemente, la Argentina es un país que, en cuanto tomó conciencia de lo que estaba en juego, actuó más rápido y con más fuerza.
–Una de las revelaciones de su libro contradice lo que se sabía o se pensaba, e incluso lo que afirma la Justicia suiza. Usted sostiene que no actuó solo en esta trama, que con usted trabajó una red. Si es así ¿cuál fue la meta de esa red y quiénes son sus integrantes?
–Es el caso típico del progreso humano: se empieza por uno y se termina con mil. El caso HSBC fue el elemento que atrajo a unas 150 personas que se pusieron a colaborar juntas. Uno empieza solo y luego termina acompañado. Ese es el sentido de la red. Nada se puede hacer si uno está solo. Hay un momento en que coinciden las voluntades. Lo que constituye la red es la diversidad, la comunidad de la acción para ir en la misma dirección. Para mí ha sido una aventura excepcional porque había muchas cosas en juego.
–¿Cómo consiguió salir con vida, eludir las amenazas, los servicios secretos, el alcance inaudito de los bancos, la calumnia, los intereses de los Estados y de los poderes económicos?
–Es un caso particular, y también está el grupo. Lo importante es también no tener miedo. Yo siempre pedí ayuda y busqué las competencias que me faltaban. No hubo un control único. Si hubiese habido un arquitecto, si hubiese habido un organizador central, esa persona estaría hoy muerta. Pero éramos varios. Yo siempre busqué que el control de la información fuese compartido. Diría que lo que me salvó fue precisamente la pérdida de control. Todas las ramificaciones judiciales o políticas que se desarrollarán serán posibles porque esto no depende de una sola persona. Desde luego, lo que me permitió salir con vida, a mí y a otros, es haber golpeado las puertas allí donde había un elemento sensible, una posibilidad de acción. Cuando viajé al Líbano fue para utilizar el arma del secreto fiscal contra el sistema para que se abra al fin una investigación. Cuando fui a España, eso sirvió para presentar ante la Justicia los elementos de prueba de que disponía. En España me pusieron preso, pero no hay que olvidar que la cárcel también está hecha para proteger. En la cárcel me pude entrevistar con funcionarios y magistrados muy valientes. España cuenta con un sistema jurídico que permite también lanzar una investigación. Esto dio lugar a que Francia nombrara un juez para investigar. En realidad, ese es el método con el que trabajan los bancos para sus clientes: buscan el lugar en el cual pueden saltar por encima del problema. Tal vez dentro de algunas semanas viaje a otro país.
–Si nos atenemos al corazón del escándalo, o sea, la evasión fiscal organizada por un banco, se puede decir que el HSBC es una lavadora de dinero que debió ir a los impuestos.
–Es más que esto. El HSBC es un sistema para borrar las huellas. Por ejemplo, yo entré a trabajar a ese banco para que este banco cumpla su función. Pero luego interviene otro elemento que se explica por un solo término: la corrupción. Digamos que se trata de “un archivo corrompido”. Y un archivo corrompido es un archivo que no cumple más con su misión. La corrupción consiste entonces en no cumplir con la misión inicial. Y el banco era exactamente eso: cuando el banco dejó de cumplir con su misión de control se volvió una lavadora. Todo lo que, en principio, debe ser impedido mediante los controles internos no lo es, está corrompido. Por ejemplo, quienes hacen las auditorías miran lo que está delante de ellos y no lo que está al costado. Y hay que actuar para que esto cambie. Si no hay voluntad política no habrá una necesidad reglamentaria real. Sólo habrá impunidad. Esos bancos, que ya con lo que es legal pueden actuar de forma amoral, van a actuar también de manera ilegal gracias a la impunidad. Algún día habrá que romper ese círculo. La única manera de hacerlo es rompiendo el secreto.
–¿Cuál es el modelo, el patrón de la evasión fiscal organizada?
–El fraude fiscal es, de hecho, una cuestión de ingeniería judicial o jurídica. Por ejemplo, en lo que atañe a lo judicial, el fraude se realiza cuando se frenan las investigaciones, cuando las comisiones rogatorias y otros pedidos quedan en la nada. Y en lo que toca a lo jurídico, es más simple: basta con desviar o alterar el sentido de las reglamentaciones y, a partir de allí, lanzar un nuevo servicio y comercializarlo. El fraude fiscal se construye gracias a la ausencia de controles, así como a partir de la complejidad de los dispositivos financieros que los bancos inventan. Cuanto más complejo es, más difícil resulta detectar o desmontar el fraude. Hoy tenemos la prueba absoluta de que esa falta de controles fue voluntaria. Por eso escribí este libro, para explicar qué se puede cambiar y cómo. Es un libro de combate, un libro de inteligencia económica para que se pueda ampliar el combate.
–A ver, cito un ejemplo de su libro: usted cuenta que las informaciones sensibles que detenta un banco, en este caso el HSBC, están deslocalizadas. O sea: toda la información comprometedora se manda a la cloud (la nube), al mundo sin fronteras de la red, y a otras zonas del mundo. Es un caso claro de ocultación de la información.
–En el HSBC había un proyecto llamado “Zorro”. Este proyecto consistía en identificar los datos que se podían enviar al extranjero y deslocalizar la información que estaba en Zurich o Ginebra para enviarla a Asia. Por ejemplo, muchos elementos del back office partieron a la India. El banco HSBC posee la red de computadoras privadas más grande del mundo, el HSBC Net. Era muy simple transferir dinero a través del mundo sin que jamás ese dinero saliera del banco y sin que hubiese la más mínima huella de la transacción. Esta se hacía sin recurrir al código Swift, que es el código de 8 cifras que se usa para identificar los giros internacionales. Cuando una administración fiscal le pedía a Suiza información sobre una cuenta bancaria, esta última decía “no”. ¿Qué quiere decir este “no”? Quiere decir que la información estaba en el banco y que la administración fiscal suiza tiene muy poco control sobre lo que pasa en los bancos. También está Bélgica, que es un poco el hermano menor de Suiza. El caso de Bélgica es un tema central para todos los negocios. Por suerte, hay dos jueces capaces de lanzar investigaciones que conciernen a miles de millones de dólares. Hace poco vimos cómo el responsable de las investigaciones sobre el mercado de diamantes en Bélgica fue preso por corrupción.
–En suma, todo apunta a probar que se trata de un sistema orientado a captar el dinero de la corrupción en los diferentes puntos del globo.
–Eso es precisamente lo que muestran las investigaciones en curso. Yo lo viví desde el interior. Hoy hay una enorme porción de la economía financiera que se nos escapa. Miles de millones de dólares pasan por los bancos. Las comisiones sobre las ventas de armas o petróleo, las coimas, el dinero de los mafiosos o de la corrupción política, todo pasa a través de los bancos. Las exigencias a las que responden estas operaciones son cualquier cosa menos morales.
–Hay un triángulo: bancos, multinacionales, Estados. Un poder en las sombras, que usted describe paso a paso, que amenaza los principios mismos de la igualdad democrática.
–Este triángulo funciona a la perfección justamente porque cada parte tiene competencias complementarias. El papel de las multinacionales es determinante. Las multinacionales, por ejemplo, pactan acuerdos que se llaman tax ruling. Este dispositivo legal le permite a una empresa conocer por adelantado cuál será su tratamiento fiscal en un Estado determinado. Entonces, cuando una multinacional establece un acuerdo de tax ruling el dinero que no se le paga a los Estados termina en lugares donde no se abonan impuestos. Todo esto funciona mediante el secreto, y el secreto crea la impunidad. Por eso yo hablo de combate. En el medio ambiente mundial, el actor que modela la democracia es el banco, no el elector. Estamos avanzando cada vez más hacia una democracia corrompida. Es un esquema particular, un poco como en esas películas que se hacen ahora para los adolescentes, The Hunger Games por ejemplo, donde se muestran ciudades totalitarias. Vamos hacia eso: no es exactamente una dictadura, no es del todo una democracia, es algo intermedio. En este caso también debemos llevar a cabo acciones operacionales. El hecho de que las multinacionales tengan la posibilidad de sacar el dinero de un país sin pagar impuestos, o sea, de deslocalizar los beneficios, no se puede tolerar. Es preciso actuar. Si una empresa puede evitar la presión fiscal ya no estamos más en democracia. Para mí ha sido esencial luchar contra ese autoritarismo, es decir, contra el secreto. El secreto de las tax ruling, de los acuerdos, el secreto de la tecnocracia.
–Hay un cinismo fundamental de Occidente: los grandes bancos mundiales son occidentales, los países que son auténticas lavadoras de plata sucia, Suiza, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña, son grandes democracias de Occidente. Y encima, el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, es el ex primer ministro de Luxemburgo que organizó y defendió con uñas y dientes el fraude fiscal en contra de sus socios europeos.
–Sí, tenemos un poder corrupto, un poder que no cumple con su misión, que no está al servicio de todos sino de ciertos intereses particulares, intereses que pueden ser incluso de los narcotraficantes. Las democracias funcionan con intereses pervertidos, corrompidos. Hay que preguntarse si existe algo que se oponga a esas acciones. En Europa hoy hay alguien que se opone a todo esto: se trata de Grecia. Atenas denuncia en voz alta lo que hicieron otros ministros, como el ministro de Defensa que firmó contratos con Siemens a través de bancos franceses en Suiza. La pregunta más importante es: ¿quién va a apoyar la iniciativa griega en el mundo? Hay que intervenir, hay que votar leyes para contraatacar y desmontar esa tecnocracia que prospera con la complejidad. Debemos comprender que todos estos acontecimientos no son una invitación a resignarse sino a observar cuál es el eslabón débil.
–Usted habla en su libro de “vías alternativas”. ¿Cuáles son?
–Para empezar, está la comprensión del sistema. Cuando se escribe un libro sobre la evasión fiscal, sobre la opacidad financiera, se está mostrando que los flujos financieros no se pueden controlar, que hay una voluntad de no controlarlos. No hay que esperar que cambie por sí solo un sistema tan eficaz. ¿Qué nos queda entonces? Se montó toda una ingeniería para deslocalizar los beneficios. Lo que habría que hacer entonces es terminar de una buena vez con esa estrategia fiscal basada en los beneficios. No somos nosotros quienes nos beneficiamos con las riquezas, sino las empresas. Y fue el impuesto sobre las empresas y los beneficios el que permitió ese robo. Debemos entonces destruir este principio. Los bancos no ganan plata con los beneficios de los clientes sino con las comisiones que cobran por las transacciones. Podríamos inspirarnos en los predadores para ser tan fuertes como ellos. Francia, por ejemplo, es un paraíso fiscal menos eficiente que el modelo suizo. Para los ciudadanos, Francia es un infierno fiscal, para las empresas no. Otra vía alternativa consistiría en que se vote una ley para proteger y compensar a quienes revelan informaciones sobre empresas o prácticas que son desleales con la economía del país. Esto sería un arma eficaz contra la impunidad. La Argentina podría dar un ejemplo mundial con una ley así. Sin embargo, hoy debemos reconocer que nuestros enemigos son más fuertes. El dinero no es un referente moral sino un referente operativo. Insisto en esto: todo el problema que tenemos proviene del secreto. Si no le ponemos fin al secreto todo esto se seguirá desarrollando y nos perjudicará siempre más. No hay alternativa.
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