EL PAíS › LOS TESTIMONIOS QUE COMPROMETEN A ALBERTO DEVOTO
› Por Alejandra Dandan
El capitán Alberto Luis Devoto, ingeniero, nació el 12 de abril de 1942. Permaneció en el Ejército hasta 1999, cuando se retiró con el grado de coronel. Devoto fue detenido en la ciudad de Córdoba para prestar declaración como imputado en la causa de los vuelos de la muerte de Campo de Mayo. Durante la dictadura, perteneció al Batallón de Aviación del Ejército 601 en doble rol, como S1 jefe de Personal y a cargo tanto de la gestión de sus hombres como de los prisioneros, y como S2 jefe de Inteligencia. Años después, ya en democracia, se reciclaría como asesor del gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota.
Los colimbas hablan de él en sus testimonios. Uno hizo el servicio militar entre marzo de 1976 y mayo de 1977 en la Compañía de Apoyo Aéreo del Batallón de Aviación del Ejército 601. Una vez por semana, los viernes o sábados entre las 22 y 23, dijo, sonaba una sirena fuerte a la que conocían como “toque de queda”. Llegaban los suboficiales y sacaban a todos los conscriptos que estaban de guardia en cualquiera de los puestos, fijos o no, y los introducían en una cuadra por toda la noche hasta el día siguiente, cuando abrían nuevamente los portones. Los dejaban totalmente a oscuras. Y los suboficiales quedaban siempre fuera de la cuadra. Cuando le preguntaron si en esos momentos se escuchaba despegar un avión, explicó que sí, “efectivamente despegaba un avión Hércules”, cuya carga desconocía, pero la conclusión que sacaban los conscriptos “era que en los aviones se cargaba ‘algo’ que no debía ser visto por los soldados”. Entre los oficiales mencionó al entonces capitán Devoto.
El soldado contó que la limpieza de los aviones “era extraña, debido a que (...) volvían siempre muy sucios de una grasa especial que se usaba en aviación y que era casi imposible sacarla con los elementos de limpieza habituales”. Los conscriptos creían que la grasa estaba “puesta adrede para tratar de tapar lo que bien podría ser manchas de sangre o algo por el estilo”. Cuando le preguntaron a uno si la limpieza se hacía a la vuelta de los vuelos nocturnos dijo que sí. Les daban barbijos, debido a que la grasa, o lo que ella ocultara, tenía “mucho olor a podrido”.
Otro de los colimbas hizo el servicio militar entre marzo y noviembre de 1977 en la misma compañía. “Por el mes de septiembre de 1977, con un clima casi primaveral, recibió un llamado telefónico de un capitán del batallón de quien cree recordar que se apellidaba Devoto. Este oficial le manifestó que a las dos de la madrugada llegaría por el puesto de ingreso a la pista número 1, que era una barrera, un furgón de color azul marca Dodge, con la caja trasera metálica, pero era de tipo funerario.” El oficial le ordenó que dejara pasar el auto a la pista. El furgón se acercó a la pista donde estaba el avión Fiat, de origen italiano, que estaba evidentemente a la espera “debido a que tenía el portón de la bodega abierto esperando a la carga”. A una distancia de aproximadamente doscientos metros “pudo observar que del furgón sacaban bolsas tipo las que se usan en las morgues, no recordando la cantidad exacta dado el tiempo transcurrido, pero era más de una y las cargaban al avión”. La iluminación de la zona de los hangares estaba encendida normalmente, por lo que pudo observar con bastante nitidez. “En otra llegada del furgón de similares características y circunstancias (...) escuchó una voz masculina que gritaba ‘milicos hijos de puta’ y cree que a esa persona la estaban haciendo subir al avión.”
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