Dom 10.03.2002

EL PAíS  › PAGINA/12 DESCUBRIO UN OPTIMISTA

“La Argentina puede crecer”

› Por Martín Granovsky

John Bowler es un fanático del fútbol y, dicen sus amigos argentinos, un más que aceptable número cinco, pero estuvo aquí como director regional para América latina de la prestigiosa Economist Intelligence Unit, invitado por la Compañía de Asesores Latinoamericanos que preside Horacio Rodríguez Larreta. Escuchándolo se puede ser optimista, pero también lo contrario, y con buenas razones.
–La desilusión ha llegado a tal punto que la Argentina está muy cerca de una ruptura política estructural –comentó Bowler luego de tres días en Buenos Aires.
–¿La ruptura ocurriría si Eduardo Duhalde no termina el período asignado por el Congreso?
–Quizás este gobierno llegue a cumplir su mandato...
–¿Lo da por seguro?
–Espere. Y quizás no.
–¿De qué depende?
–Del nivel de suba de precios.
–¿Qué pasa si Duhalde no termina?
–El viejo sistema político no perdurará. Esta es su última chance.
–¿Y después?
–Bueno, supongo que habría elecciones, y en esas elecciones, a las que el Congreso convocaría después de una crisis de Duhalde, no veo que ninguna de las fuerzas tradicionales pueda atraer ya la mayoría de los votos.
–¿Para quién iría la mayoría?
–Quizás para quienes rechazan al sistema político. Es paradójica la situación argentina. Para poner en marcha la economía hace falta confianza política, que a su vez es difícil de obtener si la economía no arranca. Por ejemplo, ¿quién va a pagar impuestos voluntariamente si no confía en el Gobierno o en el Estado? Y si no hay aumento de la recaudación, la inflación más alta se acercará.
–¿Qué nivel de inflación sería un problema político?
–Varios meses con una tasa superior al cinco por ciento. Si eso sucede, la escasa liquidez irá al mercado de cambios y así se alimentará la inflación alta.
–¿La Argentina tiene alguna chance de crecer?
–Por supuesto.
–Veo que usted es un optimista. ¿Por qué?
–Porque la tasa actual de cambio, la paridad entre el dólar y el peso, hace que la Argentina sea muy competitiva y puede dar un empujón sorprendente a la economía. Puede hacer que la Argentina tenga un mayor margen de maniobra.
–¿Con corralito?
–No. Con menos corralito, cosa que podría suceder si hubiera acuerdo con el Fondo y el organismo liberase recursos, aun dentro de un paquete para nada espectacular. En ese caso, en un año podría haber reactivación.
–¿Extensa?
–No, de ninguna manera. A corto plazo caerán el consumo y la inversión. Es inevitable. Y la recuperación de la demanda interna llevará mucho tiempo. Más tiempo aún si no hay reforma política.
–¿Habla de bajar el gasto fiscal?
–No solamente. Hacer el centro sólo en ese punto supone una visión rutinaria de la Argentina. Pienso más bien, por ejemplo, en terminar con la existencia de un absurdo como dos Legislaturas en una misma provincia. Con una reforma así se perdería algo de empleo, por lo cual haría falta una mayor asistencia social, y ahí aparece el problema de que aún elEstado no cuenta con una estructura para que los subsidios lleguen a sus destinatarios.
–¿De dónde saldrá el crédito para el sector, incluso pequeño, que según usted puede reactivarse?
–Los exportadores tendrán sin duda acceso al crédito. Y el Estado debe buscar una forma eficiente de hacerse de las divisas. Igualmente, reconozco que la Argentina tiene un gran problema de acceso a los mercados desarrollados. Ese es un tema estructural, que disimularon la abundancia de capitales y la facilidad argentina de acceso a esos capitales a principios de la década del ‘90. México, en cambio, pudo salir del Tequila no sólo por la ayuda directa de los Estados Unidos sino por su acceso al mercado norteamericano, un acceso que el NAFTA terminaría convalidando.
–¿Qué sectores de exportación podrían arrancar primero?
–Agricultura, acero (con los problemas de acceso a mercados), minería, forestación...
–Salvo la agricultura, ninguna crea empleo.
–Así es.
–¿Y entonces?
–Entonces, hay que usar mejor los recursos del Estado. Por ejemplo, para obras públicas, grandes y pequeñas, con la idea de generar empleo. Esto es mejor que emitir.
–¿Por qué no habría que aumentar la emisión?
–Bueno, es cuestión de grados. Yo hablo de una emisión descontrolada que llevaría a una inflación demasiado alta.
–¿En qué obras privadas y públicas está pensando?
–Ustedes tienen un gran déficit de vivienda. Construyan. Piensen en caminos, en infraestructura, pero también en casas. Es una forma muy eficaz de atacar el desempleo. Y el Estado no sólo debe relocalizar gastos, sino también recurrir a fondos del Banco Mundial. Hay que pensar con más imaginación.
–¿La convertibilidad impidió ese tipo de pensamiento?
–Fue muy útil para salir de la hiperinflación, pero no aguantó los distintos shocks externos, como la devaluación de Brasil. De ese modo, la decadencia de la convertibilidad terminó coincidiendo con el final de una década en la que las reformas estructurales acabaron disgustando a la población.
–¿Usted está a favor o en contra?
–En el mundo de hoy hay dos formas de ver este asunto. Unos dicen que las reformas estructurales disgustaron o no fueron del todo efectivas porque deberían haberse profundizado. Deberían haber llegado más lejos. Otros se preguntan si ese modelo es viable en América latina, teniendo en cuenta sobre todo el crecimiento del desempleo. No olvidemos el efecto político y social de la frustración, ni el riesgo de grandes problemas sociales, especialmente visibles en los últimos años en las naciones andinas.
–Los ‘80 fueron llamados en América latina “la década perdida”. ¿La que vivimos será otra década maldita?
–No sé realmente si George Bush está tan interesado en América latina como dicen, pero en cualquier caso el 11 de setiembre desvió su atención. Yo veo que puede haber más países con problemas en el pago de sus deudas.
–¿Cuáles?
–Ecuador ya sufrió un default. Uruguay puede tener grandes problemas. Colombia empeoró su frente financiero externo. Es difícil no pensar en nuevos defaults.
–¿Qué responsabilidad tuvo y tiene el FMI?
–No quiero caer en el ataque a un blanco demasiado fácil, pero en el caso argentino sin duda el Fondo fue inconsistente. En agosto, cuando bendijo el último acuerdo, ya estaba claro que la convertibilidad no erasustentable. Al final, quedó claro que el sistema monetario internacional no ayudó a los países emergentes. Muchos países disfrutaron del financiamiento externo, pero ahora deben mucho. Demasiado. América latina está muy mal. No crece la economía, pero sí la población.
–¿Y la Argentina?
–El nivel de pobreza es impactante. Alarma en un país que antes era más homogéneo y hoy vive bajo la ilusión de muchos de marcharse a Europa y los Estados Unidos.
–¿Por qué las perspectivas de América latina son malas cuando Asia pudo arrancar tras la crisis?
–Encontró su industrialización, su desarrollo sustentable. En cambio las grandes empresas internacionales no eligieron América latina como base fabril, excepto quizás la maquila en México y la industria brasileña, en buena medida por el tamaño de su propio mercado. La Argentina, sólo con commodities, sin valor agregado, no tiene futuro, pero igual hay límites internacionales. Chile agregó valor a sus exportaciones, pero no le alcanza. Y después hay grandes incógnitas. Estados Unidos vuelve a aumentar su déficit de manera gigantesca. Eso no da sustentabilidad al mundo. Japón aumenta reservas, pero los japoneses no se quitaron de encima el miedo a la insolvencia de los bancos.
–¿La Argentina debería acercarse a la dolarización?
–Es un camino naturalmente posible si continúa bajando la recaudación. Pero no sería útil. Panamá, por ejemplo, tiene muy malos indicadores sociales. La Argentina ya vivió una experiencia con tasa fija. Con esa rigidez, otros sectores debieron hacerse forzosamente flexibles, y así bajaron los salarios. Ese no es el camino. Es más lógico pensar que su moneda se mueva en tándem con la brasileña, hasta lograr una moneda regional.
–¿Leyó la propuesta de Rudiger Dornbusch?
–Es un exabrupto. La Argentina debe reformarse desde adentro. La violencia que ustedes vivieron en diciembre fue una advertencia. Por suerte el rechazo a una salida militar sigue siendo alto, y yo no imagino un gobierno militar ni siquiera en Venezuela, donde podrían tumbar a Hugo Chávez, pero no mantenerse en el poder.

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