Mar 16.06.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Argentina en el mundo

› Por Oscar Laborde *

El Parlamento belga aprobó en comisión el 10 de junio pasado, para su tratamiento definitivo, un proyecto de ley que busca limitar los derechos de aquellos deudores que pretenden ganancias ilegítimas y su alcance se extiende, ahora, a todos los estados endeudados. Esta iniciativa surgió fruto de la experiencia argentina y la situación generada por los fondos buitre.

Este hecho va en consonancia con la histórica resolución adoptada por las Naciones Unidas en septiembre de 2014, en el Comité de Derechos Humanos, que llamó a establecer un marco para futuras reestructuraciones de deuda.

Pocas horas antes de este acontecimiento, en el mismo territorio europeo, Cristina Fernández de Kirchner se reunía con el papa Francisco. Fue un dato para remarcar la apreciación de nuestra Presidenta, quien aseguró que tanto ella como el Sumo Pontífice creían en un mundo multilateral. Una definición geopolítica que pone a ambos por encima de las declaraciones domésticas de algunos oficialistas y de muchos opositores que viven especulando con respecto a lo acordado, en el Vaticano, sobre política nacional.

La distinción de la FAO, por los logros de Argentina en el terreno de la inclusión social y alimentaria de vastos sectores de la población, es un reconocimiento que se intentó hacer pasar desapercibido, por la mezquindad de los dirigentes de la oposición y la complicidad de una parte de los grandes medios de comunicación.

Hay una serie de elementos que constituyen los nudos de una estrategia en red que nuestro país ha trazado en los últimos años y que lo ponen en un lugar protagónico en muchos de los foros internacionales, dando por tierra con la repetida consigna de que estamos aislados del mundo.

La participación en el G-20, el acercamiento a los Brics, los acuerdos económicos con China, la solidaridad por Malvinas son algunas de las fortalezas consolidadas y que fueran enmarcadas por Cristina en su intervención en la última Cumbre de las Américas celebrada en Panamá en abril pasado; donde quedó explícito además el rol del imperialismo en distintos conflictos, en numerosos lugares del planeta.

Mientras este proceso se iba fortaleciendo; Argentina fue parte indisoluble de la construcción de una original institucionalidad en la región. La Unasur, la Celac y el reposicionamiento político del Mercosur son tres elementos vertebrales de una nueva época. No es casual entonces que el fortalecimiento del sistema democrático y la plena vigencia de los derechos humanos atraviesen tanto a una como a otra geografía y le otorgan a los pueblos –sus luchas e intereses históricos– otra dimensión y valoración, más allá de la específicamente económico-financiero.

Luego del intento de implementar el ABC (Argentina, Brasil y Chile) por Juan Domingo Perón en la década del ’50 –y que no pudiera concretarse–; nunca se había vuelto a presentar una estrategia como la presente, en clara defensa de la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos y la formación de un polo de referencia en Latinoamérica frente a las presiones y agresiones de los imperios de turno.

Este es el valor y la trascendencia de lo logrado en la materia, por este proceso iniciado en el año 2003.

* Director de Ideal-CTA y dirigente del Frente Transversal.

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