EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Es posible pensar que, finalmente, la resolución de la candidatura presidencial del FpV fue un ejercicio de peronismo puro y duro. O sea, el producto de una decisión de la cima del poder, irreprochable y coherente desde el punto de vista de la militancia más rigurosa, verbigracia esas decenas, quizá cientos de miles de “soldados peronistas”, como se los llamaba hace años.
La decisión de la Presidenta de consagrar como fórmula electoral a Daniel Scioli-Carlos Zannini para sucederla es congruente con los intereses del poder y con su estilo de conducción: firme, más bien secreto, indiscutible y en lo posible sorprendente por inesperado. Todo lo cual se cumplió ahora a la perfección.
Y produjo por lo menos tres impactos evidentes:
Uno es el cacareo de los medios concentrados, que una vez más quedaron dando pasos a contramano y entonces se lanzaron a fabular, gritar y fogonear el resentimiento de sus fieles lectores y televidentes. Obviamente los buitres del periodismo porteño celebraron la digna decisión de Florencio Randazzo, aunque no por empatía sino por oportunismo. Es la basura que comen y deponen, y Randazzo no tiene nada que ver con eso. Fue sólo una excusa aprovechada por el caranchaje.
El segundo es el alineamiento peronista “pata al suelo”, como se decía hace cuatro décadas. Es decir: la militancia procede a la aceptación de lo decidido “arriba” sin cuestionamientos ni críticas ni ideas propias. La decisión la toma el conductor y las bases obedecen y actúan en consecuencia. Y si alguno se atreve a cuestionar, es mal visto. Guste o no, cuando se es peronista la lealtad a la conducción es un dogma. Lo sé y lo acepté hasta que fui uno de los firmantes del documento de renuncia al PJ en 1985, cuando con una treintena de militantes e intelectuales decidimos abandonar ese sello entre otras cosas porque no veíamos posibilidades ciertas de renovación ni espacios para el pensamiento crítico. Respetando rigurosamente el derrotero personal y político de cada uno/a de aquellos compañeros, en mi caso, y no sin dolor, me refugié en la literatura y el periodismo.
El tercero es la fenomenal discusión que desencadenó la no aceptación por parte de Randazzo de ir como candidato a la gobernación bonaerense.
Esta nota prefiere seguir de largo frente a los dos primeros impactos y opta por detenerse en el tercero, sobre todo por la obvia paradoja que plantea: las PASO son un excelente instrumento democrático que figura entre los muchos méritos del kirchnerismo, pero que el kirchnerismo no utiliza. Lo que es una pena, y sobre todo porque es innegable que gran parte de la militancia y del electorado general que acompaña al gobierno K se sentía más interpretado y mejor representado por Randazzo que por Scioli.
Otro punto que muchos piensan que debió tenerse en cuenta es que no es seguro –no puede serlo– que la presencia en la fórmula de un kirchnerista de libro como Carlos Zannini garantice mucho más que eso –su presencia– sobre todo en un sistema fuertemente presidencialista como el que define nuestra Constitución nacional.
Quizá por eso muchos simples ciudadanos, que se expresan en las radios o en las redes sociales, piensan que la decisión fue equivocada y especialmente si se basó en las reiteradas y casi unánimes encuestas que daban sistemática y unánimemente a Scioli con alrededor de 10 puntos sobre Randazzo. En un país de política tan macaneadora (en todas las elecciones, donde se hagan, siempre hay sorpresas) y de encuestadores (casi todos) al servicio de intereses no siempre transparentes, no hay ninguna razón verdadera para no confiar en el voto de la ciudadanía como única encuesta verdadera. Y en ese sentido, hasta que estalló esta impactante bomba política no había ninguna seguridad respecto de quién iba a ser el candidato del FpV más votado en las PASO.
Y hay otro sentimiento, más profundo y personal, que gobierna esta nota. Y es lo que podría calificarse de injusto maltrato a Randazzo por su negativa a aceptar la propuesta de la Presidenta. O sea, ese castigo militante por no obedecer, que ahora quiere verlo como traidor y que lo acusa con hasta ahora inimaginables adjetivaciones. Es algo sutil que está en el aire. Y que a muchos no nos gusta.
Como tantos argentinos/as, yo pensaba votarlo. Corolario de todos estos años de acompañar al kirchnerismo por su rumbo nacional y popular, por sus esfuerzos inclusivos y de equidad, y por logros como la recuperación de las AFJP, YPF y los Ferrocarriles, por lo menos, somos muchos, muchísimos, los que pensábamos votar a Randazzo sin hacer caso de encuestas improbables y cuestionables. Ahora nos quedamos sin candidato, y seguramente cada uno/a va a repensar su voto. No le gustará a algunos, pero no decidiremos como soldados sino como ciudadanos. Y si al cabo votamos la fórmula instaurada ahora por el FpV, será, si es, más un voto de esperanza que de convicción. Sé que no estoy solo en este sentimiento.
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