EL PAíS › OPINIóN
› Por Mario Wainfeld
El escrutinio definitivo confirmó que el socialista Miguel Lifschitz será gobernador de Santa Fe. Las cifras son casi idénticas a las del escrutinio provisorio: ínfima la diferencia con Miguel Del Sel, el candidato de PRO, apenas 1776 votos según la información suministrada ayer (ver nota aparte).
Los socialistas llegan al tercer mandato consecutivo en la única provincia que gobernaron en su larga historia. Conservan la municipalidad de Rosario ininterrumpidamente desde 1989. La intendenta Mónica Fein fue reelecta tras una disputa muy pareja con otra cualunquista recién llegada a la política de PRO: la periodista Anita Martínez.
El resultado permite un resuello a los socialistas: perder la provincia o su bastión municipal habría sido un retroceso severo. En 2011 la pasaban mejor. Ganaron en ambos territorios con mayor margen, aunque ya Del Sel los hizo sudar tinta. Además, su referente, el diputado Hermes Binner, fue el presidenciable más votado entre los opositores, aunque quedó a una distancia colosal de Cristina Fernández de Kirchner.
A cuatro años vista, el socialismo está cerca de ser sólo un partido provincial: su presencia nacional se diluyó en gran medida.
En elecciones ejecutivas, ganar es esencial. Eso se logró, es un paso enorme. Difícil exagerar los desafíos que afrontará el nuevo gobierno y la cantidad de cambios a implementar en la provincia.
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Si se observa en detalle, la victoria resultó la más estrecha desde que Binner consiguió la primera gobernación, en 2007. El total de votos del oficialismo provincial viene menguando desde entonces, ésta es su cifra menor.
La gobernabilidad del distrito es ardua. Un alivio parcial tendrá Lifschitz, agridulce en términos políticos personales. El desempeño socialista en las elecciones legislativas fue mucho mejor que en las ejecutivas, lo que puede contribuir a su gobernabilidad. El gran ganador en ese aspecto fue el gobernador Antonio Bonfatti, que acumuló muchos más votos que Lifschitz.
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La competencia resultó bastante similar a la de 2011. Del Sel estuvo entonces a un tris de llegar a gobernador desde la pura calle. Porcentaje más o menos, la continuidad es marcada.
Derrotado por segunda vez en tiempo suplementario o en definición por penales, Del Sel afronta un futuro vidrioso.
Es un candidato con carisma, guste o no. Su estilo popular, populachero o hasta guarro concita adhesiones, en particular en estratos sociales usualmente refractarios al macrismo. Pero su arrastre no alcanzó, en dos ocasiones. A medida que avanzan las campañas muestra flaquezas, se excede en groserías o en faltas de profesionalismo.
Es, por añadidura, un referente individualista, tanto en términos ideológicos cuanto en materia electoral. Quienes lo acompañan como candidatos a legisladores obtienen muchísimos menos votos que él. Por eso el PRO tuvo escasísima presencia en la política provincial y comunal en los cuatro años recientes... Y un virtual mandato de Del Sel podía haber amanecido muy debilitado por falta de apoyo legislativo. Una gobernabilidad menguada lo aguardaba: los santafesinos terminaron ahorrándose, entre otros, esos problemas.
El jefe de Gobierno Mauricio Macri se costeó a Santa Fe en el día de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Celebró, ensayó pasitos de baile, organizó la tradicional suelta de globos PRO. Volvió el domingo 14, sólo pudo rezongar contra operaciones de los socialistas. En jornadas ulteriores los macristas denunciaron fraudes inexistentes, se mostraron capciosos y malos perdedores. Amenazan reincidir ahora, con escasas o nulas chances de conseguir que se rectifique el escrutinio, cuyas reglas fueron fijadas por el Tribunal Superior de Justicia de la provincia.
La performance del ex Midachi defraudó las ilusiones del macrismo, que sigue confinado a gobernar sólo en la Ciudad Autónoma. Conquistar otra provincia de la magnitud de Santa Fe era un avance, un salto de calidad. El fracaso difícilmente sea reparado en algún otro distrito: es muy floja la dotación de candidatos amarillos con perspectivas electorales más allá de la avenida General Paz.
Su fórmula presidencial es porteña al mango, por decisión propia. Su expansión territorial se acota a la Capital, por voluntad ajena: la de los ciudadanos de las provincias.
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El Frente para la Victoria (FpV) quedó tercero, también a distancia corta. Fue la única fuerza que creció, comparando con sus performances de 2011, 2013 y de las PASO recientes.
El diputado Omar Perotti recibió un espaldarazo porque superó el techo provincial del peronismo. Como en los videojuegos, pasar de pantalla lo lleva a un reto bravo. Será candidato a senador nacional en los comicios de octubre, una instancia en la que salir tercero no rinde nada. La primera minoría se lleva dos bancas, la segunda una. Sus rivales son dos ex gobernadores, que han sabido vencer a menudo: el socialista Hermes Binner y el peronista “federal” Carlos Reutemann.
Perotti afronta una competencia ardua. Si consigue recuperar una banca para el FpV, coronará un muy buen año.
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Se debatió mucho sobre los escrutinios de las PASO y de las generales. En las primeras, el conteo provisorio fue calamitoso: se anunció que se había llegado al total y faltaba escrutar una alta proporción de urnas.
Se denunció fraude, no hubo tal, como demostraron los números definitivos, que mejoraron un poco la posición del socialismo gobernante y sospechado. Sí medió un papelón que deteriora la credibilidad del oficialismo provincial y del mismo sistema. Se hizo renunciar al funcionario responsable. Era lo mínimo, que no repara los daños causados.
En la votación definitiva ocurrió algo diferente. No hubo mala praxis, sólo la ansiedad y la tensión propias de un resultado casi de triple empate. Era imperioso pasar al escrutinio definitivo, más riguroso, para despejar dudas.
El sistema electoral santafesino eliminó la Ley de Lemas, fue el primero en incorporar las PASO. Para el domingo 14 se convocaron veedores creíbles, para aumentar la credibilidad.
O sea, no hubo esta vez torpeza. Y nunca hubo dolo que viciara el resultado.
Cierto es que Lifschitz y los suyos se apuraron a cantar victoria con el escrutinio provisorio sin terminar. Es una operación habitual en esas jornadas, lo que no la convalida ni excusa. Pero la jugada taimada no altera el pronunciamiento popular aunque enrarece el clima.
La respuesta PRO fue paradójica. Macri se indignó. Con su proverbial elocuencia dijo que “no está bueno”... y tras cartón avisó que Del Sel había ganado. No estuvo bueno.
Esos manejos deberían evitarse para no confundir a la opinión pública, pero forman parte de la picaresca. El kirchnerismo intentó lo mismo cuando Francisco de Narváez le ganó las elecciones bonaerenses en 2009. A diferencia de los socialistas, erró el vizcachazo. Y como ellos, no incidió en el desenlace, que es lo que importa. O es lo que más importa, para precisar.
Queda para el futuro debatir si la boleta única es una herramienta útil o si traba los recuentos y conspira contra el funcionamiento de los partidos políticos. Se trata de instrumentos: es aconsejable no ser muy dogmático al evaluarlos porque suelen tener ventajas y contraindicaciones. El cronista cree que no supera a la boleta tradicional de papel, aunque reconoce que ahorra algunos contratiempos.
Más densa es la cuestión de la legitimidad de la futura administración en un sistema de vuelta única, con un final de bandera verde entre tres. Lifschitz fue apoyado por menos de un tercio del padrón, nace debilitado. El mismo señaló que sería interesante reformar la Constitución provincial y establecer un sistema con ballottage. Nunca es sencillo llegar a acuerdos de partidos opuestos para esos cambios que la experiencia va mostrando necesarios.
De hecho, sólo en 4 de 24 provincias y en la Nación hay sistema de doble vuelta, que es un recurso institucional para darle al gobierno entrante mayor legitimidad de origen.
El federalismo es gravitante en materia política. Incide en el régimen mismo, como se acaba de puntualizar. También en el mapa de preferencias, que varía en cada pago. Todo se potencia porque los gobernadores y los intendentes tienen facultades para establecer los cronogramas electorales donde gestionan.
Desde ya que es deseable que el interminable calendario de este año aleccione a las fuerzas políticas de toda la geografía argentina a acordar fechas o a aggiornar sus sistemas. No da la impresión de ser accesible en la actual cultura política, aunque es bien necesario.
Entre tanto, los socialistas santafesinos festejan y respiran hondo. El macrismo padece la pérdida de una oportunidad posiblemente irrepetible. El FpV confía en seguir ascendiendo.
El domingo es la segunda vuelta en Tierra del Fuego: el show no debe parar.
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