EL PAíS › OPINION
› Por Paula Klachko *
El 26 de junio es para los argentinos y argentinas una fecha de lucha y de memoria: se cumplen diecinueve años de la finalización del primero de los cortes de rutas desarrollados en las patagónicas localidades de Cutral-Có y Plaza Huincul. Pero también, por esas dramáticas casualidades de la historia, en esa misma fecha, pero seis años después, en Avellaneda caían asesinados mientras luchaban solidariamente Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Diecinueve años pasaron de aquel duro invierno para aquellos luchadores en el que revertirían, con su lucha y su dignidad, el desamparo y la desesperanza a que habían sido condenados. Al día siguiente de haber doblegado a la jueza que había ordenado a la Gendarmería el operativo de desalojo de la ruta –jueza que luego se declararía incompetente frente a una “sedición popular”–, los pobladores festejaron su “victoria” luego de la firma del acuerdo con el gobernador.
Consiguieron algunas cosas, las necesarias para zafar de la angustia del frío y el hambre, repetidos mes a mes, año tras año, desde la dilución de aquellas indemnizaciones o espejitos de colores que les dieron a cambio de renunciar a (en realidad, aceptar ser despedidos de) sus históricos puestos de trabajo en la vieja YPF o sus dependencias. Consiguieron “planes”, puestos de trabajo temporarios, subsidios, “mercaderías”, la reconexión de los servicios cortados y algunas otras cosas. Pero aunque en el momento no podían apreciar el impacto y la significación histórica de los enfrentamientos sociales que protagonizaron, los piqueteros patagónicos marcaron un antes y un después en el ascendente ciclo de la rebelión popular que irrumpiría con fuerza a mediados de los años ’90 y que culminaría con los acontecimientos de diciembre de 2001. Su resistencia resignificaría y combinaría creativamente viejas tradiciones de lucha con nuevos componentes insurreccionales. En efecto, los pueblos de Cutral-Có y Plaza Huincul se movilizaron, organizaron y tomaron las ciudades por siete y diez días respectivamente, del 20 al 26 de junio de 1996 y del 9 al 18 de abril de 1997. Es recordado especialmente el 12 de abril, pues ese día caía una mujer presente en el piquete de la ruta provincial: Teresa Rodríguez. Su nombre pasaría a ser parte de todos esos nombres que fueron formando las banderas de las luchas del campo popular en contra del neoliberalismo. Y es a partir de ese hecho que, en 1997, se generaliza el enfrentamiento ante el escandaloso incumplimiento de las promesas hechas por la empresa y las autoridades poniendo de manifiesto la combativa voluntad de los piqueteros de rechazar los ataques de las fuerzas represivas, nacionales y provinciales, retomar las formas de organización asamblearias y los cortes de rutas como instrumentos para mantener la ocupación total de las ciudades y su defensa mediante barricadas. Poco después, las personificaciones de piqueteros y fogoneros serían tomadas como ejemplos por tantas otras víctimas del menemismo y se replicarán en numerosos conflictos y enfrentamientos sociales en diferentes provincias. Esa sabiduría popular que impulsó a las y los jóvenes que con sus rostros cubiertos desafiaban a las autoridades y ejecutaban las decisiones de las asambleas populares, poniendo el cuerpo para garantizar la permanencia de las barricadas en las noches del invierno patagónico, estaba cargada de una potente dignidad que se expandería por toda la Argentina hasta dar origen, poco más tarde, a la conformación del movimiento piquetero. Los trabajadores desocupados junto a los ocupados (sobre todo estatales), hombres y mujeres con sus diversas modalidades de organización y de lucha que protagonizaron las principales (y primeras) resistencias a las políticas de ajuste implementadas por el menemismo serían el germen del cual brotarían las históricas jornadas de diciembre de 2001 que pondrían fin a la estafa de la convertibilidad. Son muchos los hilos históricos que conectan a los dos 26 de junio que pretendemos recordar con estas líneas y que, en su confluencia, abrieron una nueva etapa en la historia argentina.
* Universidad Nacional de José C. Paz.
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