EL PAíS › EL DOMINGO PROXIMO SE ELIGE GOBERNADOR EN CORDOBA
Las tres principales candidaturas muestran panoramas diferentes, con la oficialista vista como “pecho frío”, la Triple Alianza apodada la “bolsa de gatos” y el FpV mostrando un fuerte optimismo.
› Por Marta Platía
Desde Córdoba
Tras una campaña “pecho frío”, como la definen los cordobeses de a pie, el próximo domingo se elegirá el nuevo gobernador de Córdoba y sucesor de José Manuel de la Sota, que sigue con toda la energía y la economía puestas en ser presidente. Aunque sus posibilidades sean aún más gélidas que esta campaña bajo cero. ¿Por qué esta aparente abulia? Entre las razones de mayor peso se podría señalar a quienes creen tener “la vaca atada” y no necesitar moverse demasiado. Es lo que parece ocurrir con Juan Schiaretti, de la oficialista Unión por Córdoba, que fue el gobernador-sandwich entre las dos últimas gobernaciones de su jefe De la Sota. Otra es el resquebrajamiento de la Triple Alianza entre el PRO, la UCR y el Frente Cívico (FC) de Luis Juez que, a poco de arrancar con todo el ímpetu de una coalición que se mostraba ganadora con Oscar Aguad y el macrista Héctor Baldassi, se fue trastrocando en una cuasi bolsa de gatos donde cada uno intenta salvarse solo.
Los que andan con la sonrisa de oreja a oreja son los candidatos del Frente para la Victoria (FpV-Córdoba Podemos), Eduardo Accastello y el humorista Cacho Buenaventura. Y no sólo por la reconocida pericia de Buenaventura para generar alegría, sino por el “acierto político” que le sumó a esta fuerza la elección de un hombre que no hizo falta presentarle a ningún cordobés. Buenaventura, con su discurso “sin casete”, conocedor de los avatares de los que viven tierra adentro y profesan la solidaridad como una forma de vida, le agregó un ingrediente inesperado a un Accastello que, más allá de su gestión en Villa María, no tenía la visibilidad de sus principales adversarios en esta elección.
Juan Schiaretti y Martín Llayrora parecen tan seguros de su triunfo que casi ni hablaron en público. Y menos admitieron debatir con nadie. Anoche, por caso, hubo un debate de candidatos en la Universidad Nacional de Córdoba al que Schiaretti le negó su asistencia desde que fue convocado hace varias semanas. “Schiaretti no salió en ningún lado. No hay forma de que diga una palabra si no es a través de un spot publicitario. Es un candidato que no se muestra, que no es capaz de dar un reportaje, que no es capaz de dar un debate”, se quejó hasta con bronca Oscar Aguad, de la Triple Alianza-Juntos por Córdoba, quien sí había aceptado participar. Pero –sorpresa de último momento– el viernes y a sólo 48 horas de esa sonora lamentación envió mensajes escritos a las universidades organizadoras: la UNC, la de Villa María y la Católica, bajándose del debate. ¿Su argumento para el faltazo? Que “no le haría el juego a Schiaretti” que “le falta el respeto a la democracia”.
A todo esto, con la consigna “Vuelve Juan” desperdigada en gigantografías en toda la ciudad, más el poderoso aparato de Unión por Córdoba, Schiaretti sabe que corre con el caballo del comisario y tiene en claro que cuenta hasta con la anuencia de numerosos intendentes radicales “radicalizados” en los pueblos y ciudades de los 26 departamentos provinciales. Estos lo apoyarían ante la desazón –cuando no furia– que les provocó que Aguad haya convertido a la UCR local en una virtual sucursal del PRO. Además, el posible triunfo de “Juan” los acerque –si la dupla Daniel Scioli-Carlos Zannini gana en octubre–, al calor del poder nacional.
Uno de los primeros gestos en este sentido surgió de los radicales de Tercero Arriba, que rompieron lanzas con Aguad en un férreo comunicado. No lo dijeron expresamente, pero sus votos emigrarían hacia el candidato de UPC o hasta el mismísimo Accastello, que supo tejer sus alianzas como intendente de la rica cuenca lechera de Villa María.
Por lo pronto, lo concreto es que UPC se perfila ante sus principales adversarios con una ventaja de hasta “10 y 14 puntos sobre el segundo”, según oscilan –y coinciden– las varias encuestas preelectorales que rondan las redacciones de los medios de prensa.
La gran incógnita gran es qué fuerza se quedará con el segundo puesto y a cuántos dígitos de distancia. Algo que ni se contemplaba antes de que Buenaventura surgiera como el vice sorpresa de Accastello y que los radicales-radicalizados pusieran el grito en el cielo ante el desembarco del millonario Mauricio Macri como nuevo mandamás del partido de Yrigoyen en Córdoba. Un acto que se consumó ante la genuflexión del “presidenciable” Ernesto Sanz, de Oscar Aguad y del otrora rebelde peronista de centroderecha Luis Juez, que dejaron que Macri saque, ponga y elija a quien quiso. Y eso cuando aún no se sabía que en esa Triple Alianza-Juntos por Córdoba también talla el menemista Germán Kammerath, quien se sumó sotto voce pocas horas después. Su ex esposa, Laura Rodríguez Machado, va en segundo lugar como senadora detrás de Juez quien, en su anterior vida política, llegó a denunciarla por “corrupción”.
El rostro de Aguad se ve desencajado en las últimas entrevistas que dio a los canales locales. Tiene por qué. Su jefe de campaña es casi una bomba de tiempo: Juez, su otrora detractor y aspirante él mismo a ser gobernador, hace pocos días lanzó una andanada de críticas contra “los que no hacen nada para mover la campaña”. Con su verba hiperquinética, Juez dijo que “al poder hay que chocarlo para poder obligarlo. Al poder hay que confrontarlo. Al poder no se lo hereda salvo en las monarquías, hay que conquistarlo, buscarlo, transpirarlo”. Y como quien no puede con su propia naturaleza, deslizó sarcástico: “Mire, capaz que los cordobeses terminen extrañando a Luis Juez candidato a gobernador. Cada vez que tuvimos (sic) la posibilidad de ser candidato a gobernador, pusimos la campaña a un nivel de confrontación, debate y discusión. Guste o no, instalábamos temas todas las semanas”. Ergo, su archirrival Aguad, no.
De autocrítica nada, aunque se trata de un hombre que tiene el insólito record de haber desperdigado su capital político en menos de ocho años y haberle cedido a Macri la decisión de su destino. Es muy común, en la capital cordobesa, escuchar “miralo vos al Luis, si hubiera seguido en sus trece, hoy sería el gobernador”. Pero de su Frente Cívico casi nada queda. ¿Adónde irán a parar sus votos? Es una incógnita. Pero sus legisladores ya se sabe que partieron a la diáspora o se enrolaron, como pasó con Santiago Clavijo y Liliana Montero, con Accastello. Otro de sus seguidores más respetados, el cura tercermundista Nicolás Alessio, se presentará como intendente por el Frente para la Victoria.
En medio de este clima, el jueves pasó fugazmente por Córdoba Mauricio Macri quien, además de apoyar a su fórmula, criticó al Estado Nacional que “está para ayudar a la gente y no para solucionarles el tema a los políticos”, en directa alusión a la designación de Carlos Zannini en la fórmula del FpV. Un Macri de semblante adusto que –bien lo sabía– pisaba las brasas aún calientes que la noche anterior dejó la flamante dupla Scioli-Zannini en el complejo Forja, junto a Accastello y Buenaventura.
“Mire, no vaya a ser que con éstos de acá (Aguad-Baldassi) le vaya como con (Miguel) Del Sel en Santa Fe”, deslizaron no sin malicia algunos radicales de comité que frecuentan el café a pasos de la histórica Casa Radical. Son correligionarios que todavía le facturan a Aguad “la derrota cuando se le pegó al Colorado (Francisco) De Narváez en 2007”.
Resta saber si esa calificada “jugada maestra” de Accastello al incorporar a Buenaventura –de raigambre radical y quien puso su rostro en campañas delasotistas– se concreta en votos. Querido y admirado en toda la provincia, el humorista en las filas del FpV fue un baldazo de agua fría para Aguad como para Schiaretti (y De la Sota), a quienes literalmente se les escapó la tortuga. “Mire, soy radical, pero cada vez me gusta más lo que veo de este lado, las propuestas que se hacen desde el espacio kirchnerista. Cuando los changos me abrazan y me dicen compañero con tanto afecto, me encanta, qué quiere que le diga”, admitió el viernes. Un dato: las más de tres décadas que lleva en escenarios relatando historias costumbristas matizadas de humor sobre los habitantes de barrios, pueblitos y caseríos del interior le facilitan pararse ante multitudes y hablar con sencillez, contundencia y conocimiento que más de un candidato quisiera para sí. Está por verse si eso cuaja en votos.
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