Lun 29.06.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Cómo se sigue

› Por Eduardo Aliverti

Cerrado el plazo para la presentación de las listas, la semana posterior entregó un escenario previsible. O, al menos, nada sorpresivo. Así como lo ideológico ofrece un perfil interesante, provocador, ya que en verdad hay en juego dos modelos de país, no parecería que el rumbo hacia las elecciones pueda tener elementos altisonantes porque, justamente, esos contornos están demasiado claros. Es muy probable que sí crezcan estocadas de la peor calaña, por parte de quienes se sienten derrotados, pero a esta altura tampoco parece que eso afectará las posibilidades de los que quedaron en danza.

En el sector kirchnerista, Cristina debutó como jefa de campaña, en La Pampa, sentando a su lado al precandidato a gobernador K y en respaldo al actual, quien peleará por la intendencia de Santa Rosa. La novedad es que, hasta ahora, la Presidenta se manejaba más a través de videoconferencias, lo cual respondió a consejos médicos. Hoy, en cambio, según lo programado y predecible, tiene por delante un largo periplo de compromiso físico en varios lugares, incluyendo el decisivo conurbano bonaerense para asentar lo que asoma como una ventaja indescontable de los candidatos oficialistas. El discurso presidencial en la capital pampeana, con asistencia de todas las primeras figuras, no dejó dudas sobre el rol que Cristina piensa instrumentar. Se metió con Martín Lousteau, a quien imputó pretensión de dar lecciones siendo que sacó mal los números de la 125, cuando era ministro de Economía, para después no hacerse cargo. La lectura sobre esa cita admite dos hipótesis, que son complementarias: un fuerte respaldo a Mariano Recalde para advertir contra los votos K que el 5 de julio podrían desembocar en Lousteau, y fortalecer una parte del sufragio anti-K para terminar de dividirlo entre el ex ministro y Horacio Rodríguez Larreta. A estar por esa alquimia, Larreta no alcanza el 50 por ciento en primera vuelta y luego enfrentará un ballottage de resultado inseguro que, a la vez, se sumaría al derrape sufrido por el PRO en Santa Fe. El macrismo también fue señalado por Cristina, al aludir a quienes quieren gobernar con “chamuyo y globitos”. De esta manera, y al margen de interpretaciones de laboratorio, quedó expuesto que CFK activará en la campaña como jefa política absoluta y presencial, por si alguien con unas cuantas líneas de fiebre había fantaseado que lo haría en carácter prescindente. Frente a ese protagonismo, y a una aceptación popular hacia Cristina que es inédita desde el recupero democrático para un presidente en salida, el artilugio opositor –más en lo mediático que entre su dirigencia– es insistir con el uso inadecuado de la cadena nacional. Que esa sea la estatura ideológica del marcaje adverso al Gobierno habla más de oposicionismo que de oposición. O bien, revela las tremendas dificultades de ésta para blanquear su propuesta de retorno noventista. ¿Puede el PRO, además, mentar un uso propagandístico de los dispositivos públicos, suponiendo que uno quiera entretenerse con el republicanismo inmaculado y no con la discusión del poder, que no se discute sino que se ejerce? Toda Buenos Aires está pintada de amarillo en los anuncios de obras públicas, pero eso no es publicidad política... Desde el punto de vista de los envoltorios, el kirchnerismo procede sin mayor respeto por ciertas formalidades del protocolo liberal. La diferencia es que no tiene problema alguno en mostrar que las formas le importan un pito, como si, encima, no estuviese transparente de qué modo terminó el país cuando fue gobernado por los caballeros del respeto a las instituciones.

Los nombres K del cierre de listas también mostraron una ingeniería electoral capaz de sacarle las ganas a quienes quisieran correrse del rumbo trazado en estos doce años. La movida enorme de Carlos Zannini en la fórmula presidencial fue completada con referentes de los llamados “puros”, para Diputados y Senado. Alrededor de un 40 por ciento de los postulantes a ambas Cámaras, o bastante más si se toman los puestos expectables, responden al designio de Casa Rosada. Aun en el caso de un triunfo oficialista módico, eso garantiza bloques parlamentarios que podrán no ser tan contundentes como los surgidos del 54 por ciento de 2011, pero sí apreciables como motor, o resguardo, de las grandes líneas conceptuales. Es un dato que reanimó a huestes propias todavía alarmadas por la designación de Daniel Scioli en rango de candidato predilecto o seleccionado. El gobernador tuvo un desempeño llamativo en su muy comentada concurrencia al programa 6, 7, 8. Se exhibió enérgico, quizá como nunca, y contestó preguntas provenientes de esos reparos y sospechas que persisten. Para empezar dio la sensación de que no fue de paseo, que es a lo que van los opositores en sus medios y con sus periodistas amigos del Círculo Rojo. Desde ya que los pingos se ven en la cancha. Ni esa intervención de Scioli ni las que se sucedan despejarán la incógnita en torno de que ocurrirá cuando se calce la banda presidencial. Pero ante ese intríngulis cabe repetir que, así sea frente la más amenazante de las conjeturas, hay un espacio en principio sólido: por la conformación del elenco, por el respaldo juvenil, por el liderazgo de Cristina y por el piso de apoyo social, que a lo largo de esta etapa se mantuvo en más de un tercio del electorado total incluso cuando las papas quemaban. Hijo del pragmatismo, tanto como que al fin y al cabo comparte el universo peronista, Scioli recibirá un país con cuentas económicas y panorama internacional que no tendrían por qué tentarlo a salirse de cauce. La región está convulsa, con horizontes inciertos en Brasil y Venezuela, y las presiones serán interminables para retomar el camino que –en el ciclo que va de la dictadura al menemato, con algunas resistencias durante el alfonsinismo– condujo la Argentina a una eclosión que todos deberían recordar. Sin embargo, hay una buena dosis de eso último y están las conquistas sociales que lo refuerzan. En consecuencia, aunque fuere desde una mirada exclusivamente oportunista, cínica, y no desde la convicción ideológica profunda, ¿cuál sería el negocio de salirse de este modelo?

Quedó dicho que ese es el karma de la oposición, para acertarle a un discurso propositivo en el que la zanahoria del cambio no sea juzgada como mucho más riesgosa que la continuidad. La fraseología infantil de los núcleos opositores, con apelaciones a que se puede vivir mejor, construir canales de diálogo, abortar la grieta, ser un país serio, atacar la inseguridad, combatir la corrupción, tener una Justicia independiente y demás recursos de, casi, un alumno mediocre de escuela primaria, no son solamente el producto de dirigentes con oratoria pobrísima. Son, ante todo, el resultado de no tener nada sincero para expresar. Construirle imagen a un candidato, con las herramientas de entrenamiento, marketing y medios adictos existentes, es bastante sencillo mientras se disponga de un fondo de cuestión político susceptible de ser manifestado como tal. Si no conviene exponer eso, ¿cuál invento está en condiciones de ganar? “La insoportable levedad Del Sel”, el mejor título periodístico de mucho tiempo a esta parte, grafica ese dilema que el PRO ni siquiera pudo resolver en el distrito donde tenía mayores expectativas, estimulado por la gestión anodina del gobierno socialista santafesino. La oposición tuvo su veranito en Mendoza, con una distancia considerable sobre el kirchnerismo que, en aplastante medida, corresponde al voto tradicional de los radicales. El macrismo no corta ni pincha en esa provincia, donde Scioli es cómodo favorito. Empero, corrieron a afirmar que esa es la unidad que corresponde cuando ya se había sellado la división en el resto del país. Si es por debates públicos, tuvieron el que deseaban, de locales, para más tarde afirmar que los debates sólo sirven a efectos de que el ciudadano confirme sus impresiones. ¿Para eso querían debatir? ¿Para acabar en que sólo se trata de un ingrediente sostenedor de lo que ya se sabe? Uno de los pasajes más encendidos del cruce habido en TN fue el relativo a la administración de Aerolíneas Argentinas, como contrapuesto a la ineficacia en gestionar los subtes desde el gobierno de la CABA. Gracias a un recurrente milagro periodístico de la naturaleza, a las 48 horas era noticia de tapa que Vicky Xipolitakis despegó un avión mientras coqueteaba con los pilotos. A pie de página de la misma cobertura, avisaron que la compañía de bandera gasta 1,6 millón de dólares diarios para volar. Un número seco que, tirado a la bartola, es tan pérfidamente abstracto como el millón de dólares por día perdidos por los ferrocarriles del Estado, hasta la llegada del sultán riojano que con tanto éxito dejó al país sin trenes, ni aviones ni empresas públicas. De éstas habrán de verse montonazos acrecentados. Descubrirán nuevas cuentas falsas en el exterior de todo funcionario habido y por haber, socios de la Presidenta en negocios oscuros, reflotamientos de que no se recibió de abogada, síndromes cerebrales impensados, revelaciones acerca del emirato santacruceño, bombas fiscales que estallarán antes de lo previsto, internas sciolistas, destratos cristinistas, pogroms de La Cámpora. La bala de plata la agotaron con el caso Nisman, última oportunidad que tuvieron para asociar Gobierno y crimen. Ya no hablan de asesinato. Las plumas de sus editorialistas más connotados ahora dicen “muerte extraña” o “misteriosa”. Insistirán con otras cosas, de cociente nulo excepto para la satisfacción de quienes desean realzar su odio.

Es por eso que la pregunta, con más fuerza, y antes que la manera en que se llegará a octubre y cómo se votará, continúa siendo cómo habrá de seguirse.

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