EL PAíS › OPINIóN
› Por Emilce Moler *
En los primeros años de la recuperación democrática, La Noche de los Lápices fue la representación más descarnada de la crueldad. Hoy el Boleto Estudiantil es una ley, cargada de significados políticos que nos moviliza para afrontar nuevos desafíos.
Este relato sensibilizó a la ciudadanía y contribuyó a dimensionar los alcances de la desaparición forzada de personas. Pero en ese intento por dar cuenta de la atrocidad de los crímenes de la dictadura se nos despojó de nuestra historia militante.
Veintisiete años de lucha junto a las Madres, Abuelas de Plaza de Mayo y Familiares nos enseñaron a resistir, y a no olvidar. Doce años de kirchnerismo nos permitieron contar nuestras historias y profundizar la transmisión de ese pasado en clave de derechos humanos.
Con Néstor y Cristina Kirchner, las víctimas del terrorismo de estado fuimos llamadas a protagonizar nuestros propios relatos, pero ya no sólo con el objetivo de retratar un momento, o para testimoniar en los tribunales, sino para ser protagonistas de una época, para desenterrar nuestras memorias y abrirnos a un debate público sobre lo que fuimos, y lo que queremos ser. Un debate abierto, donde las víctimas no somos habladas por terceros, sino que tenemos la oportunidad, y el desafío de volver a ponerle el cuerpo a la historia.
Hay que continuar con los juicios, hay que encontrar a los nietos, hay que planificar y desarrollar políticas públicas de memoria, verdad y justicia. Hay que contribuir en la construcción de la verdad histórica. Estamos frente a la imperiosa necesidad de continuar desandando viejos caminos y afrontar nuevos desafíos.
Quedan muchas preguntas todavía y el cuestionamiento permanente de los jóvenes hace que este proceso de conocer nuestro pasado se conforme como parte de nuestra identidad colectiva. Tender puentes y entender el pasado a la luz del presente, comprender la dimensión real del proyecto económico y político que tenía la junta militar en alianza con los sectores concentrados de poder es clave en estos momentos del país.
En este contexto el boleto estudiantil se volvió mucho más que una vieja reivindicación. Hoy es un símbolo de las luchas estudiantiles. Es una reivindicación histórica. La coyuntura en la que conseguimos la Ley del Boleto Estudiantil es fruto de una democracia que lleva 32 años de crecimiento y consolidación, donde podemos tener posiciones encontradas, donde podemos debatir, dar la contienda política, y militar con alegría el proyecto de país que queremos. Esa es también nuestra victoria.
* Sobreviviente de La Noche de los Lápices.
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