Vie 13.11.2015

EL PAíS  › CIENTIFICOS SALIERON A LA CALLE PARA APOYAR AL FRENTE PARA LA VICTORIA

Para que la ciencia no dé marcha atrás

Investigadores del Conicet, el INTA, el Invap y universidades públicas advirtieron sobre el peligro de una victoria de Cambiemos y destacaron los avances logrados en esta década. Se realizaron juegos interactivos y una radio abierta.

De guardapolvo blanco, volante en mano, parado en medio del hall de la estación Constitución, Juan Chiesa, biólogo, 45 años, doctorado en España, mostraba un cartel que llevaba colgado del pecho con la leyenda “Trabajador científico repatriado. Programa Raíces”. Era uno de los tantos científicos del Conicet, del INTA, del Invap y de universidades públicas que se mezclaron ayer entre miles de personas que en la hora pico de la tarde, cuando volvían de sus trabajos, se encontraron con un despliegue militante que los abordaba y trataba de explicarles los avances tecnológicos y científicos de los últimos años. Con stands y juegos interactivos, investigadores de todas las disciplinas salieron a ganar votos cara a cara para que el candidato del FpV, Daniel Scioli, se imponga sobre Mauricio Macri en el ballottage del 22 de noviembre. Las razones, múltiples y particulares según la experiencia de cada profesional, las resumió a Página/12 Esteban Mockskos, responsable técnico de la supercomputadora Tupac: “Tenemos que cuidar lo conseguido, porque es un camino de décadas que se puede destruir en apenas un año”.

La supercomputadora Tupac, la primera de su estilo en nuestro país, fue creada para procesar volúmenes de información que necesitan la potencia de 12 mil PC trabajando en simultáneo. Mientras explicaba su mecanismo a los transeúntes, Mockskos contó a este diario que “en nuestro país, el desarrollo tecnológico es sustentado por el Estado, porque el sector privado, salvo excepciones, no invierte, por lo tanto dejarlo librado en manos del mercado sería un grave retroceso”.

“Si se terminó (la central nuclear de la provincia de Santa Cruz) Atucha 2, fue por el trabajo de los científicos y por un Estado que recuperó una obra que llevaba décadas parada”, dijo el ingeniero y docente de la UBA Eduardo Dvorkin al tomar el micrófono de la radio abierta montada en el centro del hall. Luego de relatar la recuperación de YPF, “de manos de Repsol y con el deterioro en que dejaron la empresa”, Dvorkin apuntó directamente al “intento de camuflar sus convicciones” por parte de Cambiemos, “acercándose a los postulados del FpV”. “La mentira tiene patas cortas”, remató. Acto seguido, una de las locutoras pasó revista a las leyes que el bloque del PRO votó en contra o se abstuvo: nacionalización de YPF, estatización de Aerolíneas, fertilización asistida y ley de medios, entre otras.

“El neoliberalismo y el desarrollo científico son opuestos y excluyentes”, definió Inés Nercesian, socióloga e investigadora del Conicet. “Nos mueve la convicción de que la ciencia debe estar al servicio de la sociedad –explicó a este diario sobre las razones de la convocatoria–. Por eso vinimos a contar lo que hacemos a Constitución y no a un auditorio privado”. En el mismo sentido se expresó el físico Héctor Otheguy, gerente general del Invap, la empresa encargada de construir los satélites Arsat 1 y 2: “Nos quieren sacar del circulo virtuoso de ahorrar divisas, generar trabajo y planificar ser exportadores de tecnología a futuro, así al menos se expresan los economistas de Cambiemos, que están colonizados por el norte y creen en el libre mercado a ultranza”.

Cerca de la radio abierta se desplegaban las muestras de biología, física, electrónica y de la producción de las ciencias sociales. En el stand de física se exponía el funcionamiento del electromagnetismo, un mecanismo que “a mediados de la década del 50 transformó el mundo”, describieron a este diario. También se daban a conocer, con cierto orgullo, los objetivos estratégicos del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2020. “Nunca nos sentimos tan respetados como en estos años”, aseguró Alberto Kornblihtt, biólogo, investigador superior del Conicet y profesor titular de la UBA, que recorría las distintas muestras luego de exponer en la radio abierta. “Ahora estamos en una encrucijada, y entendemos que si gana Macri no sólo peligra el desarrollo científico sino los derechos conquistados por toda la sociedad”, afirmó.

Kornblihtt reflexionó sobre la voluntad militante de sus colegas, que se reunieron no sólo en la estación Constitución sino también –en simultáneo– en plazas públicas y universidades de Salta, Córdoba, Rosario, La Plata, Lomas de Zamora, Avellaneda, Bahía Blanca y La Plata. “El científico debe tener un compromiso con el país”, opinó.

Ante este diario, repasó los que para él son los últimos logros importantes de la ciencia argentina:

- Gabriel Rabinovich, director del laboratorio de Inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental, patentó en 2014 un nuevo mecanismo para aplicar el rol inmunorregulatorio de la Galectina 1 al crecimiento de tumores;

- Hugo Luján, bioquímico, investigador principal del Conicet en el Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas, desarrolló una vacuna contra el parásito Giardia Iamblia, en 2015.

- Fernando Bravo Almonacid y Alejandro Mentaberry, del Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología (Ingebi) del Conicet, logró desarrollar un tipo de papas resistente al virus PVY, también este año;

- Raquel Chan, doctora, docente de la Universidad Nacional del Litoral e investigadora del Conicet, creó un tipo de soja resistente a la sequía.

De la misma forma, Javier Ortega, economista y técnico del INTA, enumeró los avances en materia alimentaria: Rosita, la primera vaca “transgénica” que producirá leche materna para bebés, con propiedades nutracéuticas; la maquinaria agrícola para la agricultura familiar “que nos dará soberanía alimentaria y que el mercado jamás produciría”; el desarrollo de patentes nacionales en genética vegetal y animal; y el nuevo sistema de teledectación climática que desde Santa Cruz cubrirá las islas Malvinas, “para recuperar soberanía desde el conocimiento”. “Costó mucho trabajo romper con la colonización intelectual de décadas”, dijo.

“Me fui en 2001 porque me habían recortado la beca y volví en 2006 cuando se volvió a invertir en ciencia”, contó Juan Chiesa sobre su experiencia. “Cuando planteé que quería ser científico, me dijeron que iba a cagarme de hambre. Hoy es una profesión de la que se puede vivir dignamente, por eso estoy acá bancando este proyecto”, contó Carlos, becario del Conicet de 28 años que trabaja con Juan en el laboratorio de cronobiología de la Unqui.

Informe: Matías Ferrari.

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