Sáb 14.11.2015

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

La gran estafa

› Por Luis Bruschtein

Usted no sabe de economía. Y lee sobre una denuncia por operaciones del Banco Central con dólares a futuro. Chino básico. Pero después ve que la denuncia la presentan Federico Pinedo y Mario Negri –dos dirigentes de la oposición que lidera Mauricio Macri– en contra del actual titular del Central, Alejandro Vanoli, cuya gestión, según la ley, termina recién en el 2019. Y claro, da la casualidad que la denuncia se presenta en pleno proceso electoral. Y ¡oh sorpresa!, el juez encargado de llevar el proceso judicial será Claudio Bonadio, famoso por abrir todo tipo de causas contra el Gobierno, con poco sustento pero de impacto mediático. Y después usted se entera de que detrás de la denuncia de Negri y Pinedo, está Alfonso Prat-Gay, que está investigado por la fuga de millones de dólares y evasión impositiva. Entre tanto tufillo usted se acuerda cuando vio La gran estafa con George Clooney.

Porque usted ve que los que presentan la denuncia son dos políticos opositores, que lo hacen en plena campaña electoral, que la denuncia es tomada por un juez que ha demostrado enemistad manifiesta con el Gobierno y que el inspirador de la denuncia es una persona que está sospechada de complicidad en una estafa que le hizo perder millones de dólares al Estado, millones que eran dinero público. Aunque no entienda una pepa de economía ni sea veterinario, si tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola, es campaña sucia. O sea, le están metiendo el perro. La denuncia contra Vanoli representa una forma de hacer política metiéndole el perro a la gente.

Es una marca de Cambiemos hacer campaña sucia con la complicidad de funcionarios judiciales. No debaten propuestas, hacen promesas de buena gente, pero hacen muchas denuncias. Los conservadores tratan de desideologizar la política para doblegar cualquier posible resistencia a las medidas ideológicas que promueven los intereses que ellos representan. Por eso atacan a sus adversarios siempre por cuestiones de procedimiento y usan a la Justicia. Nunca discuten el fondo de las medidas o de las políticas. Ahora quieren sacar a Vanoli del Central porque sus políticas no convienen a los intereses del capital concentrado. La trama judicial funciona como una cobertura de esas motivaciones. Aunque tratan de disimularlo, siempre la reacción conservadora fue ideológica cuando se afectaron los intereses que ellos representan, como en el juicio a los militares de la dictadura o al sacarles el negociado de las jubilaciones a las AFJP o al plantear la democratización de la Justicia o el matrimonio igualitario y la renacionalización de YPF y su puesta en valor. Fue esa reacción ideológica furiosa la que abrió la famosa grieta. La ideología no es una teoría política, sino la suma de intereses sociales, económicos, culturales y demás que comparte un grupo social, que a su vez los impulsa y representa con ideas y propuestas que van conformando esa ideología.

La alianza conservadora del PRO y la derecha radical en Cambiemos se presenta como la fuerza que viene a oxigenar un escenario intoxicado por la politiquería, pero reserva su pensamiento en lo social y económico para sus ámbitos más cerrados, lo cual es hacer politiquería. Fortalece ese discurso con la imagen naïf de los globos, los pasitos de baile y los llamados a cerrar una “grieta” que ellos mismos abrieron con sus reacciones desencajadas (todo era una “canallada”, una “vergüenza”, una “estafa”) contra las medidas progresivas que tomó este gobierno. Los mismos que reaccionaron exasperados y coléricos contra los juicios por derechos humanos, contra el matrimonio igualitario (la homosexualidad es una enfermedad), contra la moratoria previsional (le están robando la plata a los que aportaron), contra la amnistía a los inmigrantes indocumentados (se escandalizaron porque venían a sacarle el trabajo a los argentinos, a atenderse gratis en los hospitales o a estudiar en la Universidad), o contra la Asignación Universal por Hijo (dijeron que se iba por la canaleta de la droga o que las chicas pobres se embarazan para cobrarla sin trabajar) todos ellos son los que ahora proyectan una imagen de tanto candor y tanta inocencia con globitos y pasitos de baile. Hacen grandes discursos sobre la conciliación, la armonía y el buen trato como si esa actuación borrara la esencia violenta del pensamiento regresivo y mercantil que los llevó a oponerse a todas las medidas que en la historia de la humanidad han representado a la verdadera paz, la armonía y el progreso. Ghandi fue muy conflictivo y no fue violento. Los violentos fueron los británicos que reaccionaron contra la lucha de Ghandi por la independencia de la India.

Esa ambigüedad entre lo que dice Macri y lo que oculta se expresa en el núcleo del universo “Cambiemos”, pero sobre todo en su componente determinante que es el PRO (la derecha radical todavía está aprendiendo los pasitos de baile). Llaman a la armonía y a la paz pero votan contra todas las medidas distributivas, inclusivas, de soberanía y de ampliación de derechos. Dicen que defienden la libertad de expresión pero la mayoría de la pauta publicitaria que manejan alimenta a los medios hegemónicos en detrimento de los pequeños. Dicen que vienen a oxigenar a la política pero fueron los promotores de una campaña sucia que esta semana se manifestó en la denuncia contra Vanoli, y antes fueron las denuncias contra fraudes electorales que nunca existieron y la acusación bizarra contra Aníbal Fernández.

“Cambiemos” es ese doble discurso. Dicen lo opuesto a lo que han demostrado que piensan y, en función de esa misma práctica engañosa, acusan a sus adversarios de hacer lo que hacen ellos. En realidad, la campaña del Frente para la Victoria fue transparente en ese aspecto. Daniel Scioli, que ha sido caracterizado como un dirigente que en las entrevistas suele decir poco, esta vez anunció medidas concretas y, para disipar dudas, dio a conocer a los potenciales miembros de su gabinete. Se podrá estar de acuerdo o no con esas medidas, gustarán o no alguno o ninguno de los nombres de esa lista, pero están a la vista, no hay medidas escondidas entre ambigüedades y generalidades. Se sabe lo que hará Scioli si gana las elecciones. Con Macri es más turbio, no se sabe nada.

Si dependiera de la campaña, la propuesta económica de Macri no figura, es confusa. A nivel masivo dice que respetará los avances logrados por el kirchnerismo. Pero en el ámbito empresario, sus voceros explican que hay demasiados jubilados, que ya no se pueden aumentar los salarios ni las jubilaciones, que hay que pagarles a los buitres lo que pidan, que habrá que “sincerar” el precio del dólar y sacar todos los subsidios. La ofensiva contra Vanoli tiene esa carga. “Cambiemos” necesita un Central que colabore con una megadevaluación. Vanoli está allí para exactamente lo contrario y por eso lo denuncian. La mayoría de los colaboradores de Macri provienen del equipo de Domingo Cavallo, quien ya adelantó que lo votará.

Pero todas estas señales no llegan al gran público. Quedan circunscriptas a un entorno más politizado y entre los sectores minoritarios que serán beneficiados. Ninguna de esas medidas que difunden sus propios colaboradores forma parte de los spots de campaña. No hay un solo video de Macri que proponga una medida concreta, lo cual hace todavía más sospechoso su discurso y confirma las prevenciones más extremas. Durante los últimos diez días fue evidente la orden del comando de campaña de silenciar a todos los economistas macristas cuyos anuncios habían generado un clima extendido de inquietud.

Macri llevará esa incertidumbre al debate del domingo. Un debate cuya estructura tiende a parcializar a su favor, al aceptar entre los tres periodistas del panel a profesionales del Grupo Clarín que han hecho campaña abiertamente a favor de Macri. En contrapartida, el candidato del Frente para la Victoria tiene a su favor más experiencia con los medios. En los ocho años de su gobierno en la ciudad de Buenos Aires, Macri no concedió entrevistas a ninguna publicación crítica a su gestión. Se manejó con los periodistas más complacientes de Clarín, La Nación y Perfil. Por el contrario, antes y durante la campaña, Scioli fue a programas que no le tenían ninguna simpatía y que hacían campaña por Macri, como el de Longobardi o el de Mirtha Legrand donde polemizó y defendió sus propuestas. Se sabe manejar en un medio adverso. Tiene, en ese sentido, una gimnasia democrática con los medios que a Macri le falta y que hasta ahora no necesitó porque cuenta con el respaldo de las grandes corporaciones mediáticas.

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