› Por Mario Wainfeld
Millones de personas presenciarán el debate. Algunas lo mirarán de punta a punta, twittearán, discutirán, discernirán quién ganó y por cuánto. Otras harán zapping o le dedicarán atención parcial, comerán y se distraerán.
El espectáculo cerrará la saga iniciada en el más cabal escenario de tevé, Show Match. El politólogo e inminente titular de la AFA, Marcelo Tinelli, acertó con su profecía meses atrás: el futuro presidente estaba entre sus tres invitados. En año opaco para los encuestadores, “Marce” apostó a lo sencillo y la pegó.
El jefe de Gobierno Mauricio Macri y el gobernador Daniel Scioli disputan la semana final de una larga carrera para la que se vienen afilando desde hace cuatro años como poco... u ocho. Las reglas están escritas y firmadas, se negociaron puntillosamente. Los sorteos completan la sobreactuación igualitaria de los organizadores.
Será el primer debate de este tenor en la Argentina y todo ejercicio de discusión pública es bienvenido. Se ha puesto de moda equiparar esas confrontaciones con el clímax de la democracia o con la puerta de entrada a la civilización. A diferencia de otros órdenes de la vida, conviene controlar la excitación: intercambios híper reglados, con tanto coaching, la preeminencia de las reglas del medio señalan algunos límites a la supuesta maravilla universal.
Por añadidura en la Argentina el sistema de medios es altamente politizado, comparado con otras latitudes. El menú de los magazines de primera y segunda mañana, la vuelta, la tele, los canales de cable indigestan de entrevistas todísimo el tiempo. Macri y Scioli son invitados frecuentes en el raro repertorio de la radio y la tele. Los televidentes los re-conocen a ellos y a sus parejas: consumieron en dosis suculentas sus voces, sus manierismos, sus muletillas. La pilcha no tanto porque la cambian mucho.
Todo se estudia, se prepara y se programa... claro que en una puja mano a mano el entrenamiento no resuelve todo. Si fuera por la dedicación que ponen, los especialistas que contratan y la plata que gastan... ganarían ambos.
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La prehistoria del género comienza con un clásico que sembró semilla: John Fitzgerald Kennedy versus Richard Nixon. Aquel era joven, bronceado, mirando a la cámara, con training intenso. Nixon se presentó barbudo o aunque sea no afeitado al ras, congestionado, con ceño huraño. Ganó el demócrata, si uno quiere ponerlo en tono trágico tal vez dio el primer paso hacia su asesinato. La leyenda refuerza que “el medio es el mensaje”. Cuenta que la platea vitoreó a Kennedy pero quienes escucharon por radio se conmovieron y plegaron a Nixon. Será así o así se cree que viene a ser lo mismo.
Esas goleadas se tornaron exóticas porque desde entonces los participantes aprendieron, se capacitaron. Como cuadra a una sociedad capitalista proliferaron profesionales expertos.
La crónica nacional, con todo, muestra un par de papelones célebres. El más conspicuo, ay, ya queda perdido en la lontananza del tiempo, si se permite ese abuso de la relatividad. Fue el debate entre el Canciller radical Dante Caputo y el senador peronista Vicente Saadi. Corría noviembre de 1984. El presidente Raúl Alfonsín conservaba su estrellato, convocó a un plebiscito no vinculante para que el pueblo opinara sobre un acuerdo de límites con Chile. La idea fuerza era terminar con los antagonismos regionales, desarmar hipótesis de conflicto, sumar para el lado de la integración. Una buena visión de futuro, que fue política de estado desde entonces hasta hoy en sucesivos gobiernos. Sectores del peronismo se oponían. Caputo se enfrentó a Saadi en un debate interminable, moderado por Bernardo Neustadt (¿quién si no?). La disparidad fue tremenda, parecía guionada por el alfonsismo. Caputo se vio atildado, agudo, presentable. Saadi gritaba, pegaba en la mesa, interrumpía a su adversario, se enredaba con los papeles. Parecía un imitador de él mismo. No respetaba los tiempos pautados, algo que en ese deporte se considera peor que un golpe de estado.
El peronismo perdedor en 1983 corroboraba su inadecuación a una nueva época. El oficialismo radical venció como quiso. También, sin percatarse, los peronistas renovadores que esperaban desplazar a los dinosaurios mariscales de la derrota.
Esas cosas ya no ocurren, aunque Domingo Cavallo la pasó feo en un debate contra Aníbal Ibarra por la Jefatura de Gobierno porteña en el año 2000. Pero son raros los especímenes tan soberbios y vociferantes.
No es la expectativa para hoy. Seguramente Macri, que se lee puntero, tratará de enfriar el partido, retener la pelota, evitar embates y decir lo menos posible. A Scioli le convendría agitar un poco el tablero, ser punzante, hacer pisar el palito a quien repite un preciso libreto de campaña que le ha sido redituable.
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Argentina Debate (AD), la ONG que promueve el acontecimiento, toca el cielo con las manos. No las tiene del todo limpias, ha incurrido en un par de gestos de parcialidad que trasuntan su ideología. Dejó afuera de la transmisión a la TV Pública y derrochó machismo en el elenco de “moderadores”.
A los medios públicos, según explicó Hernán Charosky, pope de la ONG, la sancionó por no haber emitido el fallido debate anterior, aquel en el que Scioli evitó intervenir. Ese castigo no está previsto en ninguna legislación, ni siquiera en las reglas que la asociación biempensante redacta como mejor le place. Para colmo, AD sí sumó Canal 13, otro canal de aire que no transmitió el debate previo: solo lo había hecho TN que es una señal de noticias, algo bien distinto. La diferencia es arbitraria y trasluce afinidades y vasos comunicantes (que todos conocemos).
En cuanto a la discriminación machista, motivó reclamos organizados de periodistas mujeres (principalmente). La colega Mariana Carbajal participó en la digna movida que reseñó en este diario. La respuesta fue al principio elusiva. La militancia de las demandantes, la intervención activa de la Defensoría del Público indujeron una contramarcha parcial. Charosky entregó una larguísima carta, abundosa en buenos deseos, para una próxima vez. Para el presente fue más vagaroso.
Sí se consiguió incluir la perspectiva de género en el temario. Y sumar elementos de producción que amplían la accesibilidad a más personas (lenguaje de señas, subtitulados entre otros).
Por ahora, el panel de periodista será netamente machista. Es lo que quieren los medios dominantes, ante los que la ONG se prosterna. Los candidatos no rompieron lanzas por la movida.
Un rebusque elegante sería darle alguna participación, aunque no fuera periodística estrictamente, a Mónica Pinto la primera decana de la Facultad de Derecho. Al cierre de esta nota no se sabe si existirá ese gesto, insuficiente aunque auspicioso.
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Las manchas no restarán audiencia ni vibración ni sentido al debate. Es complicado augurar interpretaciones futuras pero es muy verosímil que la noche de hoy sea evocada en los años venideros como un cambio y como un punto alto de la campaña, incluso como su cierre que no será estrictamente.
Su impacto será insumo de tertulias de café y de abordajes más sesudos.
Macri ha disputado más debates que Scioli ya que en la Ciudad Autónoma es costumbre practicarlos. En TN, ojo al piojo, porque así lo estipula la libertad de prensa, entendida al uso nostro.
Ninguno de los rivales destaca por la elocuencia. Los dos pregonan ser personas serenas, coloquiales, dialoguistas. En el a priori, eso condiciona más al gobernador que debe salir a hacer un gol. Pero serán dos en la cancha, hay momentos en que los candidatos quedan solos, no tanto como Ringo Bonavena en el ring pero parecido... la competencia existe y no está sellada de antemano.
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