EL PAíS › OPINIóN
› Por Florencia Saintout *
No hay que explicar nada.
Sin embargo permite ensayar el pensamiento. Hacer otros textos en otros géneros que serán claramente otros.
Hay en ese graffiti, como en los buenos graffiti populares, un sentido común de época que habla colectivamente. ¿Qué es entonces lo que dice que permite la voz común? ¿Qué es posible leer además? Como un plus, un ejercicio de sentido(s).
Para algunos es un gesto en la intemperie. Algo así como la búsqueda de un refugio ante la inminencia de un tiempo nuevo que se augura adverso. Terminan unos gobiernos que abrieron caminos, que marcaron rumbos, que emocionaron nuestras almas, y que nos hicieron sentir queridos, protegidos y ayudados. Lo que viene es (des) conocido y para muchos más que sombrío. Inquietante. Abrazame hasta que vuelva Cristina podría ser cuidame hasta que vuelvan aquellos valientes que enfrentaron al Estado saqueador y asesino y construyeron un Estado que pide perdón, que repara y que se agranda para incorporar a los que eran desvalidos.
Hay aquí un camino de interpretaciones. Aunque también existan otros en juego. Por ejemplo, aquel que sitúa el abrazo en la potencia de la calle común. Que enlaza, otra vez, el amor a la política.
La marcha peronista dice: el amor y la igualdad. En tiempos de derrotas y repliegues de las conquistas populares, la igualdad había desaparecido en un país que iba brutalmente naturalizando la desigualdad.
Del amor mejor ni hablar. Los que hoy hablan de grieta se habían sentido aliviados cuando el genocida entró a nuestra Casa Rosada con botas de asesino y poderes siniestros sosteniéndole mucho más que un banquito. El plan de miseria para las mayorías fue el tajo que hizo el no/país. En el neoliberalismo, la hegemonía de la tecnocracia profesionaliza la política hasta reducirla a un conjunto de operaciones mínimas al servicio de cualquier poder. O simplemente la desparece (y no hay ingenuidades al utilizar la palabra desaparecido).
Entonces recuperar el amor y la igualdad en la idea de un abrazo colectivo que es en la calle, es la recuperación de la historia y es la esperanza del futuro. El futuro no se plantea como incertidumbre y temor, sino más bien como certeza de la historia: ella vuelve. Como volvimos.
El abrazo, la calle y la conducción política.
Esto que ha sido posible en estos años, que el abrazo forme parte de la calle y el amor de la política. Más aún: del Estado.
Hermosa poesía popular.
La historia no nos juzgará por afuera, como un inmenso panteón desconocido y ajeno. La historia somos nosotros, en nuestros pequeños aciertos y desaciertos cotidianos. En nuestras grandes gestas y sueños. En la palabra de lo que somos. En lo que aprendemos de los momentos difíciles. La historia está, una vez más, amasada en nuestras manos. Estemos firmes y dignos, sabiendo que los procesos de emancipación tienen avances, retrocesos, esperas.
Eso es difícil de ver para las generaciones nuevas, más sensibles al puro presente. También para las más viejas, porque el crepúsculo tiene sus urgencias. Por eso es maravilloso el abrazo: nos hace sentir que corremos juntos por un mismo río que no empezó con nosotros, y que no termina nada un solo día.
* Concejal del FpV en La Plata. Decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.
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