EL PAíS › LORENZETTI DIJO QUE EL JUZGAMIENTO DE LOS DELITOS DE LA DICTADURA ES “POLíTICA DE ESTADO”
En un temprano brindis de fin de año con la prensa, el titular de la Corte aseguró que se sostendrán los procesos judiciales por crímenes de lesa humanidad y pidió que se cubran las vacantes en el máximo tribunal. Anunció que impulsará una reforma electoral.
› Por Irina Hauser
El contexto y la agenda político-judicial, reforzados por el editorial de La Nación a favor de los represores, le dejaron servido en bandeja al presidente de la (mini) Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, el eje de su discurso del brindis de fin de año con periodistas y representantes de medios. “No hay vuelta atrás con los juicios” de lesa humanidad, aseveró, con una frase que ya utilizó otras veces en señal de que debe continuar el juzgamiento del terrorismo de Estado. Eso será así, acotó enseguida, porque es “una política de Estado” y “ningún gobierno es dueño de los derechos humanos”. Habló en medio del majestuoso Patio de Honor del cuarto piso del Palacio de Tribunales, con Juan Carlos Maqueda a la izquierda y Elena Highton de Nolasco a la derecha, bajo la luz natural que se filtraba por el vitraux del techo más alto del edificio. Allí también pidió que se cubran las vacantes en el tribunal, que serán dos desde el 11 de diciembre, anunció que quiere impulsar una “reforma electoral”, continuar con medidas contra el narcotráfico y con la política del “ni una menos”. Como es habitual, Lorenzetti dijo que el Poder Judicial es independiente. Para ese momento, ya había generado gran revuelo la noticia de que esa misma mañana, con tres votos, el tribunal había ordenado reformular el régimen de coparticipación e impedir deducciones sobre esos fondos, en expedientes que tramitan hace años ante los cortesanos.
El festejo tuvo dos peculiaridades: nunca antes se hizo con tanta anticipación respecto del 31 de diciembre (y llamativamente dos días después del ballottage para elegir presidente) y nunca fueron convocados tantos invitados. Los brindis de fin de año tienen toda una tradición en la Corte. En los 90 se hacían en el llamado “salón de té”, una sala de reuniones surcada por una mesa inmensa, con las paredes llenas de cuadros pintados al óleo con los retratos de todos los presidentes supremos. Por entonces sólo eran convocados los periodistas especializados en temas judiciales. Lorenzetti fue quien comenzó a cambiar la tradición, al ampliar la lista de invitados, primero a conocidos conductores de radio y televisión y luego hasta a empresarios de medios. Hasta ahora los eventos eran en un recodo del cuarto piso, donde se forma un pequeño patio entre despachos. El patio que se utilizó ayer es como un salón de fiestas, o más. Lo único que no cambió en todos estos años es el catering, o quien lo provee, un pequeño empresario gastronómico apodado Jack Nicholson, quien en realidad se llama Augusto, ronda los sesenta años, y se ocupa de bandejear en persona, sin sacarse los anteojos oscuros y siempre con una sonrisa estampada.
La convocatoria era a las 12.30 y el discurso de Lorenzetti arrancó a los pocos minutos. Fue corto, con mensajes que forman parte de su repertorio de siempre, pero que generan una curiosa sensación de novedad, al quedar anclados en un determinado momento o escenario. La Corte, ya en 2005, recogió el reclamo y las enseñanzas de la lucha de los organismos de derechos humanos, cuando comenzó a despejar el camino a los juicios de lesa humanidad al declarar inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Instó, con más o menos énfasis según el momento, a avanzar con los juicios. Mientras Mauricio Macri se ve públicamente interpelado sobre qué hará con este tema, Lorenzetti dice que los juicios van a continuar, que los jueces son independientes, que “todos los argentinos somos dueños de los derechos humanos” y que es una “política de Estado”. La realidad es que este proceso requiere de la participación activa de los tres poderes del Estado. La determinación del Poder Ejecutivo para aportar pruebas, proteger y asistir a testigos/víctimas, procurar mecanismos para encontrar a los hijos de los desaparecidos, identificar cuerpos, entre muchas otras cosas, ha sido clave para avanzar en el juzgamiento de los represores. El tema requiere de la confluencia de los esfuerzos y la voluntad política de todos los poderes para trascender a los gobiernos.
El resto del temario del presidente supremo tocó otros temas calientes: dijo que piensa seguir adelante con sus iniciativas para la “lucha contra el narcotráfico” a través de una comisión de jueces, muy criticada por un grupo de prestigiosas organizaciones no gubernamentales del campo del derecho, no sólo por darle un enfoque belicista sino por adentrarse en cuestiones que son asuntos de política criminal del Ministerio Público Fiscal. Anticipó que el Poder Judicial quiere impulsar cambios en el sistema electoral para hacerlo más “transparente” y que será tema de la próxima conferencia nacional de jueces, en 2016. Y que otro tema central será la política de “Ni una menos”, a través de la oficina de violencia doméstica del máximo tribunal.
Lorenzetti habló de las vacantes en la Corte, visiblemente reducida a su mínima expresión. Pidió que se cubran. No habló de un número ideal de integrantes, pero es sabido que él prefiere un tribunal de cinco integrantes, con el poder concentrado y las discusiones más reducidas. Carlos Fayt ayer no estaba, aunque nunca va a estos agasajos, y Lorenzetti anunció que le harán un homenaje ahora que se está por ir. Highton de Nolasco desapareció de la escena pocos minutos después de que terminó de hablar su colega. Aprovechó que todos los periodistas se arremolinaron. Entre otras cosas le preguntaron cómo hará la Corte mientras esté integrada por sólo tres jueces si no están todos de acuerdo para sacar un fallo, dado que se seguirán necesitando tres para hacer mayoría. Por ejemplo, las dos decisiones de ayer sobre coparticipación no las podrían haber firmado sin Fayt, porque Highton no votó en obvia discrepancia. Son decisiones que implican el cuestionamiento e invalidez de una ley de 2006 y la política de gobierno que siguió, pero que a la vez deja un panorama difícil que deberá remendar el nuevo gobierno. El supremo dijo que no convocarán conjueces si no lo necesitan en un caso concreto para desempatar. En ese caso, explicó, recurrirán a los presidentes de las cámaras. Acotó que, igual, esperaba designaciones, casi imposibles este mismo año.
Entre los comensales que desfilaron ayer hubo periodistas y empresarios de medios, desde Daniel Vila, Jorge Fontevecchia, Sergio Szpolski, Luis Majul, Jorge Asís, Magdalena Ruiz Guiñazú, Joaquín Morales Solá, Marcelo Bonelli, Luis Novaresio, Reynaldo Sietecase, María O’Donnell hasta redactores y editores de todos los medios gráficos y agencias de noticias, incluso internacionales. Entre todos iban armando y desarmando pequeñas rondas, algunas compartidas con Lorenzetti o Maqueda, los anfitriones que se quedaron casi hasta el final. Los diálogos protocolares fluían. Algunos periodistas pedían información. Otros acotaban. Comían. Brindaban. Algún que otro invitado lograba cortar los convencionalismos, como la corresponsal extranjera que le preguntó a Maqueda en tono inocente: “Pero, ¿cómo es posible que sea presidente alguien que está procesado por la Justicia?” A lo que el juez respondió que ellos, en la Corte, no conocen el tema.
Tanto él como Lorenzetti explicaron someramente los fallos sobre coparticipación, dijeron que desconocían los montos en juego y el impacto que tendrán estas decisiones, que deberán mensurar peritos, y que ponen en tela de juicio el contenido de una ley de hace casi diez años. El presidente de la Corte insistía con la independencia judicial. Maqueda, en un gesto de sinceridad, advirtió: “Debe ser una de las decisiones de más impacto de esta Corte”. A la Corte actual, todavía con participación de Fayt, le quedan dos acuerdos.
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