EL PAíS › OPINIóN
› Por Marcelo Justo
Está bueno eso de lamentar que Cristina se vaya por la puerta chica y no la grande cuando durante ocho años se intentó que saliera por la ventana o en helicóptero. El ingeniero buscó esta vía de salida en Argentina o pidiendo auxilio a Estados Unidos, a cuya embajada solicitó en 2009 que intensificara la presión sobre el Gobierno, según los cables de Wikileaks. Eran épocas en que Mariano Grondona podía sonreír mirando a las cámaras en medio de una entrevista y sugerir que “esto no dura”. Duró. Seis años más. El intento de sectores económicos, mediáticos, políticos y judiciales para que se repitiera la imagen de Fernando de la Rúa dándose a la fuga como epílogo definitivo e irreversible del kirchnerismo no tuvo éxito, pero condicionó los dos gobiernos de Cristina Fernández con una olla de presión cotidiana. Más allá de los errores de todo proyecto, el kirchnerismo logró sobrevivir esta feroz ofensiva y terminar sus dos mandatos (algo que, dada nuestra historia, debe figurar como un gran mérito cuando debería ser lo normal).
Otro gran mérito fue poco mencionado en los análisis post electorales. La reciente campaña
mostró que aquí y ahora “(casi) todos somos K”. Esta afirmación podría parecer temeraria dada la polarización en el ballottage, pero no lo es tanto si se analiza el golpe de timón del macrismo de cara a las elecciones. ¿O acaso no pasó a defender con entusiasmo de converso la vigencia de los planes sociales, YPF, Aerolíneas Argentinas, Fútbol para Todos y la necesidad de avanzar en la lucha contra la pobreza? El pragmatismo del análisis de Jaime Durán Barba lo llevó a aceptar que el “cambio” que necesitaba Cambiemos para ganar las elecciones era desdecirse y apoyar todo lo que había rechazado.
En este sentido, las elecciones fueron una dolorosamente paradójica victoria K. En mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, el debate público estaba dominado por la agenda neoliberal del déficit fiscal y el ajuste. Aun con los poderosos multimedios en contra, hoy el tema social es central y nadie se atreve a hablar de ajuste, aunque sea lo que se viene. De la fortaleza que tenga este consenso colectivo para sobrellevar los embates del macrismo real dependerá mucho de lo que pase en los próximos cuatro años.
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