Mar 08.12.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Negocios con Irán

› Por Jorge Elbaum *

El principismo republicano del PRO y de sus aliados radicales que colmaban las columnas editoriales de los diarios monopólicos, los estudios televisivos de pocas voces y los indignados salones elegantes, empiezan a mostrar sus alineamientos internacionales atravesados por sugestivos signos de amnesia. La nueva canciller, Susana Malcorra, deslizó en un reportaje concedido al diario La Nación que “hay que generar un vínculo comercial con Irán. Eso formará parte de la agenda. Si tenemos una oportunidad de vender trigo... e Irán lo puede pagar, no veo por qué no hacerlo...”.

Durante los doce últimos años de gobierno kirchnerista nunca existió una declaración ni una acción orientada a mejorar los vínculos comerciales como la declarada por Malcorra. Por el contrario, toda la política exterior de la Argentina vinculada con el estado persa estuvo subsumida en la exigencia de la detención de los funcionarios iraníes imputados, sobre los que pesan hasta el día de hoy circulares rojas de detención internacional. Las doce presencias de los mandatarios argentinos en las Asamblea de las Naciones Unidos pusieron sobre ese rasero todo vínculo diplomático con Teherán. Sin embargo, durante los tres últimos años se atribuyó al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner el haber firmado el Memorándum de Entendimiento con Irán por oscuras motivaciones comerciales. Dichas ampulosas acusaciones escondieron sistemática y sospechosamente las necesidades procesales imprescindibles para que pueda realizarse el juicio oral por el atentado a la DAIA/AMIA, mediante las declaraciones indagatorias sobre quienes pesan las alertas rojas.

La piedra de toque de la irritación opositora se debió a supuestas (e inexistentes) negociaciones comerciales ocultas. Los epítetos y las acusaciones llegaron al clímax de tirria cuando la propia Presidenta, el canciller Héctor Timerman y los familiares de las víctimas de la DAIA/AMIA –Sergio Burstein, entre otros– fueron etiquetados de “traidores” por el simple hecho de buscar la continuidad del procedimiento jurídico en territorio argentino en Teherán, es decir, en la delegación diplomática de nuestro país en esa capital. Dichas reproches incluyeron la falsedad de un acrecentamiento de las relaciones comerciales con el gobierno persa que quedó desestimado con la puesta en evidencia acerca de los estrechos vínculos entre los empresarios acopiadores de granos locales (hoy eufóricos por las ganancias exorbitantes que prevén) y los entes comerciales iraníes. La oposición al gobierno kirchnerista, en su conjunto coincidió en cuestionar la exportación a Irán sin reprobar a los únicos responsables de dichas transacciones comerciales, como el caso del grupo Grobocopatel.

Aquellos que se disfrazaban de puristas republicanos, azuzados por cacerolas teflonadas e insultos irrepetibles contra la Presidenta, fueron asistidos frenéticamente por las conducciones de las dos institucio

nes judías cooptadas por el macrismo, la DAIA y la AMIA. Ambas se rasgaban las vestiduras en cuando canal televisivo podían irrumpir, reprobando todo vínculo (jurídico, político o comercial) con quienes –afirmaban– eran unos negadores del Holocausto. De esta manera Waldo Wolff, Jorge Knoblovits, Claudio Avruj y Sergio Bergman, líderes de la derecha comunitaria, contribuyeron, llamativamente, a que el juicio oral por el atentado no pueda llevarse a cabo. Este mismo entorpecimiento aparece como homólogo al instaurado por las autoridades comunitarias de los años menemistas, hecho por el cual se encuentra en la actualidad procesado –entre otros– el ex presidente de al DAIA, José Beraja.

La futura canciller Malcorra parece desconocer que la crítica al Memorándum de Entendimiento tuvo su capítulo más extraviado y mediático con la acusación del fallecido Alberto Nisman, quien imaginó un pacto que incluía la anulación de los alertas rojas a cambio de compromisos de comercio exterior. Dichas denuncias no pudieron ser probadas simplemente porque no existía tal incremento del comercio. Meses después de su fallecimiento existe la certeza de que sus acusaciones contribuyeron a los propósitos de servicios de inteligencia extranjeros (los mismos que consultó Mauricio Macri para nombrar como jefe de la Policía Metropolitana a Jorge “El Fino” Palacios), los intereses de los denominados “fondos bui

tres” y los objetivos de la derecha republicana e israelí. Estos últimos motorizaron –incluso en contra del propio presidente de los Estados Unidos, Barack Obama– la fallida guerra contra Irán, especulando (y deseando) un aumento del comercio de armas y el concomitante control de las reservas de petróleo persa.

Cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner difundió tiempo atrás el pedido de un asesor del primer mandatario estadounidense para que Argentina negocie tecnología nuclear con Irán, los puristas asépticos, no se atrevieron a cuestionar la doble moral de quienes son sus referentes internacionales. Por el contrario, avalaron en ese mismo lapso los ataques a la soberanía nacional financiados por los fondos especulativos internacionales y contribuyeron a que no pueda llevarse a cabo el Juicio por el atentado a la DAIA/AMIA.

Rousseau nos advirtió hace más de doscientos años que “el vicio rara vez se insinuó oponiéndose a la honradez. Casi siempre toma el disfraz de ésta”. “Negocios son negocios”, diría Malcorra en nombre de un realismo pragmático y servil. Macri lo adelantó cuando afirmó que se “iba a terminar el curro de los derechos humanos”. Ya empezó: las víctimas y los familiares de los muertos en la DAIA/AMIA se miran unos a otros –desgarrados– sin poder creer la escena enturbiada de cinismo. Empezaron a caerse las caretas. Mucho mas rápido de lo que se suponía.

* Sociólogo, periodista y presidente del Llamamiento Argentino Judío.

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