Mié 09.12.2015

EL PAíS  › LA RECONSTRUCCIóN DEL “TRASLADO” DE LOS SECUESTRADOS EN LA SANTA CRUZ

Testimonios sobre los vuelos

En el juicio sobre los crímenes de la ESMA un sobreviviente contó que vio el momento en que las víctimas fueron sacadas del centro clandestino. La autopsia que prueba los vuelos de la muerte. El trabajo que hizo el EAAF.

› Por Alejandra Dandan

Era de noche. Carlos García trabajaba en el Sótano de la ESMA, esa explanada perturbadora llena de cubículos montados y desmontados al ritmo de la muerte. “Empezamos a trabajar en la construcción de un baño porque lo querían entregar urgente. Y trabajamos toda la noche, y ahí es cuando vimos el traslado”, dijo Carlos durante una de las audiencias del juicio. Carlos es sobreviviente y fue sometido a las tareas de trabajo forzado en la ESMA. Y es el único testigo conocido de ese momento. “Yo estaba trabajando, no sé hasta qué hora, pero fue hasta muy tarde. Y en eso veo un traslado que, después con el tiempo, me di cuenta de que había sido el traslado de la Santa Cruz.” Quienes conducían al grupo de los 12 no se dieron cuenta de su presencia. Los doce “estaban en fila, en trencito, contra la pared, casi saliendo hacia las escaleras, la única escalera que había en ese momento. Después –explicó– apareció un enfermero con un equipo de jeringas”. Los sacaron del sótano y los tiraron atrás de un camión, explicó, “después me enteré que eran los vuelos de la muerte”.

El alegato fiscal del Juicio ESMA unificado que mañana concluye con los pedidos de condenas para los 56 acusados reconstruyó la historia del grupo de 12 desaparecidos de la Iglesia de la Santa Cruz, con el centro puesto esta vez en las pruebas recogidas durante años de sus ejecuciones en uno de los vuelos de la muerte. Este juicio lleva por primera vez como imputados a “los pilotos de la muerte”: son seis imputados de ese invisible tramo final, pero que en este caso –dice la fiscal Mercedes Soiza Reilly– contó con la aparición de esos cuerpos devueltos por el mar en diciembre de 1977, que truncaron la idea de la desaparición como obra perfecta.

Los alegatos de la Santa Cruz volvieron a hablar de su historia, de la “iglesia que abrió las puertas a los familiares que buscaban a sus seres queridos desaparecidos” y donde se nucleaban a organizarse. Contaron las historias de cada uno, del secuestro sucedido entre el 8 y 10 de diciembre de 1977, mientras empujaban contrarreloj y contando monedas la publicación en el diario La Nación de la solicitada “Por una Navidad en paz”, dirigida al dictador Jorge Rafael Videla, a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, a la jerarquía eclesiástica y a la prensa nacional. Hablaron de las víctimas. Las tres Madres de Plaza de Mayo. Las monjas francesas. Un padre. Dos hermanos. Y los militantes de Vanguardia Comunista. Y dieron cuenta de la infiltración de Alfredo Astiz. Pero también de la sobrevida de los doce en el centro clandestino.

Uno de los ejes esenciales estuvo puesto en la reconstrucción de las pruebas de los vuelos. La fiscalía desarrolló el centro de su prueba con la reconstrucción del organigrama operativo del Estado Mayor de la Armada que proveyó de aviones al GT 3.3. Sumó testimoniales de los sobrevivientes con el recuerdo concentrado en fechas, momentos o escenas en las que los prisioneros iban siendo llamados y conducidos en hileras al sótano, donde les inyectaban la droga que los atontaba para lanzarlos vivos al mar.

Una de las intervenciones recuperada fue la del médico forense Roberto Dios, que analizó los cuerpos mutilados, macerados y deshumanizados que llegaron a la línea costera ubicada entre Santa Teresita y Mar del Tuyú en diciembre de 1977. Dios fue el primer hombre que situó la evidencia de la muerte como producto de una caída de un avión. Murió 20 días después en su cama de pueblo a raíz de un supuesto problema de corazón del que no poseía antecedente. Julia Francisca Alderete era su ayudante. Declaró en el segundo tramo de este debate. Trabajó en el Partido de la Costa entre 1967 y 2003. En diciembre de 1977 fue auxiliar de la autopsia. Los cuerpos estaban en la morgue, luego de un traslado del equipo de Bomberos. “A algunos les faltaban los brazos y las piernas, estaban los troncos nada más –dijo la mujer en la audiencia–. Otros tenían sus caras tan desfiguradas, imagino que por el agua de mar.” El doctor Dios le decía: “¡Qué barbaridad! Esto es para que no se sepa qué identidad tienen, porque los brazos y las dentaduras, las huellas digitales, son para verificar la identidad”.

–¿Usted recuerda si el doctor Dios asentó la causa del deceso de estas personas en alguna oportunidad y dijo el motivo de por qué habían fallecido o a raíz de qué? –preguntó la fiscalía.

–El era muy reservado –explicó la mujer–, pero dijo que se habían caído de un avión y que era por impacto de una caída.

En 2003, los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense comenzaron a trabajar en el caso a pedido de la Cámara Federal de la Capital. “El EAAF analizó expedientes de hallazgos de cadáveres que se produjeron en la zona de la costa entre el 20 de diciembre de 1977 y diciembre de ese año. Los expedientes daban cuenta de procedimientos de instrucción policial y había cuerpos en diferentes grupos y localidades. Uno de los datos decisivos fue que en un expediente había una huella dactilar en buen estado”, dijo la fiscal. Luego del peritaje dactiloscópico identificaron a Angela Auad, una de las 12: “Esta identificación dio la posibilidad de ajustar la búsqueda sobre los cuerpos del Grupo Santa Cruz y justificó la necesidad de proceder al trabajo de campo en el cementerio de General Lavalle en diciembre de 2004 y enero de 2005” donde los cuerpos habían sido inhumados como NN.

En el libro del cementerio encontraron el ingreso de seis cuerpos, entre el 21 y el 29 de diciembre de 1977, hallados en la costa e inhumados en fosas individuales. Bajo la hipótesis de que las “personas podían haber sido víctimas de un mismo ‘traslado aéreo’ sondearon la parte inferior de la fosa, correspondiente a los miembros inferiores, entendiendo que el mecanismo de ejecución hubiera dejado ahí lesiones rápidamente diferenciables, como patrones de fracturas peri mortem similares a los observados en otros casos exhumados de naturaleza similar”.

El EAAF identificó a 5 de los 7 esqueletos exhumados. “El tipo de lesiones que observó el EAAF están relacionadas sobre todo con lesiones contusas que son fracturas transversales, diagonales, sin fragmentación total del hueso, que están relacionadas con el impacto de algún tipo de objeto sobre estos restos. Eso permitió descartar lesiones por proyectiles de arma de fuego. Tampoco se observaron lesiones cortantes. Uno de los mecanismos que produce este tipo de lesiones, el más habitual, es cuando se producen caídas de personas y su choque contra una superficie dura. Normalmente esto se observa en personas que se arrojan desde puentes o edificios. En los casos en que la persona no tiene pleno dominio de su cuerpo, los impactos son más horizontales con traumatismos más a nivel intercostal, pélvico, a veces en los brazos. Estas últimas fueron las lesiones observadas en los cuerpos de los integrantes del Grupo Santa Cruz cuya identidad pudo determinarse.”

Por los hechos de privación ilegal de la libertad agravada, tormentos agravados y por los homicidios doblemente agravados por alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas, deberán responder, dijo la fiscalía: Mario Daniel Arrú, Alejandro Domingo D’Agostino, Enrique José de Saint Georges, Emir Sisul Hess, Rubén Ricardo Ormello, Julio Alberto Poch y uno de los dos civiles imputados en el juicio: Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa.

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