EL PAíS › 2008
› Por David Cufré
¿Qué es la distribución del ingreso? ¿Cómo se hace si no es (avanzando) sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias? La distribución del ingreso es algo que siempre se declama pero muy pocas veces se cumple. ¿Por qué? Porque hay que tocar intereses muy poderosos y eso cuesta”, decía Cristina Fernández de Kirchner el 25 de marzo de 2008. El alzamiento de las corporaciones agropecuarias contra la Resolución 125 de retenciones móviles transitaba su tercera semana. El país estaba partido, con piquetes en las rutas y manifestaciones masivas en Plaza de Mayo en respaldo al Gobierno. La Presidenta había asumido apenas cuatro meses antes con un amplio triunfo sobre la oposición, que se abroqueló detrás de la Mesa de Enlace. Incluso con sectores de centro izquierda e izquierda marchando codo a codo con Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural, y convirtiéndose en figuras en los canales de televisión de los grandes grupos mediáticos.
En la madruga del 18 de julio de aquel año, el vicepresidente Julio Cobos, radical mendocino, pedía a la historia que lo juzgue y anunciaba en el Senado su voto no positivo. Aquellos que celebraron la victoria del empresariado rural se entusiasmaron con la interpretación de que el Gobierno tendría que abandonar el camino de la redistribución del ingreso para aplicar políticas “más realistas”. Se ilusionaron hasta con la renuncia de la Presidenta, a quien empezaron a llamar “la yegua” y diagnosticaron como “bipolar”.
Apenas tres meses y tres días más tarde, el 21 de octubre, Cristina Fernández se presentaba en la Anses para anunciar la estatización de las AFJP. “Todas las grandes crisis han representado una fenomenal transferencia de ingresos de los sectores menos favorecidos, llámense trabajadores, pequeños ahorristas, jubilados, pequeñas empresas, a favor de las grandes concentraciones económicas”, explicaba, para asegurar que esta vez sería distinto, que el estallido de la crisis internacional por la estafa de las hipotecas subprime en Estados Unidos no tendría como respuesta el ajuste ortodoxo por el que clamaba la derecha, sino que era una oportunidad para terminar con “el despojo” que significaron las AFJP para los trabajadores y para las arcas del Estado.
La distribución del ingreso y la convicción política para convertirla en realidad, asumiendo desafíos que parecían imposibles, contra resistencias golpistas de medios hegemónicos, grupos empresarios, sectores judiciales, embajadas extranjeras y aventureros políticos fueron los últimos doce años una prioridad y una práctica constante. Un antes y un después. En ocasiones, como ocurrió con la Resolución 125, las estrategias para lograrlo fracasaron y generaron divisiones con sectores afines que deberían haber sido aliados de la transformación popular, aunque eso no los exime de su responsabilidad por la traición a esas causas. El kirchnerismo prometió no ser neutral y no lo fue. En una sociedad con enormes desigualdades avanzó como no había ocurrido en décadas para restablecer derechos a los trabajadores, a los jubilados y a actores sociales históricamente postergados. Ahora le tocará defenderlos desde la oposición.
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